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Abrirse a nuevos derroteros

Con más de 50 exposiciones personales y colectivas y una beca de creación de la Uneac, el joven vueltabajero Lázaro Prieto González se adentra hoy en nuevos caminos de la plástica y piensa en el arte también desde la institucionalidad

Autor:

Dorelys Canivell Canal

PINAR DEL RÍO.— Llegó el momento en el que no bastaba con pintar. «La propia experimentación te traza derroteros que están compuestos por instintos y sensaciones. Y en esa búsqueda estoy, no de un sello, porque se habla del sello, del estilo y no creo mucho en eso, sino de la manera en la cual me pueda sentir más realizado, y para eso tengo que ir probando otras formas de hacer arte».

Así nos cuenta Lázaro Prieto González, joven vueltabajero, jefe de la sección de Artes Plásticas de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y especialista del Centro provincial de las Artes Visuales, quien ya no solo se conforma con el lienzo, sino que ha llevado consecuentemente las problemáticas que trataba con anterioridad en su obra, al video, al performance y a la fotografía, recurso este en el que explota sin límites su propia imagen.

«La idea es que la gente me vea como el punto plural de ciertas y determinadas cosas, es decir, que la imagen esté dentro de un contexto en el cual yo estoy incidiendo con una obra determinada», expresa.

—Entonces, tú formas parte de...

—Soy parte de todo un suceso y no un ente aislado. Quizá con la pintura no suceda igual, porque en ella uno maneja ciertos códigos abstractos, y la gente tiene que extrapolar su imaginación y creer diversas cosas. Pero cuando tú te pones en un sitio determinado, te contextualizas, explotas tu imagen hasta la máxima saciedad, y entonces creas un referente terrenal. Ahí la gente dice: este señor está involucrado en esa problemática.

«Yo siento que es importante acercar más a las personas y explotar esa imagen para que puedan entender, así una buena parte de la sociedad se siente identificada con lo que tú estás haciendo. Ahí no quedan lecturas ambiguas ni paradójicas».

—¿Qué problemáticas intentas reflejar en tu obra para que la gente se sienta identificada?

—Siempre trato de establecer un punto neurálgico entre cómo se concibe la creación, epistemológicamente cómo el artista la percibe, cómo forma parte de ella, y también la forma en que la gente maneja esos conceptos. Dejo entrever diversas problemáticas sociales que existen hoy. Pero en la actualidad busco la manera de criticar el arte y los conceptos, y a partir de ahí establecer diversos puntos que abran diversas lecturas.

«He ido haciendo otras cosas que vinieron de la mano de la pintura. Sobre todo cuando pinto, no dejo de cuestionar esos fenómenos, pero desde la posición abstracta. Eso lo hacía más por las sensaciones, por liberar espiritualidades, pero sentía que no le estaba llegando al espectador común.

«Trabajaba casi para un grupo elitista, para la gente que se conoce como los entendidos, o de la intelectualidad y eso provocó que me fuera preocupando por otras cosas, como pararme frente a un espejo y ver las potencialidades o las debilidades que tiene el ser humano y que yo también tengo.

«El hecho de dibujar y pintar bastante me hizo ver que la pintura suele ser como un ancla en tierra, que si no sabes moverla bien, si no buscas la variabilidad, puedes llegar a aburrir. Si no te replanteas cosas, si no piensas dentro de la misma creación qué estás haciendo, se te puede convertir esta en una pista de atletismo. Te enamoras tanto de lo que estás haciendo, que no buscas maneras de inyectarle otras lecturas, llegas un momento a ser tedioso, y la gente tiende a creer que estás hablando de lo mismo en diferentes obras. Entonces no hay una nueva visión de lo que se tiene por arte.

«Yo hice una síntesis de todo eso y llegué a la conclusión de que habían otras maneras de hacer y que en el contexto pinareño eran cosas que ya existían, pero que hacía falta explotarlas: utilizar más el video, el performance, la fotografía a gran escala, de más de un metro, y ver ese contacto con el público. Entonces ya no estás pendiente de la lectura subjetiva que pueda hacer una persona en una galería y que se lleva para sí».

Primera pieza del conjunto de pinturas de la serie Se acabó la obra y comenzó el discurso. Foto: Cortesía del entrevistado

—Pero es costoso hacer ese tipo de arte...

—Sí, es muy costoso. Una de las problemáticas actuales de los artistas jóvenes es cómo pueden buscar la vía más idónea para hacer su obra. Digna, de respeto hacia uno mismo y hacia la creación. Y en ese replanteo de cómo solucionar las cosas, uno tiene que aterrizar. Hacer una obra de arte cuesta. A veces uno pone ciertas cosas en la balanza, y ve los precios de los materiales en el Fondo de Bienes Culturales y se empieza a replantear diversas cosas: ya no estás pensando en exhibir la obra de arte, sino en ver cómo reponer ese dinero que empleaste.

«En este minuto el artista joven no piensa mucho, para no ser absoluto, en el factor de la legitimación, de exponer como se hacía antes, sino de buscarle la partida doble y que su obra tenga un fin comercial. Y esa es una de las grandes problemáticas que tenemos que plantearnos. ¿Cómo darle cabida a un grupo grande de jóvenes en el que la mayoría no está pensando en hacer un producto legitimado?».

—¿Son estos temas asunto de debate y polémica entre los creadores?

—A raíz del Congreso de la AHS salieron muchos criterios alrededor de esto, pero también en el poscongreso siguen saliendo temas que afectan la creación. El tema económico siempre va a estar presente, esos son aspectos muy ásperos y que hay que saberlos tocar. El artista puede sentir que lo representan institucionalmente, porque le estás dando un espacio; pero a la hora de hacer la obra no siente con igual fuerza esa representación.

«Estamos ahí porque somos la vanguardia joven, pero también tenemos necesidades, y muchos tienen hijos y quieren vivir de su obra. Quizá la idea utópica de que vamos a vivir para el arte hay que traerla a la contemporaneidad, y ver de qué manera puedo vivir de lo que hago sin violar los postulados y las políticas culturales».

—En la mayoría de los encuentros se dice que se necesitan más espacios, más caminos para la superación. ¿Es que en realidad no existen, o no son suficientes los que hay?

—Hay jóvenes que pertenecen a la AHS que no saben qué es la AHS ni qué es ser un joven creador, y hay que saber por qué tú estás ahí. Y hay que saber qué es una institución sin fines de lucro.

«La superación casi no existe entre los jóvenes creadores pinareños, no ves un interés marcado por intercambiar a diferentes niveles, por traer gente de otros sitios a tu provincia para dinamizar algo que tienes. Las becas, por ejemplo, las tenemos a la mano y no se explotan suficientemente, yo no recuerdo de artes plásticas a un creador que haya enviado algo para aplicar a una beca. Entonces, ¿hasta qué punto es cierto que yo necesito espacios, si no soy capaz de explotar los que tengo? ¿Hasta qué punto puedes exigir si tu creación en lugar de ir en ascenso va hacia atrás? A veces creo que se llega a esos espacios a hacer catarsis  infundadas.

«El espacio está, lo que hay es que cuestionarse muchas veces si el talento y la creación van a llenar y a legitimar esos espacios. En la asamblea provincial dije que somos el arte que sucederá, pero va a suceder en la medida en que nosotros seamos capaces de mostrar con la obra lo que verdaderamente podemos representar».

—¿Qué pasa con los jóvenes que sí quieren trascender, los que abogan porque la AHS sea mejor?

—Hay muchos artistas que tienen la bandera de las metas altas,  pero actualmente la institución no está preparada para representar todas las maneras de hacer arte de los jóvenes. Ejemplo, en Pinar del Río no hay una galería con el equipamiento tecnológico necesario para hacer una exposición de video, quiero decir luces, video beam y que no se apague. Cuando un artista viene graduado del ISA y pretende hacer un performance y quiere pintar toda la galería, el primer freno es que no puede hacer eso porque no hay material para reponer.

«Y hay que explotar la promoción, no es solamente enviar una nota al periódico o a la televisión. Es salir de la galería, dialogar críticamente con esa obra, hacer visitas, talleres, hablar con la comunidad sobre ese artista».

—¿Cómo crees que pueda aportar la creación artística al futuro de Cuba y su proyecto de nación?

—La creación genera sensibilidades. Nutrirte de lo más valioso culturalmente te hace no perder identidad. A nosotros nos cuesta trabajo conocer aquello que nos circunda, que nos rodea. La cultura es la herramienta más idónea para ayudar al ser humano a convertirse en mejor persona; pero también creo que un mal aprovechamiento, una falta clara de visión y de misión de los gestores de la cultura puede traer una malformación y una transformación errada del propio concepto de sociedad en el cual estamos viviendo.

«No podemos dejar perder las cosas importantes que hoy compartimos, de resaltar y jerarquizar lo que realmente nos identifica como nación. Eso nos va a ayudar a crecer como un ser humano mejor, quizá como país nos demoremos un poco más, porque es un proceso más lento. La cultura y la creación están muy aparejadas al desarrollo del hombre, y en la medida en que nosotros seamos capaces de llevar las dos cosas a la par, vamos a tener un resultado favorable, de lo contrario estaremos atravesando un proceso malformado de visualizaciones colectivas, es decir, no vamos a tener muy claro lo que queremos».

—¿Cómo quieres que sea Pinar y cómo quieres que sea Cuba, esa ciudad en la que vives dentro del país que amas y sueñas?

—Yo quisiera, sobre todas las cosas, que Pinar del Río fuera un ciudad más culta, más culta en todos los sentidos: desde evitar arrojar un papel en una esquina hasta llegar a una institución y que seas recibido con cortesía; pero también veo que nos hace falta tener una ciudad más viva culturalmente, llena de muchos sonidos; donde las experiencias sean escuchadas y transmitidas, pero que se puedan poner en práctica. Y debemos prestarle más atención a lo que nos ha identificado como nación, darle el papel y la preponderancia que lleva la cultura como conjunto, para lograr un bien común para todos.

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