Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Historias de bravura al centro de la Isla

A 63 años, la liberación de Santa Clara sigue impresionando como ejemplo de la fuerza moral de la Revolución

Autor:

Nelson García Santos

Aquello no podía durar más: había que desbaratar el aguante de los esbirros en Guinía de Miranda para evitar su envalentonamiento. Lo sabía bien el Che Guevara.

Para más infortunio, Hornedo Rodríguez Ruiz, el bazuquero Antonio, como lo nombraban, había fallado en los disparos al cuartel, al no poder hacerlo desde una posición cómoda debido al hostigamiento de los guardias, que lo detectaban por la llamarada de la bazuca. El Che, audaz y decidido, al ver que no daba en el blanco le dijo: «Dame acá esa arma».

Pasando por dentro de las casas (proceder que repetirá en posteriores combates), logró aproximarse a unos 50 metros del campamento, y utilizando un barranco de parapeto realizó el tiro que impactó el cuartel. La debacle no se hizo esperar. Los guardias, aterrorizados, se rindieron. Era el 27 de octubre de 1958.

Retomo la anécdota porque de esa manera enérgica se consumó la victoria, que además de dar el primer pueblo liberado en Las Villas por el Ejército Rebelde, mostró el vuelco que el Che Guevara le imprimiría a la guerra tras su llegada al Escambray con la Columna 8 Ciro Redondo, como dejó escrito para la historia en su análisis sobre la acción: «No fue rentable, de ninguna manera, pero políticamente fue un fuerte golpe que demostró nuestros deseos de hacer las cosas bien».

En ese «hacer las cosas bien» estaba sobrentendido desatar una ofensiva en las operaciones sin darle tregua al enemigo y, de paso, demostrar con su ejemplo personal que cuando un combate se empantana, el protagonismo del jefe, a riesgo de su propia vida, resulta cardinal.

Fue allí donde se inició el prólogo de una campaña que terminó con el triunfo en Santa Clara, principal bastión de la dictadura en la zona central. Para contrarrestar el empuje rebelde, el Ejército batistiano ejecutó la denominada Ofensiva de El Pedrero, con infantería apoyada por blindados y aviación, que concluyó en un rotundo fracaso para ellos.

Lo que vino después

El Che aplicó la estrategia de ir despejando el camino, desalojar a los batistianos de los poblados más pequeños para caer sobre las ciudades más importantes y resguardadas. Luego de la toma de Fomento, desarrollaron una ofensiva que abarcó desde la carretera central hasta zonas de Sancti Spíritus, y por el norte tuvo en cuenta los territorios de Caibarién, Remedios y Camajuaní.

Como resultado, aproximadamente en 12 días las tropas de la tiranía perdieron más de 40 posiciones en 17 poblados, entre cuarteles, puestos de la Guardia Rural, la Policía y la Marina. El Ejército Rebelde capturó unos 800 prisioneros. La liberación de los poblados incrementó el parque militar de los rebeldes, y el fragor de los combates vigorizó su moral combativa, mientras cundió la desmoralización del enemigo.

«Caído Cabaiguán, nos dedicamos a atacar Placetas», recordó el Che en su libro Pasajes de la guerra revolucionaria. Era imprescindible liberar esa ciudad, cercana a la capital provincial, punto importante de comunicación con Cabaiguán, Fomento, Zulueta, Remedios, Camajuaní y Caibarién.

Se atacó el cuartel, la estación de Policía, el campamento de la Guardia Rural y sobre guardias apostados en los elevados. Sobre aquel enfrentamiento, el comandante Víctor Bordón Machado, ya fallecido, recordó: «Me moví varias veces junto al Che en medio de aquella balacera infernal y no le veía ni el más mínimo signo de miedo en el semblante, más bien estaba preocupado por la situación de sus hombres y que la acción causara la menor cantidad de bajas posibles».

En la sede de la jefatura de la Policía ondeó una bandera blanca, oportunidad en que el teniente José Hernández Rivero manifestó al combatiente rebelde Osvaldo Alpízar su intención de rendirse solo ante la presencia del comandante rebelde. El Che acudió al encuentro y ante él se entregaron los miembros de la guarnición. La localidad quedó completamente liberada en horas de la tarde del día 23.  

El Che estableció su comandancia en la habitación 22 del hotel Las Tullerías, de Placetas. Allí, con los principales jefes y oficiales, planificó el ataque a Santa Clara por la  Columna 8, los hombres del Directorio Revolucionario 13 de Marzo y las fuerzas del M-26-7.

La llegada

La amanecida sobrevino fría aquel 29 diciembre de 1958, hace 63 años, cuando la ciudad despertaba con la guerra metida en sus calles y hasta en las propias casas. El Che Guevara, con su brazo en cabestrillo, el semblante resuelto y su andar seguro, desafiaba a las balas junto a su tropa.

Bajó hacia el corazón de la urbe desde la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas, adonde llegó desde Placetas en la noche del 28 utilizando una vereda para burlar cualquier posible emboscada del enemigo. Mientras, los efectivos batistianos corrieron temerosos a refugiarse en sus habituales madrigueras y en otras instalaciones civiles.

El Comandante aprovechó la táctica equivocada de la tiranía de aislar unas fuerzas de otras y no defender los accesos a la ciudad; ordenó el avance de los rebeldes hacia el interior de esta para rodear a las fuerzas enemigas en los cuarteles y otras posiciones, y desencadenar una insurrección popular.

El primer golpe contundente de la liberación de Santa Clara fue la toma del tren blindado el día 29, decisivo para el ulterior desenlace bélico porque les proporcionó armas a los rebeldes, que eran unos 400 y contaban solo con viejos modelos de armas de infantería, algunas ametralladoras pesadas con escaso parque y carecían de artillería.

En aquellos días de fuego y pólvora, entre los sitios donde más intensamente hubo combates estuvo el Escuadrón 31 de la Guardia Rural. Ese reducto contaba con cerca de 250 soldados y dos tanques. En una entrevista hace años, Guillermo Anido (El Búho) narró a JR: «La instalación militar tenía la característica de estar ubicada al frente de una gran explanada, lo cual favorecía la visibilidad desde el cuartel. Ello trajo como consecuencia que los rebeldes sufrieran dos bajas, por la efectividad de los francotiradores.

«Utilizamos cocteles Molotov, que se les tiraban a los guardias desde los techos de algunas casas, y se hacían barricadas. La táctica dio resultado, porque debido al tenaz enfrentamiento que les hicimos desistieron. Poco a poco los soldados que se encontraban atrincherados en aquel reducto militar fueron desmoronándose. Ya no tenían entrada de agua, de comida, de armas, ni de ningún otro tipo de recurso».

El combate inició el día 28, y en la mañana del 31 se rindieron. Fueron cuatro días de enfrentamiento para evitar la entrada de refuerzos y abastecimientos. En la estación de Policía también fue intenso. Allí cayó heroicamente el capitán Roberto Rodríguez, el Vaquerito, jefe del Pelotón suicida.

El combatiente Roberto Eng Naranjo recordó aquel dramático instante: «Al llegar la noche, el Vaquerito divide la tropa en dos partes para avanzar hacia la estación de Policía. El grupo a su mando avanzaría por la calle San Pablo, una de las más difíciles, para atacar la Jefatura, que estaba situada en la punta de una loma. (…) Se da cuenta de que no puede penetrar directamente, comienza a romper las paredes de algunas casas cercanas a la estación para iniciar el ametrallamiento.

«Por la tarde del día 30 llegó la noticia que lo habían herido, cuando se encontraba a unos 50 metros de la jefatura de Policía. Cuando supimos que lo habían matado, nos dejó un vacío. ¡Qué momento más amargo! Fue una cosa momentánea. Pero de inmediato reaccionamos de tal manera que en la tarde del 31 la estación de Policía se rindió».

Perdidas todas las posiciones de la dictadura, quedaba solo el regimiento Leoncio Vidal, la tercera fortaleza del país. El jefe del enclave, coronel Casillas Lumpuy, comunicó a Batista, a las 10:00 p.m., que la batalla de Santa Clara estaba perdida. En horas posteriores abandonó el regimiento para tratar de escapar, pero lo capturaron en la zona de Santo Domingo, y resultó muerto cuando intentó huir.

El 1ro. de enero se rindió el regimiento, y muchísima gente abrió a los barbudos las puertas, les ofrecieron alimentos y salieron a festejar «aquella maravillosa e increíble hazaña que fue la batalla de Santa Clara», como la calificó el líder de la Revolución.

Tras la victoria el pueblo acoge a los rebeldes. Foto:Archivo de JR 

Fuentes: Libro Pasajes de la guerra revolucionaria, artículo Reconstrucción histórico-militar de la Batalla de Santa Clara, y testimonios de combatientes.

 

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