Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Que el derecho no se vuelva revés

Es oportuno revisar incongruencias en los programas de salud sexual y reproductiva para jóvenes y adolescentes, y promover una educación más integral de la sexualidad

 

 

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

Haz de tu cuerpo un aliado, nunca un enemigo.

Irene Bedmar Martín

En dos décadas de publicación, Sexo sentido ha abordado varias veces este tema sin percibir un cambio significativo de conducta, a pesar de que cambian las generaciones. ¿Por qué un cuarto de los abortos en Cuba involucra a adolescentes, si la cultura y los medios para prevenirlos son mayores?

«Este año ha habido pocos preservativos», dice una matancera de 19 años que se ha hecho dos interrupciones. Su menstruación es regular y conoce el método para calcular los días fértiles, pero no se decide a aplicarlo: «Con mi novio no puedo estar en evasivas… Las cosas no están como para quedarse sola».

«¿Fue tu novio contigo al hospital?», pregunto vía WhatsApp. «No —reconoce— ahí estuve sola, y las siguientes semanas igual porque no se podía… usted sabe». Indago si han explorado otras vías: «¿Un DIU? Dice que le pincha. Además, si me embarazo significa que podremos tener hijos más adelante, cuando él lo decida, porque estamos sanos», responde con ingenuidad.

«No me juzgues, es mi derecho», pidió la joven. Pero no sabe que también es su derecho conocer otras vías de planificación familiar y elegirlas en función de su salud, no solo por las suposiciones o necesidades de la pareja. Y será su derecho acudir a consultas de fertilidad asistida si esos abortos le dejan secuelas, porque se ha demostrado su relación directa como causa de infertilidad femenina y complicaciones en el embarazo o el parto. Por eso no es un método anticonceptivo, sino una salida de emergencia cuando falla todo lo demás.

Es local, es social

Un estudio publicado en la Revista Científica Estudiantil de Ciencias Médicas describe este fenómeno desde la experiencia de un consultorio en Manzanillo, Granma, donde en siete meses del año pasado 55 muchachas de entre 15 y 19 años se sometieron a interrupciones. El 80 por ciento eran solteras. Para el 71 por ciento no era la primera vez y el 73 por ciento ya tenía hijos. Casi todas vivían en hogares de familias numerosas.

Reportes similares de otras provincias confirman que es un «recurso» transmitido de forma acrítica de madres a hijas. Una salida «fácil» que desestima alternativas más seguras también disponibles en los servicios de Salud Pública. Un pésimo hábito frecuente en comunidades donde las mujeres son más vulneradas por tradiciones machistas estereotipadas, como que el embarazo es un asunto de ellas… para bien o para mal.

Curiosamente, ese derecho es en el caso de las menores de edad coartado por disposiciones legales, pues debe ser una voz adulta quien solicite en su nombre la regulación menstrual, la interrupción médica o quirúrgica y hasta la píldora del día después (anticonceptivo de emergencia). Esa demanda en la práctica resta garantías a la privacidad de la muchacha y condiciona su libertad para decidir sobre sus propio cuerpo y hacerse responsable de sus actos.

Sobre esta contradicción reflexionan Yamila González Ferrer, vicepresidenta de la Unión Nacional de Juristas de Cuba, e Ivonne Pérez Gutiérrez, profesora de Derecho de la Universidad de La Habana, en un abarcador diagnóstico sobre la incidencia de legislaciones y políticas en el acceso de adolescentes y jóvenes a servicios de salud sexual y reproductiva en Cuba, citado por el servicio informativo SEMlac.

A juicio de estas expertas, es oportuno revisar incongruencias en los programas de salud sexual y reproductiva para jóvenes y adolescentes, y promover una educación más integral de la sexualidad, que no hable solo de lo físico, sino también del componente emocional y afectivo como factores de protección.

Para que Cuba reduzca sus tasas de aborto en adolescentes, las familias, instituciones, comunidades y los medios de comunicación debemos manejar mejor el asunto. Algunos sectores insisten en eliminar esa opción por razones demográficas o moralistas, pero las estadísticas demuestran que prohibir no es solución: cada año se practican 22 millones de abortos inseguros en el mundo, en clínicas ilegales o por medios propios, y tres millones son en menores de 20 años, con altas tasas de mortalidad y graves secuelas físicas y sicológicas.

Un artículo escrito desde Baracoa por Yodanky Ochoa Rodríguez y Yirleidy Rodríguez Labañino para la Revista Médica de Granma abunda en estos elementos: «La escuela de la educación del ser es la familia, y en esta se deben cultivar los valores y actitudes que eviten la toma de decisión en adolescentes de embarazarse en el momento menos apropiado para ello.

Todo acto abortivo genera  incomodidad, advierten. La vivencia se ajusta a la personalidad de cada mujer, sus habilidades de afrontamiento, objetivos o deseos vitales… pero la ansiedad y el sentimiento de culpabilidad suelen acompañar esos procesos y su análisis posterior, cualquiera que sea la justificación del momento o las circunstancias sociales.

Es inevitable creer que las cosas podrían haberse hecho de forma diferente de haber contado con conocimientos, confianza, madurez y autodeterminación, recursos con los que cada familia debería dotar a sus púberes desde antes de iniciar su vida sexual para prevenir experiencias desagradables y para nada inocuas, que las marcarán de manera que es imposible calcular a esa edad.

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