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Las cantidades hechizadas de la imagen martiana

David Leyva pertenece a la estirpe de usuarios ilustres —Emilio Cueto, Leonardo Sarría, Axel Li— que han enriquecido nuestro aprendizaje cultural y bibliotecológico cada vez que acceden a la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí (BNCJM)

Autor:

Amado René Del Pino Estenoz

Luego de que José Lezama Lima publicara en la revista Casa de las Américas en 1966 su texto cardinal Paralelos. La pintura y la poesía en Cuba (siglos XVIII y XIX), quedó rescatado para el acervo intelectual de su generación una dimensión de la cultura insular en la que el poder sugestivo de la palabra se imbricaba con los grandes paradigmas de la visualidad antillana. Esa fascinación de la ensayística lezamiana por la imagen que trasciende más allá de la circunstancia técnica, socio-cultural e ideo-estética que la originó; la he advertido en David Leyva González (Cienfuegos, 1981), autor de una contundente obra investigativa en la que José Martí actúa como leitmotiv en sus múltiples artículos, conferencias y monografías.

Si bien los exponentes de los estudios iconográficos en Cuba nos han aportado aproximaciones de notable calibre sobre la visualidad martiana —Martí, comunicador visual de Jorge Bermúdez ha devenido un clásico en la materia—, David Leyva ha propuesto claves interpretativas en torno al impacto de los códigos estéticos y simbólicos en el trabajo periodístico, literario y patriótico del Apóstol. Dada su proximidad con la generación de los nativos digitales, Leyva González ha propiciado la concepción de expectativas inéditas hacia la obra martiana, cada vez más atrayente e ineludible en los tiempos de las redes sociales, la publicidad subliminal y las batallas de opinión.

David Leyva pertenece a la estirpe de usuarios ilustres —Emilio Cueto, Leonardo Sarría, Axel Li— que han enriquecido nuestro aprendizaje cultural y bibliotecológico cada vez que acceden a la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí (BNCJM) en busca de evidencias documentales y certezas cognitivas. Luego de materializarse su participación en el espacio de Colección Cubana Sobre una palma escrita —uno de los platos fuertes de la programación cultural de la BNCJM— descubrimos sus dotes de comunicador público, puestas de manifiesto frente a un auditorio diverso que se motivó por indagar los aportes de Martí a la sensibilidad moderna y a los códigos expresivos de su contemporaneidad. 

—¿Con cuáles alicientes cuentan los exégetas martianos a más de un siglo de vida del Apóstol?

—Yo creo que José Martí, desde su posición de corresponsal en Nueva York para diarios latinoamericanos y desde la aguda perspectiva de viajero que escribe, absorbió tan bien los tiempos modernos que los exégetas difícilmente pueden sentirse defraudados si vuelven a los diarios, a los apuntes, a las crónicas, a la poesía. Es cierto que hay un gran reto: buscar ángulos de análisis diferentes, pero aun para esa labor, el contenido de sus textos no deja de sorprendernos. Ocurre con él ese misterio de los autores clásicos que aun en segundas o terceras lecturas nos atrapan con una analogía o una imagen no antes percibida. El estilo de Martí tiene una hibridez desconcertante. Se mueve bien en oraciones largas o cortas, puede filosofar en imágenes, hacer un cuento en dos líneas, aparecer y desaparecer él mismo como personaje y no abandonar la poesía aun escribiendo una circular de guerra. Todo esto es muy estimulante y le asegura trascendencia; es como si leyésemos a un encantador de serpientes de la palabra.

—¿Qué perspectivas de investigación ofrece la consulta de documentos primarios —periódicos, folletos, manuscritos— para develar el impacto de la obra de Martí entre sus contemporáneos?

—Siempre es bueno ir a los documentos primarios, y en esto debemos acabar de entrar al siglo XXI pues lo que se digitaliza no está al alcance de todos. Una carta de Martí puede estar acompañada de un dibujo suyo, un poema puede estar en el papel de una casa de imprenta especializada en traducciones donde trabajaba para ganarse el pan, la propia revista suya para niños está patrocinada por una compañía de seguros de vida y la pasta de diente Colgate. El periódico original te brinda datos del consejo de redacción, del partido político al que está adscrito, grabados,
viñetas, tipografía, erratas, cuando todo eso se filtra para publicar en libro, se pierden informaciones. La edición crítica rescata buena parte de esos datos, pero a veces los textos martianos fueron replicados con variaciones en otras publicaciones cubanas y latinoamericanas y no se pueden poner todas las versiones. Los manuscritos continúan siendo de difícil acceso y tener una colección de periódicos originales te permite conocer hasta donde fue leído Martí en su tiempo.

—¿Cuánto incentivó a la sensibilidad estética de Martí haberse insertado en el ámbito artístico y literario de Nueva York de las últimas décadas del siglo XIX?

—Mucho, porque es una ciudad que creció exponencialmente en esos años. Acaparó riquezas, emigrantes, culturas, lenguas, avances tecnológicos, arquitectónicos, cuadros rechazados en Europa, creadores con patria sin libertad como el propio Martí. No es un espacio afectuoso, pero el que tiene talento y brío se abre camino. De hecho, el escritor cubano, con disciplina de trabajo intelectual admirable, logra sobrevivir y ayudar a su familia en Cuba. Martí muestra al latino en sus crónicas lo que es el batallar diario en una urbe gigantesca. La multitud de sucesos, los contrastes, el espíritu de crear, innovar, producir, vender. Es testigo de la inauguración del puente de Brooklyn, y de la llegada de la Estatua de la Libertad, pero a su vez sufrió cuando vio la avaricia yanqui en el caso Cutting o cuando describe en el Coney Island a aquel «desventurado hombre de color que, a cambio de un jornal miserable», estaba día y noche con la cabeza asomada por un agujero para servir de tiro al blanco y con la tarea de hacer movimientos ridículos y extravagantes muecas cuando lo golpeaba la pelota.

«Sin Nueva York no existirían las Escenas norteamericanas y buena parte de Ismaelillo, Versos libres y Versos sencillos, es decir, la parte más extensa y estilísticamente más compleja y sustanciosa de la prosa y el verso martianos». 

—¿En qué medida la crítica de arte de Martí comparte códigos expresivos presentes en la ficción narrativa, la crónica y la epístola?

—Esa vinculación de códigos expresivos se produjo en diversos géneros literarios.

«En su obra más importante de ficción narrativa, la novela Lucía Jerez, hay un personaje femenino que es una pintora: homenaje a su hermana fallecida en México, Mariana Matilde; y a su pintor mexicano predilecto, Manuel Ocaranza.

«El estilo de las crónicas de 1886 tiene una correlación visual con la segunda exposición de pintores impresionistas en Nueva York, donde utiliza una descripción de colores primarios para definir figuras o grupos de personas y una mirada ágil y audaz al contar, semejante a la paletada suelta de esos artistas franceses.

«La fascinación del cubano por la obra de Goya la encontramos bien detallada en las cartas que le hizo a su amigo uruguayo Enrique Estrázulas.

«Casi paralelamente a su carrera de escritor, transitó la experiencia de Martí como crítico de arte. Tal como lo hiciera Charles Baudelaire —con quien guarda mucha semejanza—, el poeta cubano describió y comentó obras de arte de 1875 a 1894. Por tanto, escritor y crítico de arte más que dos labores separadas fueron dos ejercicios complementarios».

—¿Cuánto contribuyó al acervo profesional de las actuales generaciones de martianos, haberse graduado de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana?

—El seminario martiano inaugurado por Fernández Retamar, en la Facultad de Artes y Letras que luego continuó por muchos años Ana Cairo y que hoy imparte la investigadora amiga Lourdes Ocampo, es esencial para esa renovadora mirada a la obra de Martí. Al impartirse en el último año de la carrera, el estudiante, con más herramientas de análisis, vuelve a leer los textos martianos. Puede que al principio lo haga con desconfianza  —«otra vez Martí», deben pensar muchos—, pero una vez que leen sus textos descubren que esa angustia política por una Cuba más digna sigue latente, que ese deseo de expresar las ideas y esa imaginación para hacer analogías no ha caducado, y una y otra vez la sinceridad y sacrificio del poeta nos son necesarios, y volvemos a leerlo y volvemos a interpretarlo y algo bueno siempre se cuece detrás de esa experiencia.

—¿Se siente reconfortado al formar parte del equipo de trabajo de Literatura del Centro de Estudios Martianos?

—Amigos que estimo mucho como Salvador Arias, Caridad Atencio, Mauricio Núñez y Mayra Beatriz Martínez han acompañado mi vida laboral en el equipo de Literatura. El solo hecho de haberlos conocido, de habernos leído nuestros manuscritos y compartir buenas y malas noticias ha valido la pena. Recién graduados de Letras e Historia del Arte también renuevan el departamento y le dan mejores aires. Nuestro proyecto es abierto e inclusivo: «Relecturas martianas. La ampliación del paradigma. Estudio de las zonas poco exploradas de la obra de José Martí»; de ahí han emergido excelentes libros y reconocimientos.

«La Literatura siempre reconforta: es la aerolínea más económica para viajar y aprender».     

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