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Trabada la puerta... y algo más

Hay cartas que resumen la impotencia ciudadana ante situaciones verdaderamente kafkianas, casi del absurdo inmovilista, como la de Elsa Alfonso Hernández, vecina de calle 68, no. 6308, entre 63 y 65, Batabanó, en la provincia de Mayabeque.

Refiere la remitente que desde octubre del pasado año ha tenido la necesidad de realizar una compra en el punto de venta del servicentro La curva, en ese municipio. Y no ha podido hacerla, pues le comunican que la puerta está trabada y no se puede abrir. Hace unos días volvió por allí, y le respondieron lo mismo.

«¿Quién debe destrabar la puerta?», pregunta Elsa. Y este redactor, ante este caso, cuestiona mucho más: ¿cuándo se destrabarán esos cerrojos mentales de quienes nos complican la vida todos los días?

¿Y su lavadora? 

Luis Mariano Rodríguez Bárzaga (calle 16 no. 1, entre Donato Mármol y Quintín Banderas, Palma Soriano, Santiago de Cuba) está muy  molesto con la Unión de Ferrocarriles de Cuba, y espera una respuesta ante la lamentable historia que viene sufriendo.

El remitente cuenta que el 4 de octubre de 2018 su esposa envió desde La Habana por el expreso ferroviario una lavadora Sanyo que le costó 250 CUC, con número de guía 373680, a su nombre y dirección. Mes y medio después, al ver que no llegaba el envío, Luis Mariano se presentó en la sede del expreso Santiago. Y el jefe de este le informó de la pérdida de nueve bultos, entre ellos su lavadora.

Se había creado una comisión para esclarecer los hechos y, según el funcionario, los sellos estaban en buen estado. En el expreso aparecía la guía, pero no la lavadora.

Luis Mariano volvió allí el 7 de diciembre y tuvo una reunión con el director de Ferrocarriles de Santiago de Cuba y el jefe del expreso, quienes le informaron que las reclamaciones o expedientes se enviarían para La Habana a ver qué solución se encontraba. Y el 21 de diciembre, Luis Mariano volvió por allí: todavía no tenían una respuesta.

«Vivimos en un país donde dignidad, moral y vergüenza están por encima de todo», afirma. «¿Cómo es posible que personas inescrupulosas se aprovechen  de la falta de control y exigencia para apropiarse de lo que no es suyo? Creo que son momentos de definiciones, en las cuales habrá que medir la permanencia de cada quien en su cargo, por su sensibilidad y capacidad para solucionar los problemas del pueblo», concluye.

El rescatista

«Me complace saber que hay personas a las que, en tiempos de carencias de todo tipo, les sobran valores morales, éticos y volitivos a raudales, llevan a nuestra sociedad espejos de altruismo y nos enorgullecen de ser cubanos», expresa Reynier Font Gómez, residente en Marta Abreu no.9-A, entre Camilo Cienfuegos y Heredia, Niquero, Granma.

Cuenta que el pasado 12 de enero, temprano en la mañana fue a la feria agropecuaria de cada sábado. Y cuando se dispuso a pagar sus compras, no encontró la billetera, que había depositado en el bolsillo derecho del pantalón.

 La buscó infructuosamente por todos los sitios. Y se resignó a la pérdida, tanto monetaria como documental y hasta íntima: una considerable cantidad de dinero, tarjeta magnética de colaborador en el exterior, carné de donante voluntario de sangre, documentos personales suyos y de su esposa, hasta datos personales de su hija.

Atribulado ya por tanto extravío y tantos trámites engorrosos que le esperaban, un vecino alumbró su esperanza cuando le dijo que una persona estuvo procurándolo para entregarle la billetera, y le dejó la dirección de su casa.

Allá fue y halló al rescatista de su billetera y de toda la decencia del mundo. Le dicen Pancho, vive en el barrio El bolsillo, detrás del campo de béisbol, y trabaja en el Joven Club de Computación municipal. Le agradeció profundamente ese gesto, y en su carta quiere hacer pública la grandeza de un ser humano que, quién sabe cuántas carencias materiales o necesidades tendrá.

Distancias aparte entre un ser excepcional y un cubano común, allí estaba la marca de José Martí, aquel que con los zapatos rotos y la raída levita, en la nevada Nueva York resguardaba con celo las colectas de los cubanos buenos para la Guerra Necesaria.

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