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Cambiar desde la gente

El Taller de Transformación Integral del Barrio Alamar Este, en la capital, anda buscando la participación dialógica y crítica de la gente para cambiar sus propias realidades, gracias a los métodos de la Educación Popular defendidos por el Centro Memorial Martin Luther King Jr., que cumple 25 años

Autor:

José Alejandro Rodríguez

No habría escenario más inquietante para el Taller de Transformación Integral del Barrio (TTIB) Alamar Este, en la capital, que la zona de Micro X, anárquica urbanización de «almacenes de personas», edificios hacinados unos a otros y con escasa infraestructura. Edificios repetitivos, monótonamente iguales en sus inicios, y hoy una suerte de pastiche zonal donde prima la «invención» del remiendo y la ampliación de cada quien, a la vera de la indisciplina urbanística de estos años.

Allí, en un acogedor local, diseñado como hogar colectivo, hay un grupo de personas que sueña con cambiar el barrio y convertirlo en «querible, besable. Vaya, amable».

Al frente de esos seres sin fronteras está Andrea del Sol, una profesora que hace honor a su apellido, iluminando la dinámica de cambio, y delegada de la circunscripción. Llegó a Micro X en 1998, como muchos, acuciados por el déficit habitacional. Allí «le dieron» casa. Nadie le puede hacer un cuento de lo que es Alamar, o lo que no ha llegado a ser. Como en cualquier edificio de ese barrio, al suyo vinieron personas de todas partes: de barrios insalubres o emigrantes de otras provincias del país. Allí también se perciben la falta de sentido de pertenencia, el estar y no el ser, la reprobación y la esperanza.

Cuando la eligieron jefa del TTIB, Andrea pisó bien la tierra para soñar: solo con la participación de la propia gente, desde los análisis y sentires de los implicados, es que estos pueden empoderarse de sus destinos como comunidad.

Luego, los mismos talleres de Educación Popular que recibió en el Centro Memorial Martín Luther King Jr., pudo reproducirlos reimpartiéndolos a los activistas y cuanta gente se interese por salir de sus casas y mejorar la vida en el barrio, desde la capacidad crítica, el diálogo, la comunicación y un ecumenismo que no excluye diversidades.

La fórmula del cambio

«La educación popular, confiesa Andrea, hace posible que la gente cambie y participe, y sueñe que puede llegar. Hemos ido formando a personas en el barrio en una cultura de mediación de conflictos, de concertaciones. Personas que se convierten en nuestros colaboradores en los distintos talleres que desarrollamos».

Sí, porque todo allí se trabaja en talleres y no desde directivas ni verticalismos. Todo se hace «desde la mirada de la gente», me dice, y comienza a presentarme a sus colaboradores: personas entusiastas que desbordan las rutinas y conformidades. Seres que se elevan por sobre sus propios problemas para tender puentes, con los ojos limpios, la alegría y el divertimento como metódica. Así tocan el alma.

El doctor Luis Sosa asegura que las técnicas y métodos del taller de Educación Popular le han dado un vuelco como director del policlínico Enrique de los Ángeles Betancourt (Neninger). Porque una cosa es la dirección y otra el liderazgo; el lograr las cosas no por imposición, sino por el diálogo, la interactividad y la concertación.

El hilo de Ariadna —así se llama el proyecto de labores artesanales— es el que ha sacado a Lidia Margarita Hernández, enfermera jubilada, de sus pesares como paciente oncológica. Allí, sin ninguna retribución a cambio, devela a los demás el secreto del crochet o el bordado. Y va tejiendo y bordando la fe, la utilidad y la esperanza en otros, al mismo tiempo que la suya. «Soy feliz entregándoles a las personas. Esto es vida y energía positiva».

Con esa misma filosofía, el creador de la plástica Ventura González capta los pequeños talentos de la comunidad para el dibujo y la pintura. Su taller con niños y adolescentes comienza a dar frutos en salones, concursos nacionales y el ingreso a escuelas de arte. Por azares de la vida, entre sus discípulos hay quienes se llaman Michelangelo, Vincent y Dalí. Y buenos que son. «Todavía me falta que llegue un Leonardo», bromea, y asegura que es más lo que recibe en ese sitio encantado por la virtud y el cariño, que lo que puede proporcionar él desde la técnica y la composición.

La vida es un taller

A su lado permanece absorto, nutriéndose de todo, Manuel Arias, secretario general de un núcleo zonal del Partido. Jubilado de las FAR, ex piloto en lejanos años mozos, Manuel anda planeando hoy por las alturas de la Universidad del Adulto Mayor que sesiona en ese local. «La vida es un taller hasta el final —refiere—. Lo que he aprendido aquí es una asignatura que muchos necesitan hoy: amor, paz, tolerancia, respeto al criterio ajeno, mejoramiento, entendimiento sin violencia. A veces me quedo tiempo aquí sentado cuando termino, porque es el sitio donde se está bien, donde uno se relaja».

Con 43 años en la educación y 38 de directora, 27 de estos en la escuela primaria Panchito Gómez Toro, de Alamar, Inés Laza, transformó sus concepciones cuando participó en los talleres de Educación Popular.

Considera que por lo general «uno no sabe todo lo que puede llegar a saber». Y después de ella, ha logrado incorporar a muchos de los maestros de su escuela a estas dinámicas democratizadoras.

«Hemos transformado la atmósfera de nuestra escuela, a los niños, a los docentes y a los padres. Los niños se expresan libremente, con sinceridad; se mueven en sus aguas. Y muchas veces vienen a recibir algunas clases aquí, en el local del taller. Entonces se sientan en círculo, sin separaciones del maestro.

«Se ven cambios en la escuela: todo se conversa y se analiza colectivamente con los alumnos, que ya no son los mismos niños. Veo en esta experiencia el futuro de la escuela cubana; eso es lo que quiero para ella. Hay que ser dialécticos; la vida cambia y hay que salir de los esquemas. Los niños de hoy no son los de ayer».

El Taller de Transformación Integral ha incursionado en temas como la violencia de género, la comunicación intergeneracional, la rehabilitación ambiental y la reanimación costera, entre otros temas. Y ha contribuido con sus técnicas y métodos democráticos y horizontalistas de la Educación Popular, a la capacitación de los delegados del Poder Popular en el municipio.

Gracias a lo logrado en la creación de espacios participativos para la transformación física, espiritual y social de la comunidad Alamar Este, que le ha valido numerosos reconocimientos y premios, el Taller tiene por delante precisamente el objetivo más difícil: contribuir con sus técnicas y métodos de comunicación a que se desenvuelva, con el mayor grado de participación y de consenso, el proceso de reordenamiento urbano en la capital, que precisamente comenzará en Alamar, para erradicar las indisciplinas, ilegalidades e irracionalidades que se amontonan por doquier.

Mercedes Galán Tamayo, ingeniera de la Unión Eléctrica ya jubilada, resume la filosofía de la Educación Popular: ha descubierto en este movimiento lo que anhelaba toda su vida sin saberlo. Ya es otra Mercedes desde que funge como especialista en Investigación del Taller.

«Para trabajar aquí —sentencia— hay que soñar, y hay que despertar esa capacidad en los demás, desde niños. Hay que soñar para hacer, para concertar. Pensar en otra Cuba mejor dentro de nuestro socialismo. No podemos esperar que esa Cuba nos caiga de arriba. La tenemos que hacer. Y no desde la imposición, sino desde la participación».

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