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Cien metros de historias

Un recorrido en el tiempo por el rendimiento masculino en los 100 metros planos del deporte rey

Autor:

Abdul Nasser Thabet

Sería inapropiado, sin sentido y hasta estúpido discutir sobre gustos, preferencias o el índice de pálpitos que produce determinado suceso en el miocardio de los amantes de la actividad deportiva, pues mientras unos brincan y se retuercen ante alguna pirueta espectacular, otros se cocinan el estómago si muerde el fango su exponente favorito.

Pero en lo que todos coinciden, lo que a todos eriza y hace babear como a cachorros postrados ante hueso de dinosaurio, es «vacilar» a hombres y mujeres destrozando plusmarcas, haciendo del esfuerzo un ejercicio cotidiano, más atractivo que una suite en Ibiza y a veces con el mismo esfuerzo que supone freír un huevo.

Precisamente de varios de esos súper atletas escribiré alguna que otra vez. Aludiré a marcas espectaculares, sobre todo en el atletismo y la natación, a proezas insuperables ante los ojos de muchos, pero pulverizadas en múltiples ocasiones, como si lo imposible fluctuara al ritmo de los vaivenes del petróleo.

Y es que cada vez que desbaratan un récord viene la exclamación: «Qué va, este si no hay quien lo rompa». Recuerdo a Bolt o a Michael Phelps y me río.

Comenzaré con un recorrido por los 100 metros planos del deporte rey. Ustedes solo lean y rememoren, si tienen suficientes años en las costillas, claro está.

Les adelanto que entre los hombres hay un 65 por ciento de recordistas de Estados Unidos, un 25 de Jamaica y un diez del resto del orbe.

El tope actual ya lo conocen: 9,58 segundos con firma de otra galaxia, pues ese Usain Bolt no es jamaicano ni terrícola.

Allá por 1912, correr el hectómetro no era tan atractivo como hoy en día. El tope mundial entonces estaba fijado en 10,60 segundos y le pertenecía al norteamericano Donald Lippincott. Duró casi una década, hasta que su compatriota Charles Paddock lo «rebasó» (10,40), con una considerable mejora de 0,20 segundos.

En 1930 el también norteño Percy Williams estampó 10,30 segundos y seis años más tarde el mítico Jesse Owens, de Estados Unidos, se adjudicó nuevo registro planetario (10,20). Por supuesto que con el tiempo, y como dicta la lógica, la diferencia entre un crono y otro se fue reduciendo, aunque por un largo período se pusieron de acuerdo para mejorar solo diez centésimas.

Así, en 1956, Willie Williams (EE.UU.) paró los relojes en 10,10 segundos. En el 60 fue el turno del alemán Amin Hary (10,00) y ocho años más tarde Jim Hines (EE.UU.) registró 9,90, convirtiéndose en el primer humano en romper la barrera de los diez segundos.

Hasta ese momento se utilizaban cronómetros manuales, y con la llegada de instrumentos más precisos se revisaron algunos topes precedentes. Por ello supuso nueva plusmarca el 9,95 que hizo Hines en las Olimpiadas de México 1968, números incólumes hasta 1983, cuando su coterráneo Calvin Smith lo llevó hasta 9,93 segundos.

Entonces llegó el legendario Carl Lewis y firmó una centésima menos en 1988. Tres años después Leroy Burrel, igual de Estados Unidos, marcaba 9,90 con reloj electrónico a lo que Lewis respondió con 9,86 antes de terminar esa temporada. La batalla estaba planteada y Burrel devolvió el cumplido (9,85 en 1994).

El canadiense Donovan Bailey estampó 9,84 en 1996 y en 1999 llegó el turno de su vecino sureño Maurice Greene (9,79).

Hasta ahí llegó el reinado de Estados Unidos, pues comenzó la era de los reggae boys con Asafa Powell como primer jamaicano en implantar tope planetario (9,77 en 2005 y 9,74 en 2007).

Luego, pues lo que vino todos lo conocen, un Usain Bolt que da calambres y pica-pica cada vez que sale a la pista. En 2008 manchó el papel con 9,72 y 9,69. Un año después, la apoteosis (9,58 y promesas que quitan el sueño).

Este fue solo un adelanto. Me propongo traerles además el rendimiento de las mujeres en el hectómetro y continuaré con los 200 metros, 110 metros con vallas y los 800 metros. ¿Quieren más?

 

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