El espectáculo y la preparación no tienen porque estar separados a la hora de concebir el pasatiempo nacional. Autor: Abel Rojas Barallobre Publicado: 01/03/2018 | 07:53 pm
Desde que se anunciara la serie especial en diciembre, durante una sesión de la Comisión de Salud y Deporte del Parlamento, la idea generó mucha expectativa. Algunos pensamos que podría ser el primer pitcheo de un buen juego que sirviera para sacudir al béisbol cubano de una rutina que no está rindiendo los mejores dividendos posibles, o al menos, no los que la afición quiere.
Si bien el proyecto presentado entonces parecía el reconocimiento de la necesidad de restructurar el calendario nacional, o dotarlo de un campeonato que concentrara, aún más, la calidad, adolecía de la falta de incentivos para garantizar un espectáculo con todos (o la mayoría) de los ingredientes posibles.
Ahora, que la serie ya tiene calendario y un propósito supremo: preparar a la preselección nacional de la cual se conformará el equipo para los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla, se confirmó que no será un torneo en sí, sino la aplicación de una nueva metodología de entrenamiento, que parte de tener reunidos a los atletas el mayor tiempo posible.
Como fórmula para diseñar estrategias integrales que contribuyan al desarrollo del pensamiento táctico de nuestros jugadores (y de los técnicos también) es una idea loable, pero quedan muchas dudas en cuanto a su éxito como proyecto que movilice a la afición.
Esta serie especial, dejémoslo claro, no será un campeonato que trascienda por su regularidad. De hecho, su calendario anual estará determinado por las competencias internacionales de cada temporada.
Se podría pensar, con los mismos recursos, en un certamen que articule preparación con espectáculo, que ofrezca más rivalidad que la propia Serie Nacional y que enamore a la afición. No todos los días se llenan los estadios, pero verlos exageradamente vacíos sería, desde mi punto de vista, un error estratégico para nuestro deporte nacional.
Las necesidades de superación técnico-tácticas son urgentes y enormes, pero también lo es la avidez de los públicos cubanos por disfrutar, en vivo, de un béisbol que se acerque a lo que perdura en el imaginario de los más longevos y a la pelota que los jóvenes siguen por las más diversas vías tecnológicas de la modernidad.
Ganemos en Barranquilla. Ganemos otra Serie del Caribe. Ganemos en Lima, y en los olímpicos de Tokio. Ganemos, por qué no, un Clásico, pero ganemos, también, más afición en Cuba.