La ambición desmedida de EE. UU. para obtener el control de las tierras raras y las fuentes de hidrocarburos, ha estimulado su política belicista contra Venezuela Autor: La Croix Publicado: 23/10/2025 | 09:41 pm
AL presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y a los empresarios que respaldan su gobierno de corsarios, en nada le interesa detener el tráfico de drogas hacia Estados Unidos, donde una mafia de intocables recauda miles de millones de dólares cada año por la vía de estupefacientes y ventas de armas ilícitas a costa de la salud de los jóvenes.
Lo único que le apura es controlar con urgencia el petróleo en la nación bolivariana que posee las mayores reservas del mundo.
Los velos ya cayeron y se los quitaron ellos mismos, al admitir lo que era público y notorio: derrocar al Gobierno legítimo del presidente Nicolás Maduro acusándolo falsamente de narcotraficante y eliminar a la plana mayor chavista, desde Diosdado Cabello hasta los oficiales bolivarianos garantes de la integridad del país y de la Revolución chavista.
La propia generala Laura Richardson, exjefa del Comando Sur responsable de las operaciones militares estadounidenses en el Caribe frente a las costas de Venezuela y Colombia, admitió abiertamente que la política de Estados Unidos en América Latina en realidad trata de controlar las enormes riquezas naturales de la región —petróleo, litio, oro y tierras raras—, necesarias para el poder militar y tecnológico occidental.
La intención de ese señor que quiso encubrir su criminalidad buscando un Premio Nobel de la Paz y concedido a una vulgar guerrerista con sanciones penales por violencia, María Corina Machado (que ahora se ve con más claridad por qué se lo dieron), es genocida como se interpreta de las bochornosas declaraciones de la subsecretaria de prensa de la Casa Blanca, Anna Kelly, quien ni siquiera se preocupó por encubrirlas.
Ella reveló abiertamente que «la estrategia de Trump no consiste en desplegar tropas sobre el terreno, sino en demostrar una superioridad militar abrumadora y usar ese poder para lograr fines políticos», e inmediatamente dijo que Trump estaba «dispuesto a utilizar todos los elementos del poder estadounidense», aunque tomó de manera poco inteligente el tema de la droga.
La situación es casi una copia al calco de los bombardeos con cohetes y aviones que destruyeron Bagdad, sus aeropuertos y cuarteles, antes de la invasión militar ulterior para apoderarse del petróleo, y esta se concretara con el mínimo de bajas estadounidenses, y la petrolera Halliburton, aliada del Pentágono, se hiciera de los pozos. Asesinaron a Saddam Hussein, y algo parecido ocurrió en Libia donde también mataron a Muammar al-Gaddafi.
Están desplegados todos los medios aeronavales y listas unidades de paracaídas y marines, según reportes de prensa con toda la artillería cohetera dispuesta, portaviones y torpederos y todo lo demás imprescindible para una gran operación militar, aunque varios analistas coinciden en que se trata de una demostración de fuerza en busca de un rendimiento de la dirección chavista para imponer un gobierno presuntamente con Corina Machado al frente.
Son especulaciones, pero lo sean o no, el Gobierno bolivariano ha indicado que no entregará la Revolución y ha desplegado también a todas sus fuerzas armadas con ese fin.
Lo que suceda, coinciden muchos analistas, no involucrará solamente a Venezuela, sino a Colombia también, y aquí se imbrica la ofensiva diplomática y las presiones que desde Washington, encabezadas por el propio Trump, se está ejerciendo contra el Gobierno del presidente Gustavo Petro, mientras que este denunció que hay presiones también contra Brasil para que no intervenga en ese escenario caribeño. Pero los pueblos de América Latina y del Caribe permanecen alertas y están anunciando la creación de grupos de voluntarios en apoyo a sus hermanos venezolanos.
La gran pregunta es: ¿por qué ese interés desmesurado en robarse el petróleo, el oro y las tierras raras de Venezuela ahora? ¿Está la Casa Blanca tan de-
sesperada por esas riquezas que no ha parado mientes en colocar esa bomba de tiempo que puede acarrear consecuencias trágicas para la paz mundial?
Datos oficiales de las proyecciones de la Administración de Información de Energía de EE. UU. indican que, a pesar de ser el país mayor productor de crudo en el mundo, su extracción sigue siendo escasa en relación con sus necesidades de consumo a pesar de que en lo que va de año la producción del hidrocarburo ha alcanzado niveles récord, pero siguen las preocupaciones sobre la sostenibilidad a largo plazo y la volatilidad de los precios.
Ello implica la necesidad de reabastecer las reservas estratégicas con precaución tras las sobrextracciones realizadas en años anteriores por la peligrosa y antiambiental vía del fracking. Se espera que la producción promedio del año se sitúe en alrededor de 13.5 millones de bpd, pero sus necesidades son de 20.4, un déficit de casi siete millones.
Hay otro problema tanto o más grave que ese y es que el país está obligado a cambiar el enfoque en sus métodos de extracción por un serio encarecimiento en el proceso del fracking, además de las presiones de los ambientalistas para que lo detengan. Eso implicaría dar prioridad a la producción en aguas profundas que hacen incompetente a su industria en el mercado mundial por su alto costo también.
La EIA pronostica que la producción estadounidense disminuirá en 2026, lo que representaría la primera caída anual desde 2021. El asunto se complica porque Estados Unidos hace años llegó a su cenit en materia de yacimientos tradicionales, es decir, petróleo casi cero para extracción tradicional fuera del fracking, y eso los pone nerviosos, indican peritos en la materia. Al mismo tiempo, México dejará de surtirlo de crudo, pues en tiempo relativamente corto refinará en el país el 100 por ciento del crudo que extraiga.
Estados Unidos ha acostumbrado durante años traer crudo del exterior y realizar el reabastecimiento mediante el proceso de rellenar la Reserva Estratégica de Petróleo en depósitos cavernarios impermeables que se han vaciado significativamente en los últimos años para controlar los precios del petróleo. En 2023, ya se habían comenzado a tomar medidas para reponer estas reservas.
A pesar de los esfuerzos de reabastecimiento, los niveles actuales se mantienen por encima de los 350 millones de barriles, una cifra aún muy distante de su capacidad total. Esto lo hace mirar como lobo a la víctima las enormes reservas petroleras que antes de la Revolución bolivariana manejaba a su antojo, pero desde la llegada de Hugo Chávez al poder eso se acabó y el petróleo, como el oro, el litio, el diamante y numerosos minerales estratégicos, son del pueblo venezolano que tiene listas sus armas para defenderlos a toda costa.
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