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Ediciones Unión, espléndida galería de arte

Con más de 40 años de efectivo funcionamiento, Unión es la cara más visible de la UNEAC, a cuyo venidero aniversario 50 El Tintero rinde homenaje a través de esta reseña, donde se destaca una de las características que convierten a este sello en uno de los más prestigiosos del mundo editorial cubano

Autor:

Juventud Rebelde

Quizá el lector que reúna de un tiempo a esta parte, por interés y fortuna, las entregas literarias de Ediciones Unión, no se haya percatado de que junto a los autores de su preferencia atesore en su biblioteca personal una significativa galería de arte.

Detrás de ello existe una muy marcada voluntad de la casa editora de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) encaminada a fijar un canon en la relación entre la letra impresa y el arte de la ilustración, de larga data desde que irrumpió en el mundo la galaxia Gutenberg, y con añejo anclaje en el quehacer editorial cubano.

En el caso que nos ocupa se trata de insertar en las cubiertas de los libros obras de creadores representativos de la vanguardia artística contemporánea cubana.

La preexistencia de las realizaciones visuales —no siempre los trabajos que aparecen en portada fueron especialmente concebidos para la edición— en nada menoscaba la pertinencia del enlace entre el material literario y su presentación.

Por el contrario, la habilidad y el ingenio de la dirección artística de la colección se revelan en el hallazgo de correspondencias y la articulación de mensajes, mérito compartido y asumido responsablemente por los artistas que han contribuido a que idea tan valiosa haya ganado terreno.

En algunos momentos, la relación entre el signo gráfico y el literario puede ser explícita, como en la obra de la pintora Alicia Leal —creadora que ha expuesto su pintura en muestras personales y colectivas en Malasia, Ceilán, Trinidad y Tobago, Estados Unidos y otros más, siempre con obras que de manera persistente han tomado la figura femenina como eje temático—, que calza la colección de ensayos Las muchachas de La Habana no tienen temor de Dios…, de Luisa Campuzano sobre la escritura femenina cubana de los siglos XIX y XX, o en el espléndido y sugerente dibujo de Ulises González, un artista de exquisita proyección —sus más recientes obras destacan el intenso colorido rojo de sus flores—, que en esta ocasión se vale de la figuración para situar al lector en la cuerda de fina ironía y atinada fabulación con Un beso en la piel, espléndida presentación para la novela Mujer perjura, de Marilyn Bobes.

Se advierte incluso una aproximación biunívoca evidente entre la pintura de José Antonio Acosta y el título de Jaime Sarusky El unicornio y otras invenciones; en otra obra de este mismo autor, se recurre a una abstracción de Carlos Trillo para la cubierta de esa «novela testimonio» que es Glauber en La Habana. El amor y otras obsesiones.

Se delata la sustancia de la novela Marx y mis maridos, de Lourdes de Armas, lograda por Gustavo César Echavarría, «Cuty» mediante la apelación a la recurrente línea erótica de un artista que no es posible incluir en grupos o tendencias a la moda porque ha hecho del erotismo insolente y agresivo su identidad, figura indispensable en el arte contemporáneo cubano, caracterizada por un dibujo preciso en medio de manchas.

La extrema literalidad entre contenido e ilustración se evidencia, con la delicadeza lírica de la obra en la que canta de un modo peculiar a los elementos que la nutren y rodean: el monte y sus visitaciones, las aguas y sus manantiales secretos, el fuego en su levedad quemante; el aire con sus transparencias insulares; lo humano y lo divino en juego de apariencias y confirmaciones; lo sagrado y lo profano en mitades convergentes; lo sustancial y lo etéreo como espejos complementarios: todo se traduce en un mensaje lírico que desafía los tópicos y afirma una singularidad creadora más allá de las motivaciones circunstanciales de su obra y de la lógica evolución del lenguaje con que Zaida del Río, con su obra Ovejas, arropa los poemas de Carmen Serrano en Esas ovejas que nos balan dentro.

Otras cubiertas apuntan hacia una carga simbólica. El retablo polícromo, premio del primer Salón de Arte Contemporáneo (1995) y en la actualidad una pieza de obligada visita en las salas de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes, de Carlos Estévez —apenas un fragmento de esa obra mayor— se aviene con la poética de Norberto Codina en Cuadernos de travesía. Una asociación parecida emana de la obra de un joven creador que desde Batabanó ha llevado paisajes de ensoñación a todas las latitudes, Vicente Hernández, quien se nutre del entorno marino, naves y navegantes en constante deambular por mares de encrespadas olas, que sirve de pórtico a De literatura, de música, de Guillermo Rodríguez Rivera, con la obra La absoluta concepción del mundo.

Posiblemente no exista en la colección una relación argumental más azarosa y a la vez orgánica que la que ubica el óleo Parejas condenadas a vivir eternamente con una piedra en la cabeza, de Pedro Pablo Oliva —premio nacional de Artes Plásticas 2006— que en esta ocasión es la presentación de los relatos incisivos de Nancy Alonso, agrupados en Tirar la primera piedra. De este creador pinareño es Muchacha levitando sobre un cubo, pieza emblemática que participó en una importante muestra del artista en la capital cubana y que es la presentación del poemario Trazado con ceniza, de la avileña Ileana Álvarez.

No falta la asociación disyuntiva, como es el caso de Sofisma, una espléndida escultura en bronce de Arturo Montoto, empleada en la cubierta de la novela de Leonardo Padura El hombre que amaba los perros.

Por otra parte, es un verdadero lujo editorial combinar una de esas cabezas poético-expresionistas de ese maestro del dibujo que es Roberto Fabelo —premio nacional de Artes Plásticas 2004 y uno de los más conocidos y reconocidos creadores cubanos, con obras situadas en diversas y exigentes instituciones internacionales—, con la altura lírica de Carilda Oliver Labra en Sombra seré que no dama.

La novela Ceniza ardiente, de Noel Navarro, se presenta con un fragmento de Paisaje, obra de ese artista de sólida trayectoria que es Águedo Alonso.

Con su obra presente en dos libros aparece Ileana Mulet, artista que mantiene siempre en su obra a la ciudad. Con Estado de languideces presenta la recopilación de obras de 15 autoras cubanas que hace Marilyn Bobes en Cuentos infieles; y con la obra Salir de noche grafica la presentación de la novela Ester en alguna parte, de Eliseo Alberto.

En fin, esta conjunción de letras y arte de Ediciones Unión dista de ser fortuita. Se trata de algo más que un valor agregado en la concepción del arte del libro. Pudiera decirse, como paráfrasis válida, que en Unión la letra con arte entra.

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