Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Heberprot-P hace historia en Maracay

Testimonios del buen resultado en Venezuela de este producto ciento por ciento cubano para las úlceras del pie diabético

 

Autor:

Juana Carrasco Martín

MARACAY, estado de Aragua.— A cualquiera se le encoge el corazón al entrar en la sala de curas del CARPO; las heridas son terribles, lacerantes de la piel y del espíritu, por renuentes a cerrarse… las úlceras de pie diabético constituyen una puerta abierta a la amputación. Pero la historia es ya otra en Venezuela y mucho tiene que ver en ello el Convenio Cuba-Venezuela y una maravilla de la ciencia cubana.

Probablemente la señora Dalila Raphael de Vangriken, vecina de esta ciudad al occidente de Caracas, y su esposo Julián Vangriken, no tengan ni la menor idea de que el Heberprot-P, producto para el tratamiento de las úlceras del pie diabético, que le aplican a ambos en el Centro de Atención Regional de Podología (CARPO), es bien reconocido por una parte importante de la comunidad científica mundial y que hace un par de meses, exactamente en mayo de este año, obtuvo en la Exposición Internacional de Invenciones de Ginebra, Suiza, el Premio al Mejor Inventor Joven.

En definitiva a ellos no les ocupa mucho ese lauro, pero sí saben a ciencia cierta lo magnífico de la terapia. La señora nos muestra su pie izquierdo, prácticamente cicatrizado y del que apenas perdió el dedo pequeño, cuando el pronóstico era la amputación… Y en la cama colindante del saloncito de curaciones dejan aséptica la herida abierta en el área plantal derecha de Julián.

El ángel de la guarda de Dalila llegó en la figura de un taxista que le recomendó enfáticamente: «Vaya al médico cubano; hay un centro aquí en Maracay que es lo mejor que hay, hacen milagros». Como la fe es lo último que se pierde, aunque no sin ciertas aprensiones, acudió un feliz día al Centro de Atención Regional de Podología y ahí encontró el remedio santo.

«Espectacular la atención. Llegué muy mal, con el dedo infestado; ya llevo ocho meses de tratamiento y véalo usted misma. Me operó un doctor cubano, Armando, cuando pensé que iba a perder el pie, porque estaba negro, y yo soy diabética. Ya puedo caminar y usar zapato», dice sonriente quien es ya una estadística positiva en esta institución de salud venezolana inaugurada hace cinco años, y que ha visto mejorar el nivel de curación de sus pacientes desde que comenzara a aplicar el Heberprot-P.

Por estos días, en la capital cubana se abrió una exposición de productos y servicios del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), porque la institución, inaugurada por el Comandante en Jefe Fidel Castro en julio de 1986, cumplió 25 años de un continuo quehacer científico que ha dado importantes aportes a la salud humana, entre estos el Interferón, tan fructífero y reconocido internacionalmente como el Heberprot-P, aunque haya quienes no quieran ver y hasta nieguen el desarrollo científico cubano. Los Vangriken tampoco saben de este acontecimiento, pero ahí está su testimonio de salud, al igual que el de cientos de personas agradecidas en toda Venezuela.

En CARPO hablan del producto médicos y enfermeras —todos venezolanos—, cuyo trabajo es acompañado aquí solícitamente por el doctor Eliud Rivero, un destacado angiólogo villaclareño —nacido en el pueblito de Cascajal—, quien lleva ya un año de misión en Venezuela, y de quien todo el personal del centro, tanto como los pacientes, se expresan con encomio por su saber y su trato humano, al igual que el de Frank Torres Valdés, ingeniero que procede del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de La Habana, y promotor aquí del Programa de atención integral a pacientes con pie diabético.

Porque las opiniones de los enfermos son avaladas por los especialistas. Así lo hizo la licenciada en Enfermería Ana Karina Páez, siete años en la profesión y dos de ellos en este Centro tan especial, quien asegura: «Nos va muy bien; hemos visto muchos resultados con el Heberprot, que se aplica desde que estoy aquí en el centro, pues se comenzó con el doctor Armando González y ahora seguimos con el doctor Eliud». Mientras, para la enfermera María Granadillo, quien lleva un año de labor en el CARPO, «su aplicación es de maravilla, excelente; hacemos lo mejor posible con este medicamento de muy buenos resultados, que nos ayuda en el proceso de cicatrización de las heridas».

La doctora Glenis Castillo tiene 16 años de experiencia profesional, fundamentalmente en Pediatría, pero ahora está dedicada a esta atención y a pesar del corto tiempo en la institución médica ya puede asegurar que «el tejido crece más rápido y también el proceso de curación es menos traumático y se acelera».

Con la doctora Ana Rodríguez y la licenciada en Enfermería Eneida Camacho hay dos pacientes diabéticos que vienen a Maracay, la capital de Aragua, desde la bien distante Ocumare de la Costa para tratamiento preventivo; son el matrimonio Félix Osorio y Dominga Silva de Osorio, ambos de 74 años de edad. Los cuatro hablan espontáneamente y con gusto de las relaciones con los médicos cubanos, primero con Armando y ahora con Eliud, y las califican de «muy positivas, porque hay mucho que aprender de ambos, en lo profesional y en lo humano, así como lo que han aportado en el conocimiento de la terapia del Heberprot».

«Eliud nunca se niega a ver a ningún paciente y tenemos muy buenas relaciones», puntualiza la médica venezolana, que supo del producto durante un Congreso médico en Cuba, donde pasó un entrenamiento.

«Somos seis médicos en el Centro de Atención Regional de Podología y cuatro directamente atendiendo las úlceras, además de 16 enfermeras. Tenemos mucho éxito con esta terapia, porque antes había pacientes de muy larga data, dos años o más, y ahora se aplican entre 16 y 23 ampollas, en días alternos, para lograr la cicatrización», afirma.

«Y es duro el trabajo, hasta 50 curas en turno de la mañana y hay días de hasta 70-80, porque mientras estén los pacientes hacemos la atención. Como resultado, muy poco nivel de amputaciones».

El apoyo del CDI

Una alianza muy especial ha fortalecido el trabajo del CARPO y también está ahí la mano solidaria de los cubanos. A ese descubrimiento de otra puerta abierta a la esperanza nos llevó la defectóloga Ana Nicolau Blanco, una villaclareña de nacimiento, residente en La Habana Vieja, que acá es la jefa de atención a los colaboradores cubanos en el estado de Aragua.

Se trata de la integración del CARPO con el Centro de Diagnóstico Integral (CDI) Alayón, ubicado casi pared con pared y cuyo apoyo es muy importante para el proceso de la terapia en casos de complicación mayor, tratamientos más prolongados y que requieren hospitalización. De forma permanente, diez camas están dispuestas para este servicio médico que sí es prestado totalmente por los colaboradores cubanos de la Misión Barrio Adentro.

Aquí parece que está totalmente prohibida la palabra gangrena y amputación y al cuidado esmerado de los hospitalizados, dando su mejor esfuerzo en combatir tan terrible enfermedad y sus complicaciones, estaban ese día dos enfermeras cubanas de gran experiencia como intensivistas, pero ahora asistiendo a este tipo de pacientes con traumas fuertes, heridas profundas, que no pueden moverse de la cama y requieren de mucha atención.

Eran la licenciada Ana Ibis Naranjo, de Las Tunas, 24 años en la profesión y desde septiembre de 2010 en Venezuela, y María Victoria Basulto, 22 años en la enfermería, camagüeyana de Najasa, quien carga con el dolor personal de haber perdido un hijo, pero lo transforma en satisfacción al saber que ha contribuido a salvar a Régulo, que ya se va con sus pies sanos.

Ese era el acontecimiento feliz en la sala del CDI donde se atienden los pacientes del CARPO: Régulo Games, quien hace seis meses llegó desde la distante ciudad de Puerto Ayacucho, capital del estado de Amazonas, ya se disponía a regresar a su casa.

«Tengo mis pies completos; perdí un solo dedito», dice con sonrisa plena. «Esto se lo debo a la linda gente cubana y al personal venezolano. Gracias a Dios me conseguí buenos médicos, los doctores Carlitos y Eliud». Y la hermana puntualiza: «Se han portado de maravilla. Sus lesiones eran grado 5, que normalmente se amputan; así nos dijeron en varios centros hospitalarios a los que llevé a Régulo, y ya se va de alta, totalmente cicatrizado».

En la cama de al lado está José Mora, quien era trabajador de la Aduana en el aeropuerto de Maiquetía, labor que tuvo que abandonar por el agravamiento de su enfermedad: osteomielitis y pie diabético grado 5. «Me querían cortar el pie de la rodilla para abajo. Tres veces me han salvado el pie aquí, donde llevo dos años atendiéndome. Mire, cuando Eliud se fue de vacaciones a Cuba nos quedamos como asustados, porque es bien bueno el trabajo de este médico cubano».

Para las licenciadas en Enfermería hay motivos profesionales que dejan asentados como parte de una ética que tiene mucho que ver con su condición de internacionalistas cubanas: «Puede estar segura que cuando regresemos llevaremos una experiencia lindísima para Cuba: seremos mejores como personas y profesionalmente, con conocimientos mayores. Hay pacientes a los cuales tenemos que hacerles de todo, incluso hasta limpiarlos, porque algunos no tienen ni siquiera un familiar que los cuide. Oiga, si a eso vinimos, a servir».

Y la tunera le lleva el almuerzo a Jesús Barroso, cuya voluminosa humanidad reposa en la cama adonde llegó con gangrena gaseosa, y ya mueve el pie y habla de su esperanza, la que le trajo «la buena gente de Cuba de Barrio Adentro, quienes con sus cuidados en este proceso que sé es lento, me van a permitir salir caminando, porque ellos añaden a la medicina su cariño y el empeño que le ponen, y eso es lo más estimulante».

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