Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El punto de destino

Autor:

Luis Sexto

Los caminos suelen llegar a alguna parte. No están hechos para que el caminante se extravíe. Sin embargo cuando uno se pierde, no es a causa de que el viandante desconozca el camino, sino más bien porque no sabe adónde va. Y queda detenido en la encrucijada, como un signo de interrogación.

Claro, como siempre, yo también quiero llegar a alguna parte. Estoy parado sobre mi realidad. La observo, la medito y ahora pregunto: adónde vamos; adónde queremos ir. Fundamental resulta saberlo, porque, como la experiencia confirma, viajero sin destino no llega a ningún sitio. Al menos, quizá no al punto que le interesa o le conviene.

Uno ve claramente las estaciones generales de nuestra ruta: preservar la independencia y levantar el socialismo. Existe una relación dialéctica entre ambos ideales: sin socialismo no habrá independencia, y sin esta tampoco aquel. Pero estamos en trance de reflexión, en búsqueda de las fórmulas más efectivas para desarrollar el socialismo y, por tanto, afincar la independencia ante quienes esperan, con las manos abiertas, a que la fruta madure y caiga por ley de la gravedad en poder de Estados Unidos. Esa fue hasta 1959 la historia de Cuba y de entonces acá, por mucha retórica democrática que hayan utilizado los sucesivos gobiernos norteamericanos, el afán ha sido uno solo: volver a ser dueños de la llamada Llave del Golfo, y concluir aquel proyecto de fines de los 50: trasladar Las Vegas a La Habana y convertir a Cuba en un casino flotante.

La tarea, lo sabemos, implica, principalmente, una actitud de resistencia. Pero ¿acaso a las piezas negras solo les corresponde atrincherarse, soportar el ataque? ¿Los mejores ajedrecistas no convierten el ataque en la mejor defensa? Por ello, precisamos saber adónde vamos. Saber, en particular, en qué país queremos vivir.

Cualquier decisión que se adopte en Cuba ha de conducir al socialismo. Esa es, la vocación predominante. Y es lo que solemos decir en nuestra propaganda: más socialismo. Pero, dicho así, puede confundir, porque creemos que socialismo es todo cuanto hemos organizado; sin embargo, hablamos también de cambios y, de hecho, ya se aprecian algunas modificaciones en nuestra sociedad. Es decir, hemos de buscar más socialismo, pero no ese del decir genérico, sino particularizado: procuramos un socialismo mejorado, palpablemente triunfador, que evada las improvisaciones.

Leemos infinidad de sugerencias; personas con sabiduría filosófica, o económica, o sociológica, proponen movimientos avanzados desde una posición apegada a la interpretación más pura y exacta del marxismo en comparación con recientes y funestas aplicaciones tenidas como paradigmas. Uno, sin embargo, con dudas, pregunta: ¿pueden cimientos afectados por la humedad o la escasa profundidad soportar pisos superiores sin tener en cuenta la fragilidad de la cimentación, o lo que es lo mismo las urgencias más perentorias del país y su gente?

Sostengo, pues, con la inseguridad del que no es sabio, sino ciudadano inquieto, y que repite lo que ya parece obvio, que un socialismo justo, ampliamente participativo, eficiente y efectivo, necesita ante todo echar el clásico hormigón que fortalezca la base: resolver problemas de estricta y elemental naturaleza: liberar fuerzas productivas de modo que se combinen lo individual y lo colectivo, y producir alimentos, construir viviendas, hacer compatibles los salarios con el trabajo, el trabajo con la disciplina, la disciplina con la productividad, el resultado con el bienestar, la exigencia con la flexibilidad, la teoría con la democracia, la democracia con la práctica... para que nadie quiera buscar fuera lo que aquí debe de encontrar.

Todos, o al menos los que no renunciamos a una patria justa e independiente, habremos de intervenir en este curso, ya anunciado por Raúl, hacia la solución de distorsiones burocráticas que embarazan, frenan en lo económico y lo social la satisfacción de necesidades impostergables. La unidad tan encomiada y defendida por Fidel requiere de que no saturemos los aires de exhortaciones vagas... culpando a otros de no querer trabajar y atribuyendo a lo subjetivo, al menos en la expresión, las causas del mal y sus soluciones. Ello, a mi modo de ver, confunde.

En sensata medida hemos de aceptar que del lado de los trabajadores lo subjetivo —el honor, el patriotismo— deberá seguir ejerciendo un acicate primordial en este cuadro tan complicado. Pero, por supuesto, no solo eso. Una de las naturales insuficiencias de los seres humanos es extraviarse cuando no saben adónde van. Se pierden y se cansan. De ello resulta lo importante que es saber con certeza, y a tiempo, a dónde queremos ir, qué hemos de conseguir y con qué medios. Y eso, me parece, hay que decirlo con más frecuencia. ¿Me explico?

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.