Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque. Autor: Archivo de JR Publicado: 10/09/2025 | 10:06 pm
Este 11 de septiembre sumarán 16 años desde que falló su corazón. Tenía entonces 82 y una vida intensa, versátil, de total entrega a la defensa de la lealtad y la justicia.
Pronunciar su nombre es desatar mil anécdotas, revivir la banda sonora de la Revolución cubana, evocar al héroe con alma de poeta que nos enseñó a no rendirnos, cuya sensibilidad y sencillez nos demuestra que es posible ser mejores seres humanos.
Ese era el Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, el hombre al que ni los grados ni los cargos ni el reconocimiento del mundo, le hicieron nunca alejarse de sus orígenes, de su historia; la del muchacho negro y humilde, al que, aunque hubiera deseado mucho estudiar, la precaria economía familiar solo le permitió cursar hasta el 8vo. grado.
El joven que copiaba versos de amor en una libreta y se extasiaba con las canciones de la época, que, para apoyar a su padre, único sustento de la casa y de sus 11 hermanos, desde los 11 años debió ejercer como albañil, limpiabotas, tractorista, limpiador de playa, entre otros muchos oficios, pero nunca abandonó su pasión por el conocimiento y la lectura.
El joven que mientras trabajaba como taquillero en el Balneario de la Universidad conoció al entonces estudiante de Derecho Fidel Castro Ruz, y al contacto con sus ideas revolucionarias descubrió que quería escribir la música y poesía nuevas que la Patria necesitaba.
Así, siempre junto a Fidel, fue sucesivamente el jefe de célula revolucionaria, el combatiente que con 26 años y una muda de ropa viajó hasta Santiago de Cuba para participar en el asalto al cuartel Moncada y conminado por un fiscal a arrepentirse aseveró con vehemencia: Sí, no le quepa dudas de que lo volvería a hacer.
El prisionero en el Presidio Modelo, en Isla de Pinos, que nutrió sus días de encierro con ejercicios y lecturas, mientras estimulaba su espiritualidad con simples detalles como el baño de sol matinal, el canto de las aves, la llegada de una carta o la visita familiar.
El expedicionario del Granma, ascendido a capitán y jefe de pelotón al final de la travesía, que emocionado con la nueva responsabilidad escribiría: ser jefe y soldado, respetar y ser respetado, y hablaba de cuidar y proteger a los hombres bajo su mando, una concepción que le acompañó toda su vida de dirigente.
El guerrillero que, entre la metralla y el cañaveral, en Alegría de Pío, definió con un grito la capacidad de resistencia del pueblo cubano: «Aquí no se rinde nadie…»; el combatiente ascendido a Comandante junto a Raúl, el jefe fundador del III Frente Mario Muñoz, que regaló la libertad a esas serranías y convirtió aquel enclave guerrillero en un puntal en la conquista del triunfo a las puertas de Santiago de Cuba; el dirigente consecuente que tras el triunfo del 1ro. de enero asumiría las más disímiles responsabilidades.
Con el carisma y sencillez que le fueron naturales, fue el jefe que no admitía chapucerías, que luchaba contra los errores no contra los hombres; enseñaba a ser exigente, puntual, concreto y justo, y en medio del fragor de las múltiples responsabilidades siempre encontraba tiempo para caminar por las calles, polemizar en un parque y honrar la memoria de sus compañeros caídos.
Quien haya compartido ese himno al sentimiento más universal que es La Lupe, lanzado un piropo a una mujer que quiere que la miren, o leído alguno de sus libros, que abundan en el pasado histórico de los cubanos, comprenderá la explicación que él mismo dio a un diplomático extranjero: «Aunque hice la guerra, compongo canciones de amor».
Ese es el hombre que honramos este 11 de septiembre; el compositor prolífico de más de 300 canciones de todos los géneros, el Comandante de raíz rebelde y alma de poeta que con el fusil al brazo y su proverbial sencillez, supo calar en el cariño de un pueblo.
Así lo recordaremos, desde lo alto de la Loma de la Esperanza, en las serranías del Tercer Frente, donde se conserva la poesía de sus pasos y desde donde hace 16 años sigue siendo inspiración para Cuba toda.