Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Un nombre de fuerza y poesía

La historia de vida y el humanismo del Héroe de Yaguajay fueron la fuente de inspiración para que una joven pareja de periodistas denominara a su bebé como el guerrillero que se convirtió en leyenda por su carisma y su bravura

 

Autor:

Liudmila Peña Herrera

Al filo del mediodía del 21 de julio, acostada ya encima de la mesa quirúrgica, Yunet López Ricardo se sentía algo más tranquila. Un guiño de complicidad del ginecólogo —desconocido para ella—, había logrado aliviar las tensiones de un interminable trabajo de parto de casi 25 horas que la tenía extenuada. Minutos después, el joven doctor Yosvany González, del hospital docente de obstetricia y ginecología Ramón González Coro, de la capital, practicaba la cesárea y, mientras tanto, intentaba lograr que la muchacha se relajara.

«¿Y cómo se va a llamar el bebé?», preguntó quizá más para aliviar el estrés de la madre que para enterarse del nombre. Yunet respondió con una palabra que encerraba, en ese momento, todo el amor del mundo: Camilo.

«¿Camilo?», se sorprendió el galeno.

«Sí, Camilo, porque este año se cumplen los 60 de la muerte de Camilo y este es nuestro homenaje al guerrillero», dijo la muchacha y esbozó una ligera sonrisa.

«Ah, mira, Camilo. ¡No me había percatado de eso!», comentó el doctor Yosvany y prosiguió su actividad, posiblemente sin detenerse a pensar que en aquel salón de partos, en medio de una cesárea, la joven periodista del Sistema Informativo de la Televisión Cubana, investigadora y autora de textos dedicados al héroe en Juventud Rebelde, le estaba ofreciendo, sin intención preconcebida, una clase de amor a la historia.

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Camilo reclama desde la habitación, con un llanto que no es desesperación ni molestia, sino apenas un llamado de atención, o una demanda de cariño materno que Yunet se apresta a profesarle. Ya en sus brazos, el pequeño de tres meses la mira y le sonríe, como si supiera que esta reportera observa cada detalle para contar la historia del bebé que, según dicen los amigos de la casa, «habló con el Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez antes de nacer».

Yunet sonríe mientras cuenta cómo el 18 de julio último, mientras estaba ingresada en la sala de gestantes, el mantario cubano llegó a conversar con las embarazadas, como parte de su recorrido por varias instituciones de La Habana, entre las que se encontraba el González Coro.

«Me preguntó cómo se iba a llamar el niño, y cuando le dije “Camilo”, sentí que se le iluminó el rostro, aunque no dijo nada. Eso siempre nos pasó en el hospital con todo el que conocía el nombre de nuestro hijo. “Ese es un nombre grande”, nos decían», rememora la recién estrenada mamá.

Lo que casi nadie sabe es que, aunque Camilo era uno de los cuatro nombres que valoraron —los otros eran Abel, Alejandro y Ernesto—, fue un documental lo que, finalmente, los hizo decidirse.

«Un día fuimos con Felipe Guerra Matos, Guerrita, que es capitán del Ejército Rebelde y tiene 92 años de edad, a un conversatorio que también era un homenaje para él. Guerrita fue un gran amigo de Camilo. Él nos contó que una vez Fidel los mandó a hacer guardia como castigo, porque Camilo y él eran muy jodedores. Como ellos se quedaron solos y tenían un peso, le compraron una gallina a un haitiano. Entonces Camilo y Guerrita se pusieron a hacer una caldosa con ella y pasaron su guardia de lo más contentos. Recuerda que Camilo le decía: “Ojalá que Fidel nos castigue otra vez”.

«En aquel homenaje proyectaron un documental sobre Camilo, en el que salió un texto que decía: “Si alguna vez se va a escribir una novela, el héroe debería llamarse Camilo Cienfuegos, porque ese es un nombre de leyenda; Camilo, que es un nombre lleno de fuerza y de poesía a la vez”. Entonces miré a Wilmer y le dije: “Se llamará Camilo”», cuenta la joven que quedó prendada de la historia del guerrillero, pero sobre todo del ser humano.

Dice Yunet que cuando piensa en Camilo ve «al niño de Lawton, al muchacho que se bañaba en el río Almendares, al que se enamoró de la joven Paquita y caminaba todos los días de Lawton a San Francisco para verla tras las rejas de la escuela, cuando tenía solamente 16 años. Dicen que ese fue su gran amor. Creo que, como me dijo una vez Katiuska Blanco, hay que filmar la película sobre Camilo».

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Más de diez años lleva el periodista Wilmer Rodríguez Fernández dedicando su labor como comunicador a investigar y difundir la historia menos conocida de nuestro país, esa «historia no contada» que no se puede morir cuando ya no quede ninguno de sus protagonistas. Pero con Camilo le sucede algo especial, quizá porque murió con solo 27 años o porque, para muchos, «es el símbolo de lo que es un cubanazo».

Ahora mismo, al papá de este Camilo pequeñito, quien muestra con orgullo la foto del bebé que es una copia en miniatura de su rostro, le ocupa buena parte de sus pensamientos la idea de un documental que acerque a los cubanos al Camilo después del triunfo de la Revolución.

«Es un audiovisual que pretende mostrar al muchacho de 27 años que solo vive diez meses la obra por la que tanto había luchado. De lo que hizo Camilo durante esa etapa, que ocurre entre enero y octubre de 1959, poco se conoce.

Desde la Jefatura del Estado Mayor del Ejército Rebelde participó en diversas misiones que desconocemos, como por ejemplo, los preparativos militares de la expedición de dominicanos y cubanos que en junio de 1959 salieron del oriente del país rumbo a República Dominicana para liberarla de la dictadura de Trujillo», explica Wilmer, quien conoció más a fondo sobre la figura de Camilo, según él mismo asegura, gracias a su amigo Guillermo Cabrera Álvarez y a veteranos compañeros de lucha y amigos del Héroe de Yaguajay.

Wilmer considera que el llamado Señor de la Vanguardia es más que su sonrisa y el carácter jocoso: «Las cartas que escribió desde el exilio a finales de los años 50 están publicadas en un libro de la editorial Ocean Sur, Camilo Cienfuegos. Diario de un joven revolucionario. En todos sus discursos y comparecencias en Camagüey, en los días finales de su vida, cuando la conspiración de Hubert Matos, se aprecia el político inteligente que era, con una capacidad extraordinaria para improvisar un discurso ante cientos de personas. Siento que todavía ni los cubanos de mayor edad conocen realmente a ese otro Camilo, con quien hay una gran deuda», enfatiza.

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Los padres de Camilo Rodríguez López sienten que su compromiso con el Comandante del pueblo está en investigar más y en contar «las múltiples dimensiones de ese muchacho que vive en el alma de millones de cubanos, porque sobre su muerte y desaparición nuestra juventud tiene muchas incógnitas y nos corresponde explicar, con la verdad histórica, todas las preguntas que puedan existir sobre la figura de Camilo», dice Wilmer.

¿Y si Camilo les sale así de temerario como el guerrillero?, los provoco. Yunet no demora en responder:

«Tiene que ser feliz y no quisiera yo influenciar en sus decisiones futuras. Quiero que tenga autonomía, que sea independiente y que si su naturaleza es ser temerario como Camilo, que lo sea. No me voy a interponer, a pesar de que el futuro me depare madrugadas esperándolo, temerosa de que algo pueda sucederle».

Y Wilmer, con ese apasionamiento que despierta en los hombres la paternidad, asegura: «Aspiro a que Camilo, el nuestro, honre con su nombre al Camilo de la historia, y con su actitud a Cuba. Ojalá que todo lo pregunte, que se interese por la historia como sus padres, que sea rebelde, aunque nos provoque no pocos dolores de cabeza».

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No habrá que esperar demasiado para ver, porque Camilo, su Camilo, parece estar diciendo —o preguntando, quién sabe—, mientras mira hacia la cámara con toda la determinación y la hermosura de un niño de su edad que honra al héroe desde su nombre.

 

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