Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Una juventud con pasión y principios

Sin anginas de pecho, en un debate del 11no. Congreso de la UJC, que se movió como las ondas de un electrocardiograma, los militantes de la Universidad de Ciencias Médicas  avileña lanzaron bolas, sliders, pero también rectas de 90 millas por el centro de la zona de strike

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

CIEGO DE ÁVILA.— Comencemos por el final. La Asamblea de la Universidad de Ciencias Médicas de Ciego de Ávila andaba en la recta del adiós, cuando apareció la anécdota. Yuslaibys Borges González, miembro del Buró Provincial del Partido en Ciego de Ávila, rememoró sus días de dirigente en la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y en la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), incluso de aquella ocasión, en una asamblea del Pedagógico avileño, en la que «puso la marcha atrás» y no entendía de ninguna manera hasta que el propio rector pidió que, por favor, hiciera silencio y meditara.

Conclusión de la anécdota: «Cuando se es un poco más joven —aclaró haciendo un signo en el incremento de la edad—, una se da cuenta de que la vida, los tropiezos, las dificultades enseñan, las cosas se empiezan a ver un poco en su dimensión más completa; pero lo que no se puede perder es ese apego a la pasión y a los principios, que es una de las características de los militantes de la UJC».

La historia surgió después de varias intervenciones, las cuales rompieron definitivamente el hielo inicial de la reunión. En un primer momento, como es usual en casi todos los encuentros y más cuando hay visitas del «órgano superior», los criterios se movieron en la zona positiva del cajón de bateo.

Y no es que lo bueno no se mencione, al contrario; y más cuando entre la UJC y la FEU de esa casa de altos estudios se ha logrado crear una buena relación de trabajo, y el apoyo es mutuo y los muchachos de Ciencias Médicas (testigos hemos sido de ello) van, incluso, a las tareas de mayor responsabilidad en medio de una fiesta de responsabilidad: con alegría y sentido del deber.

Pero como se dijo en la asamblea: para estremecer en la base, hace falta señalar lo negativo. Y en ese sentido lo señalaba Reynaldo Gómez Simón, del cuarto año de Medicina, cuando mencionaba la falta de comunicación que en ocasiones existen sobre las actividades de la UJC, sobre todo en los estudiantes que se encuentran en la docencia de los centros hospitalarios.

«En los tiempos de las redes sociales, eso es inadmisible», dijo. A lo que otro estudiante, Reinier Domínguez Hernández, añadió: «La UJC en nuestro centro y en la provincia, en general, tiene que acabar de conectarse». Y dijo más: el debido reconocimiento que debe existir sobre el militante de la UJC; porque en ocasiones los miembros de la organización son los más disciplinados, los más entregados y no se les conoce ni reconoce; palabras que suenan casi igual, pero no significan lo mismo.

Con sus altas y bajas, en el «fogoneo» hubo de todo. Hasta el caso de un estudiante que supo que era miembro de la organización luego de un año de concluido el proceso de ingreso a la UJC. Y lo supo porque insistió y le dijeron: «Vamos a ver si estás en la base de datos». Cuando hicieron en la computadora clic-clic, los cielos se abrieron. Sobre todo el de la vergüenza; porque, como se dijo, en otros casos la persona se hubiera desentendido de todo, como reconoció Mai-Lin Alberty Arozarena, miembro del Buró Nacional de la organización, cuando enalteció la actitud del joven.

Pero quien sacó la bola del parque y con las bases llenas fue Enrique Rolando Pérez García, del quinto año de Medicina. «Uno de los grandes problemas que hay en el país y que tiene la organización —expresó— es que no se denuncia lo mal hecho ni nadie toma parte ante lo incorrecto. En el hospital se aparece alguien que está de guardia o un acompañante en una sala y mete un grito: “¿Cómo se anda por aquí?”. ¿Qué forma de hablar es esa? Ahí no importa que haya gente enferma, hasta personas muy graves, con familiares sufriendo y nadie dice nada y si dices algo, pues caes mal y te censuran. Pero un militante no puede quedarse de brazos cruzados»

Siguió: «Es muy fácil pararse y decir lo bueno. Lo difícil es decir la verdad: a lo mejor exagero, pero el 90 por ciento de los co-mités de base no funcionan como deben. O no se reúnen o no hacen nada y lo único que entregan es la cotización. Nosotros no hacemos la reunión oficial de la UJC. No queremos hacerla. Lo que hacemos es irnos todos los militantes para el café, nos sentamos y analizamos los problemas del Comité, de la Universidad, de la provincia y del país. Sí, porque a veces nos quedamos en el funcionamiento interno y no reflexionamos sobre nuestra sociedad y lo que tenemos que salvar de ella»

Sus ideas fueron más abundantes, como su pasión. Jura este periodista que las mencionará en algún momento en la columna de opinión de Juventud Rebelde; pero mientras él hablaba, invocando el derecho revolucionario a equivocarse, este reportero se acordaba —sobre todo cuando se mencionó— de cómo esos jóvenes que lanzaron rectas de 90 millas por el centro se fueron sin bulla para el consejo popular Máximo Gómez, donde el huracán Irma desguazó lo humano y lo divino.

Allí, en una mañana que parecía un mediodía de agosto, a un costado de lo que había sido la Casa de la Cultura, había un estudiante de Medicina vestido de albañil. Acarreaba un saco de cemento y preparaba la mezcla en una carretilla. El periodista, sin identificarse, haciendo un signo de precio con los dedos, le preguntó: «Oiga, jefe, ¿a cuánto es el saco?». El muchacho se secó la frente. Apoyó la punta de la pala en el piso y aclaró: «Disculpe usted, compadre. Pero aquí no hay negocio». Y señalando a una mujer que organizaba los despojos de su casa, dijo: «Ya este saco tiene dueño». En estos casos, definitivamente, las palabras sobran. Y de qué manera.

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