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Lo que no se dijo del encuentro Biden-Duque

La primera entrevista del Presidente de EE. UU. con un mandatario latinoamericano tuvo lugar apenas a 72 horas de que empiece el proceso electoral en Colombia

Autor:

Marina Menéndez Quintero

PRIMERO fueron las «preocupaciones» expresadas por el legislador Marco Rubio y asumidas por el director para el Hemisferio occidental del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Juan González, y por Victoria Nuland, subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos, en torno a una presunta «injerencia externa» o «problemas cibernéticos», que impedirían que sean los colombianos quienes decidan su voto en los cercanos comicios.

Ahora, una reunión del presidente Iván Duque con su homólogo Joe Biden antecede a las elecciones legislativas del próximo domingo en Colombia, jornada en la que también se escogerá, en internas, a los candidatos respectivos de las tres alianzas que participarán en las presidenciales del 29 de mayo junto a unos ocho candidatos independientes.

Resulta peculiar que, como apuntó un medio alternativo digital, «tuvieran que pasar» un año, un mes y 20 días desde la llegada de Biden a la presidencia para que justamente ahora, se diera la reunión. Según otros trascendidos, la cita había sido reiteradamente pedida por Colombia.

Tampoco puede pasarse por alto que la entrevista se ubique en el contexto de la operación militar rusa en Ucrania y las declaraciones precedentes de Biden de que Colombia era «un aliado importante no OTAN», condición ratificada por el estadounidense al término de la reunión, algo relevante para un Estado que disfruta ser, en efecto, soporte clave de Estados Unidos en Latinoamérica, lo cual lo torna en receptor privilegiado de su asistencia militar.

Según los primeros impactos informativos, en la cita se habría conversado acerca de temas migratorios —aludían a la presencia de venezolanos en Colombia, seguro para seguir haciendo propaganda contra el Gobierno de Nicolás Maduro—, y otros asuntos de la agenda bilateral como los desafíos de la actual coyuntura global; entre ellos la marcha de la democracia en América Latina y la confrontación en Ucrania, dijeron los trascendidos, sin dejar por fuera el cambio climático.

Sin embargo, es difícil no notar la coincidencia de que en 72 horas abrirán las urnas en Colombia, como preámbulo de un torneo electoral que se adivina trascendente si, como se anuncia, en mayo se vota mayoritariamente por un programa que signifique un cambio —seguramente nada radical, pero cambio— en su modelo económico y social.

Los sondeos se han adelantado mucho y, aunque todavía no ha sido formalmente electo como el candidato presidencial de la alianza Pacto Histórico, ya se sabe que del total de casi una veintena de aspirantes a ser candidatos, el progresista Gustavo Petro tiene las de ganar. Es lo que dicen las encuestas.

¿Acaso se habrán barajado variantes acerca de cómo asumir la estrecha relación bilateral, en caso de que ello se confirme?

Tampoco puede descartarse que estuviera sobre el tablero la millonaria ayuda militar que el Pentágono brinda a Colombia, y quede debe tener en dudas a más de un congresista estadounidense, habida cuenta de que ese poder debe certificar cada año la entrega de la asistencia.

Para ese desembolso, el legislativo de EE. UU. debe examinar, primero, cómo anda en Colombia el asunto del respeto a los derechos humanos, un aspecto que sigue dejando mucho que desear pues, como se sabe, los asesinatos de exguerrilleros acogidos a los Acuerdos de Paz y de líderes sociales y campesinos, van en aumento.   

No de balde, las primeras actividades de Duque en Washington fueron, precisamente, sus entrevistas con legisladores demócratas y republicanos.

Los reportes de la entrevista de Duque y Biden, como es usual cuando se trata de presidentes, fueron escuetos.

Pero en pocas oportunidades como esta parece tan interesante lo que no se ha dicho del encuentro.

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