Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Las bajas civiles del asalto

Al rememorar los hechos del 13 de marzo, por lo general se hace referencia a los combatientes caídos o asesinados, pero no se hace mención a las bajas civiles

Autor:

Rafael Ramírez García*

Al rememorar los hechos del 13 de marzo de 1957, por lo general se hace referencia a los combatientes que cayeron en combate o fueron asesinados con posterioridad, pero no se hace mención a las bajas civiles. Por diversas razones ese día convergieron en los alrededores de Palacio varios ómnibus de pasajeros: el autobús 317 de la línea C-5 Cerro-Palacio, el ómnibus 1735 de la ruta 14, ómnibus 546 de la ruta M-1 y el autobús 650 de la ruta M-6. El ómnibus de la ruta 14 se interpuso al camión Fast Delivery, que transportaba a la mayoría de los asaltantes, casi frente a la puerta de Palacio, por la calle Colón.

Ello hizo pensar a la guarnición que los pasajeros, más el chofer y el conductor eran asaltantes; por lo que abrieron fuego contra el autobús; lo mismo hizo la tripulación del carro 70 del Servicio de Inteligencia Militar que patrullaba la zona.

El chofer José López Camino recibió varias heridas de proyectil de arma de fuego en el pulmón derecho, el estómago, el colon y el hígado, además de que sufrió la pérdida de la pierna derecha, que fue amputada. Falleció el 19 de marzo. La oportuna y valiente actuación del conductor Alberto Triana Jiménez, quien condujo el autobús fuera de la zona de fuego, evitó un mayor número de bajas, aunque hubo que lamentar la muerte instantánea de Julián León, de nacionalidad china, quien viajaba junto a dos nativos de ese país, y heridas a 12 pasajeros: el también asiático Alberto León, José Alberto Álvarez, Carlos Guerra Busto, Odilio Navarro, Oscar Pineda Méndez, Luis Gastón Montes de Oca y al sargento del ejército Anisio R. Pérez Delgado. Este último, al ser herido, sacó su arma de reglamento para disparar. El hecho de que se lo impidieran, evitó que los pasajeros y la tripulación fueran masacrados.

Emilia Guerra Brito, quien viajaba en el autobús M-1, recibió múltiples heridas cuando este vehículo fue sorprendido en Chacón y Villegas en el momento que comenzaba el asalto. Permaneció ingresada en el hospital de Emergencias durante 32 días. No se recuperó completamente de sus heridas y su casa permaneció vigilada por la policía.

La cercanía al bar Palacio les permitió a varios pasajeros refugiarse en dicho lugar, lo que evitó un mayor número de bajas. Heridas menos graves recibieron Luis Gastón Montes de Oca, José Alberto Álvarez, Benito Domínguez Navarro (también aparece como Benito Navarro), Oscar Pineda Méndez, Manuel Muiñaz Hernández, Carlos Guerra Busto, Fabio Ruiz Rivero, Carlos Castellanos, Gaudencio Martínez Uriz, Pedro Aguas Mena, Jorge Novoa López y Asterio Enio Mesa de Armas.

El procurador Manuel Bonada Ruiz no viajaba en los ómnibus, pero al bajarse del automóvil que manejaba, recibió heridas en la cabeza. Murió en el salón de operaciones del hospital de Emergencias. El ministro de Gobernación, Santiago Rey Perná, declaró acerca de él que tenía 31 años, era electricista y miembro de la Triple A. Estas declaraciones fueron desmentidas por el doctor A. Bonada Argüelles, hijo de la víctima, en carta al director del periódico El Mundo.

En esa aclaraba que la edad de su padre era de 74 años y que «Jamás… fue comunista, ni perteneció a ninguna organización revolucionaria, puesto que su profesión y su edad le impedían tal actividad ni ninguna otra de orden público». Aclaraba además que en el momento de su muerte como «transeúnte» realizaba gestiones propias de su profesión.

Asterio Enio Mesa de Armas, de 32 años, con residencia en San José de las Lajas, recibió heridas en la cabeza, mientras descendía del automóvil en que viajaba en Colón y Consulado. Murió en el salón de operaciones del hospital de Emergencias.

Otras personas que viajaban en este y otros ómnibus también fueron heridas: Jorge López, Jorge Alberto Álvarez, Oscar Pineda, Luis Gastón Montes de Oca, Benito Domínguez Navarro, Manuel Molina Hernández, Carlos Guerra, José López, Alberto León y el alistado Anisio Pérez Delgado. Este último, luego de atendido en el Segundo Centro de Socorro, fue trasladado al hospital Militar.

El turista norteamericano Peter Korenda, residente en Clifton, New Jersey, mientras observaba los acontecimientos desde el balcón de la habitación 501, en el quinto piso del hotel Regis, recibió un balazo en el lado derecho del cuello que le ocasionó la muerte. Su compañero de cuarto, Edward. R. Butts, del mismo lugar, recibió una herida a sedal. Según las declaraciones de Butts, estos disparos fueron realizados por los tripulantes de uno de los tanques M-8; sin embargo, las fotos de los estragos ocasionados al inmueble, publicadas en la revista Bohemia, indican que pudo ser fuego de ametralladora desde la azotea de Palacio.

Aunque en la prensa se publicó la noticia de que se iba a investigar las causas de la muerte de este ciudadano norteamericano, nada se hizo al respecto. El 14 de marzo el coronel general James E. Brown Jr. escribió al Presidente del Tribunal de Urgencia de La Habana solicitándole que se le entregara el cadáver de Peter Korenda y que no se le realizara la autopsia «en razón de ser públicamente conocidas las causas de su  muerte». También pedía el equipaje del turista, depositado en la habitación 501 del hotel Regis.

El líder opositor Pelayo Cuervo Navarro fue encontrado muerto en la madrugada del 14, en la zona de El Laguito. En su cuerpo se encontraron cinco heridas de bala en el pecho y tres en la espalda. Al parecer, su asesinato se debió a que la policía encontró su nombre entre los papeles de uno de los asaltantes. Por tal razón se le buscó, siendo localizado en el número 3206, avenida 47, en el barrio La Sierra. «Allí lo encontraron los miembros del Buró de Investigaciones cuando se encontraba en compañía de don Ignacio Aguirre Oteiza. La policía se lo llevó hacia la laguna y allí el sargento Rafael Gutiérrez lo mató de un tiro». Su asesinato provocó una amplia reacción dentro de la oposición a Fulgencio Batista y en el pueblo en general.

José Manuel Hernández León «Pepe Chepe» fue asesinado ese día a un costado del Estadio Universitario. Acerca de las circunstancias de su muerte existen varias versiones. En su edición del 14 de marzo, el periódico El Crisol publicó lo siguiente: «Cuando las fuerzas policiacas se encontraban registrando la Universidad un individuo, hasta el momento desconocido, que viajaba en un auto de alquiler, al darle el alto la policía respondió haciendo varios disparos con una ametralladora Thompson que portaba, entablándose un tiroteo en el curso del cual resultó muerto; practicado un registro en el auto en cuestión se encontró una maleta en cuyo interior llevaba gran cantidad de granadas de mano, balas y una canana para las granadas».

Contrariamente a lo reflejado en la prensa, en la pieza uno de la causa 248 se destaca que al cadáver de Pedro Téllez Valdés se le ocupó «una canana de tela con cuatro granadas de fabricación dominicana con sus espoletas, las que fueron ocupadas alrededor de la cintura».

El diario Revolución aporta otros datos acerca de su muerte. El 13 de marzo León estaba de guardia en el hospital Calixto García, donde era estudiante de Medicina. Al conocer de la caída de José Antonio Echeverría «con otros compañeros y a bordo de una ambulancia se dirigió hacia el lugar donde agonizaba Echeverría. Las bestias policiales, que como buitres rodeaban el cuerpo del inolvidable combatiente revolucionario, impidieron a los sanitarios acercarse.

«En uno de aquellos arranques impetuosos frecuentes en él, Hernández León les gritó: ¡Asesinos!».

Esa tarde, al llegar a San José 1268, vio que en la esquina lo esperaba Andrés Horta Pagés, quien le dijo que necesitaba que le entregase unas armas y granadas que Hernández León tenía ocultas en el hospital. León fue al hospital, metió en un maletín una ametralladora, tres pistolas y varias granadas, y se dirigió al automóvil que lo esperaba. Fue interceptado por los tripulantes del carro 79. Jesús de la Caridad González Insua, lo ametralló.

Las paredes del Estadio Universitario exponen al transeúnte las huellas de lo allí acontecido: trece impactos de bala. La foto publicada entonces expone un cuerpo exánime el que nada indica que iba armado, pues tanto los espejuelos como la Thompson que supuestamente portaba, se nota que fueron acomodados para la foto. No se ha podido precisar porqué se le confundió con Pedro Téllez, nombre con el que se publicó la noticia de su muerte.

Salvador Sánchez Céspedes apareció ahorcado en la esquina de 5ta. y 42, Miramar. De él solo se conoce que antes de que lo ahorcaran fue brutalmente golpeado.

El policía Mario Falbert Morejón, miembro del Cuerpo de Seguridad Universitario, fue otro de los muertos: recibió un disparo que le ocasionó la muerte cuando con su arma trataba de impedir que Armando Hernández y Lorenzo Morera quitaran la cadena que les limitaba el paso a la Universidad.

La prensa menciona dos víctimas de las que no se tiene referencias médicas: Vicente Conety, muerto, y la doctora Lidia Fernández Levy, herida. Sus nombres aparecen en diferentes noticias de Prensa Libre en su edición del 15 de marzo.

Otra baja de la que se hace referencia es Orlando Morales, del cual tampoco hay datos. Faure Chomón, Luis Alberto Figueroa Pagés y Ramón Pérez Cabrera lo señalan como víctima de la población civil, pero entre los muertos de ese día, ninguno tenía ese nombre.

*Profesor e investigador cubano

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