Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El cansancio solo está en el rostro

El colectivo de la Empresa Comercializadora de Combustibles, perteneciente a la base de supertanqueros, comenzó las labores de recuperación en un devastado escenario

Autor:

Hugo García

MATANZAS.— Aproximarse al tanque 52, el impactado por el rayo causante del incendio de grandes proporciones en la base de supertanqueros, causa congoja. La intensidad del calor generado fundió el acero de las estructuras metálicas y derritió el techo de aluminio.

Este viernes volvimos a recorrer las extensas áreas de la base. A cada paso nos sobrecogíamos, porque cada paso duele. Todavía los bomberos aplacaban un insignificante foco en el borde exterior del tanque 52. Más distante, fuerzas especializadas asumían la búsqueda de los desaparecidos. Los peritos sobresalían por sus batas blancas, mientras los rescatistas por su vestimenta roja.

Un dron sobrevolaba un tanque, aprovechando que el humo cedió y el sol irradiaba bien toda la zona siniestrada.

Estamos al norte de los tanques accidentados. Detrás, a lo lejos, se nota el contraste del azul de la bahía. Varias grúas apoyan las labores in situ.

En el suelo, sobre la yerba reseca, yacían si vida un ave que no identificamos y un murciélago. Cerca, un perro asustado aúlla a la sombra de unos tubos inservibles.

Es tremendo el ajetreo de los bomberos, algunos recogiendo las mangueras, otros poniendo al sol sus gruesos y enormes abrigos o secando las botas, otros descansando en el piso al lado de sus carros… Los rescatistas, igualmente, se mueven en sus tareas.

Más al sur, camiones y vehículos ligeros de la empresa eléctrica y de Etecsa colocan nuevas líneas eléctricas y de comunicaciones. Equipos pesados riegan grandes volúmenes de tierra sobre las zonas contaminadas de petróleo.

Entre tanto dolor, el colectivo de la Empresa Comercializadora de Combustibles, apoyado por cientos de cubanos de diversos sectores, comenzó las labores de recuperación en un devastado escenario.

Vi los ojos de la muerte

En nuestro recorrido nos acompaña Evert Eduardo Díaz Suárez, jefe del centro de dirección de la base de supertanqueros, quien nos muestra el orificio de una zanja cercana al primer tanque, donde pudo protegerse de la onda expansiva de una de las explosiones.

«En el primer momento en que ocurre la descarga eléctrica, que fue el detonante de todo el efecto dominó de este desastre, iba llegando a mi casa porque había acabado de salir de la base y el centro de dirección me comunica que cogió candela el tanque 52.

«No me lo creía. Me dicen que el techo es el que tiene candela, que son geodésicos de aluminio, con un sistema de jaula Faraday, que hace la función de pararrayo. Nos comunicamos con las diferentes instituciones que están en el plan de aviso y empecé a llamar a muchas personas.

«Cuando llego, subo para la zona del tanque 52, que ya tenía el domo completo encendido y se había caído. Esta descarga eléctrica hizo que colapsara el sistema automático de detección contra incendios, pues los tanques están diseñados para tener sistemas de autodetección.

«Según los expertos, los incendios de estas características deben ser sofocados entre los primeros siete y diez minutos, de no ser así se va de control. Los bomberos llegaron rápido, pero un tanque incendiado con 26 000 toneladas es complicado de sofocar. Se comenzaron a mover los recursos que hacían falta. Luego ocurre el desplome de una parte del tanque y origina la explosión que causa los desaparecidos.

«Viví momentos difíciles en ese instante, le vi los ojos a la muerte, porque en un primer momento, y por instinto de supervivencia, todos nos desprendimos a correr; luego las ambulancias no sabían cómo llegar al lugar, entonces un muchacho de otra empresa y yo los guiamos, recogimos a dos heridos y en ese momento ocurre otra explosión que solo nos dio tiempo a escondernos debajo de la ambulancia. En la primera explosión estaba como a 200 metros del tanque. Yo no corrí tanto, me dio tiempo para meterme en una canal de la cablería y eso me protegió.

«Es la primera vez que el país se enfrenta a un evento como este. Fue un momento duro, buscamos a otros heridos. Solo cumplí con mi deber», nos dice Evert, quien se considera un petrolero ciento por ciento, que trabaja de lunes a sábado y los domingos de vez en cuando.

Cuenta que otra de las acciones valerosas de su compañero Yaxnel Montano Azahares fue verificar si una de las válvulas de corte del sistema contra incendios estaba abierta para que el flujo de agua pasara para la cisterna y hacer uso de las bombas contra incendios.

Este joven de 25 años lleva seis en este centro, donde empezó como operador, luego fue jefe de turno y después, jefe de turno del centro de dirección.

«Aparte del temor, siempre existió las ganas de querer controlar el siniestro. Ya cuando sabíamos que estaban perdidos los cuatro tanques y luego de sofocar todo el incendio, la fase recuperativa es muy difícil al ver devastado lo que se construyó durante tantos años y que en horas se volvió cenizas. El colectivo tiene ansias de echar pa’lante, pensar qué vamos a hacer a partir de ahora.

«Todavía no se había extinguido totalmente el incendio y ya adoptábamos medidas de recuperación, nuestro equipo se ha tomado en serio la fase recuperativa y lo vamos a lograr», reitera Evert.

La destrucción de las llamas incluyó el laboratorio de ensayos químico-físicos, considerado el segundo mejor del país, con posibilidades de ejecutar más de 37 pruebas; además de los talleres eléctricos, el de maquinado, el de automática, una posta médica y la carpintería, además de tuberías de diversos diámetros deformadas, y tendidos y postes de electricidad y de comunicaciones.

Las pérdidas son millonarias, incalculables, solo atina a decir el joven, quien asegura que la candela llegó a alrededor de cien metros de los muelles de aguas profundas.

Ahora avanzan en la limpieza y recogida de escombros en todo el entorno, lanzamiento de tierra en áreas vulnerables, se ejecutó la prueba hidráulica de un tanque que saldrá pronto en servicio y cuenta con capacidad para 30 000 toneladas; se identifican los dos puntos dentro del supertanqueros del antiguo oleoducto Amistad.

Se delimitan las áreas afectadas y ejecuta la llamada guardia vieja en los campamentos improvisados. Se puntualiza el bombeo del agua a la caldera, pues de ella depende el calentamiento del combustible de las termoeléctricas Guiteras y la de Santa Cruz del Norte, además de que permite que se carguen los otros buques que trasladan el combustible a otras unidades generadoras del país.

«Tenemos la moral en alto, a pesar del cansancio, eso no se nota a menos que nos miren el rostro», afirma, mientras asegura que muchas personas quieren venir, pero las reservan para el momento en que el volumen de trabajo se intensifique.

Decidí quedarme

Yaxnel Montano Azahares, de 32 años y operador de los muelles, recuerda que durante la explosión llegaba en ese momento a la comercializadora de combustibles.

«Estaba conversando con otro compañero a la entrada del muelle cuando empezó a llover y de pronto veo un destello que cae sobre el tanque 52, entonces siento como un vacío y luego la explosión. Enseguida veo las llamas y rápidamente llamo a los bomberos y me dirijo a mi jefe de turno, a quien le pregunté si apoyábamos a los muchachos que estaban allá arriba apagando el fuego o íbamos al muelle porque teníamos dos buques en operaciones.  Nos enfocamos en las maniobras en el muelle, pues hacíamos trasiego de un buque a otro, paramos todas las operaciones, procedimos a cerrar las válvulas y desconectar los brazos de carga y después el desatraque.

«Empezamos a serviciar a los carros de bomberos con una toma de agua. Todo fue muy impactante, estuvimos toda la madrugada en el enfriamiento de los tanques aledaños y el que estaba incendiado. A las 5:30 a.m. era el cambio de turno, pero decidí quedarme junto a los compañeros que llegaban porque sabía que hacía falta mucha ayuda.

«Corrimos riesgo por la cercanía de las explosiones y por el peligro de asfixia en caso de que cambiara la dirección del viento», rememora, al tiempo que reafirma su disposición para laborar en lo que haga falta.

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