Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Merienda (de la serie Vocablos olvidados)

Con las nuevas fórmulas de gestión económico-social se ha manifestado un ligero renacer de la palabra merienda, pero a muy bajo nivel, en escogidos espacios y para un selecto grupo

Autor:

JAPE

Mi amigo Floro, que es un eterno investigador y defensor del patrimonio y la cultura cubana, me ha comunicado que trabaja con profundo interés en una serie de palabras que ha nombrado vocablos olvidados.

Según me ha dicho, son términos que formaban parte de nuestro lenguaje normal, natural, que con el tiempo y otras condicionantes internas y externas, objetivas y subjetivas, han ido desapareciendo de nuestro día a día.

Hoy, mi querido cofrade, me habla sobre la palabra merienda.

Para aquellos que ya sobrepasan el medio siglo de vida lo primero que viene a la memoria es aquella inolvidable hora en que sonaba el timbre del receso escolar y salíamos al patio de la escuela a recibir nuestra porción de dulce y refresco.

Masarreal, tortica, marquesita, rollito, panqué… eran los protagonistas, junto al refresco gaseado marca Son, de botellita. Por supuesto, todos terminamos narrando cómo nos tirábamos los dulces y batíamos el refresco para que saliera a chorros de la botella como manguera de bombero. No costaba nada, no le dolía a nadie… bueno, a menos que te metieran un panqué por un ojo. Eso solía suceder y sí duele. De aquella época guardo como imborrable tatuaje mi incontenible adicción al masarreal y la gaceñiga.

Otro momento cumbre de la palabra merienda fue la época del CUC y los custodios, allá por la segunda mitad de los 90 y principios del siglo XXI. Muy popular por entonces llegó a ser el pan con jamón y la latica de refresco que daban a algunos trabajadores del área turística o protegida de la economía, y que de manera espontánea y sin mucho apego transferían a quienes no gozaban de dicha prebenda. Nadie tiraba la merienda de un custodio porque costaba un CUC, o sea, 25 pesos en moneda nacional, que significaba el diez por ciento de muchos salarios.

En las «florecientes» dos primeras décadas del presente siglo, la palabra merienda tomó un significado de convocatoria efectiva. Reuniones, eventos, talleres, exposiciones, ruedas de prensa, aseguraban la asistencia requerida y más, si gozaban de un reconocimiento público atractivo que se resumía en una pequeña frase: ¡Ahí dan buena merienda! Fue entonces cuando el vocablo de marras, a causa del notable concepto empresarial y de negocio que comenzamos a manejar, se vio por momentos desplazado por otras voces: bufet, refrigerio, coctel…

Con la entrada del quinto lustro del siglo XXI, paulatinamente fue desapareciendo todo este «andamiaje» gerencial y, de manera paralela, la querida merienda, o meriendita, que disfrutábamos en centros de trabajo, visita a amigos, actividades extracurriculares, también fue desapareciendo. Se convirtió en algo del pasado, una costumbre vintage, a tal punto de que solo se escuchaba hablar de merienda cuando alguna madre o padre comentaba al borde de un ataque de nervios: ¡Ya no sé qué inventar para que el niño lleve merienda a la escuela!

No obstante, con las nuevas fórmulas de gestión económico-social se ha manifestado un ligero renacer de la palabra merienda, pero a muy bajo nivel, en escogidos espacios y para un selecto grupo. De igual forma, lo importante es que no se pierda el vocablo y, por ende, el lenguaje.

 

 

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.