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Casita de amores y enseñanzas

Desde hace dos años, como regalo al 13 de agosto, en la Empresa de Productos Lácteos Río Zaza, de Sancti Spíritus, más que producciones con calidad se protege y educa al presente y futuro de la nación

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

 

SANCTI SPÍRITUS.— José, Noel y Jailer pudieran ser tres mosqueteros modernos. No hay travesura en la casita infantil Los Vaqueritos de mi Reina, de la ciudad del Yayabo, que se les escape.

«Me gusta jugar y tomarme el yogur», dice el más vivaracho de todos, José, mientras corre por la pequeña área plantada desde hace dos años en la Empresa de Productos Lácteos Río Zaza, de Sancti Spíritus.

Desde entonces, la algarabía infantil del lugar le otorga sonidos especiales a los que despide de forma natural la vieja maquinaria. El colectivo perteneciente al Ministerio de la Industria Alimentaria asegura que materializar ese sueño de madres, padres y hasta abuelos representa uno de los principales logros de la Río Zaza en los últimos años.

Y mucho más porque abrió oficialmente sus puertas el 13 de agosto de 2023 como regalo especial al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. Desde entonces, se ha mantenido la estabilidad y satisfacción de numerosas familias que antes experimentaban un vía crucis para trabajar porque no tenían un lugar fijo donde dejar a sus menores.

Cuidados y juegos

Hasta la industria, ubicada en la periferia de la urbe del Yayabo, llega todos los días Eneida María González. Desde hace 51 años, sus amaneceres parecen los mismos: «Un beso a cada pequeño y familiares».

Y es que ella aceptó el reto de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), de dejar el hogar para convertirse en matrícula de la otrora escuela formadora de educadoras de Villa Clara.

«Se hizo un llamado a partir de una necesidad para laborar en la enseñanza preescolar. Me fui y tras el egreso trabajé como educadora en el
círculo infantil Los muñequitos, de Sancti Spíritus. Luego asumí otras responsabilidades en el sector de Educación. A las puertas de mis 70 años, digo con orgullo que le he dedicado casi toda una vida a esta profesión. Tanto así, que después de la jubilación decidí reincorporarme».

Una acertada determinación y que ha sido vital para quienes hacen cada día de la casita infantil Los Vaqueritos de mi Reina un lugar especial.

«Esta es una modalidad diferente porque el círculo infantil es por años de vida y coinciden los de la misma edad en todas las actividades. En cambio, en las casitas son grupos múltiples que, aunque se les realiza acciones por separado, sí confluyen los más pequeños con los mayores en juegos y otros momentos.

«Por mi experiencia, le aseguro que así se logra un mayor desarrollo del menor de edad. Por ejemplo, en la dimensión del lenguaje los que llegan aquí sin hablar imitan más a sus amiguitos que a nosotros y sus propias familias, aunque intencionamos determinados ejercicios para fomentarles la expresión de palabras. Siempre digo que lo que aprenden en estas primeras edades los acompañarán el resto de sus vidas».

La algarabía infantil se fusiona con los sonidos naturales de la empresa. Foto: Tomada del perfil de Facebook de la Empresa de Productos Lácteos Río Zaza

Experiencias y juventud

Como Eneida, Edenia Cuéllar Díaz puede hablar durante horas sobre cómo educar en las primeras edades. Tiene 47 años de experiencia. Fundó el círculo infantil Lindos capullitos y de ahí trajo, además de saberes, todas sus entregas hasta Los Vaqueritos de mi Reina.

«Enseñamos hábitos y habilidades que adquieren en estas decisivas edades. Trabajo con los de un año y dos, y siento una satisfacción increíble al ver cómo avanzan rápido. Las familias son imprescindibles en esos resultados porque necesitamos que nos acompañen. Por suerte, además, de que la empresa nos garantiza todas las condiciones materiales, sobre todo la alimentación con calidad y variada, sus trabajadores, con pequeños o no aquí, colaboran para que funcionemos bien. Así ha ocurrido durante estos dos años de existencia».

De la savia de ambas experimentadas educadoras espirituanas bebe diariamente la jovencita Yalena María Gómez Pérez, quien terminó su licenciatura. Conversa con este diario rodeada de pequeños que no pierden la oportunidad para abrazarla y besarla.

«Con los pequeños también aprendemos. Tienen muchas ocurrencias. Es un trabajo difícil, pero muy agradecido. Basta con un beso o un “tía, te quiero” para que cualquier sacrificio valga la pena».

Después de cantar y jugar a la rueda rueda, los niños y niñas de la casita de color verde duermen. Yalena aprovecha el pequeño descanso y se dedica a crear con papel mache nuevos juguetes.

«Esto es posible también por las familias. Así hemos logrado mantener variedad de juguetes. Eso también es necesario para que aprendan».

Si de valores familiares se habla, en esta casita espirituana hay una distinción especial. Edenia Cuéllar Díaz comparte sus días con Elizabet Marín Cuéllar, la coordinadora de la institución y su hija.

«Sigo los pasos de mi mamá con mucho orgullo ―alega quien porta en sus hombros la responsabilidad de educadora desde hace casi tres décadas―. Me siento profundamente agradecida porque me enseñó a amar a los niños. Los de aquí, específicamente, son muy beneficiados con la alimentación y las enseñanzas de todo el colectivo. Las familias están muy contentas y agradecidas con esta oportunidad que les ha dado la empresa».

Realmente, tanto esta casita como el resto de las esparcidas por la geografía espirituana, han demostrado que la protección, educación y cuidados de la niñez siguen como prioridad, incluso en tiempos de tantas limitaciones económicas.

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