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La conciencia: protagonista de estas horas

Hoy el pueblo, conocedor de quienes aman la patria y quienes la traicionan, elegirá enfocado en sus tres horizontes: paz, justicia, y bienestar

Autor:

Alina Perera Robbio

CARACAS.— Alguna vez dije que este hermano país parecía ir de milagro en milagro, y que tenía una capacidad asombrosa para solventar sus peores crisis. El último prodigio está marcado con la fecha 30 de julio de este 2017, cuando más de ocho millones de ciudadanos salieron a apoyar con su voto a la Asamblea Nacional Constituyente (ANC).

Debajo de ese parteaguas que puede parecer magia habitan razones sólidas. La primera de ellas tiene que ver con la incansable labor social de una revolución que se enfoca no solo en los intereses de un grupo social, sino en el destino de 30 millones de personas.

La impronta chavista de ese proceso histórico anidó en el corazón de muchos; el mismo corazón que fue herido en lo más hondo por la bestialidad de una oposición que cobró la vida de más de un centenar de seres, que entre otros actos espeluznantes mancilló la inocencia infantil (poniendo a los pequeños al frente de manifestaciones violentas y destructivas), profanó símbolos patrios y quemó a seres humanos por tener algún punto rojo en el cuerpo o en la mente, o por ser negro o pobre, o por todo a la par.     

Después de la histórica votación del 30 las manifestaciones violentas no han vuelto; y la vida ha retomado su curso tranquilo, aunque la gente que apostó por la paz espera firme por cambios ágiles que hagan de la situación económica un escenario más llevadero.

Cuando este domingo tengan lugar las elecciones de gobernadores de estados —momento que dejará definido en lo táctico cómo y quiénes administrarán cada territorio del país—, los ciudadanos estarán votando, además de por la paz, por una justicia que vaya poniendo en su lugar todo lo que la barbarie de tres meses mancilló y dislocó.

En su habitual programa televisivo de los domingos —José Vicente Hoy— el prestigioso intelectual y luchador José Vicente Rangel definía, el pasado 3 de septiembre, lo acontecido el 30 de julio en Venezuela como «una proeza política e institucional que tuvo que encarar el acoso internacional y la conjura irresponsable de la oposición interna».

«Lo real —afirmó— es que los tiempos electorales están transcurriendo con normalidad. La propia oposición que optó por la violencia decidió ahora cambiar de estrategia e incluir los candidatos para participar en todas las gobernaciones, con lo cual confirma la equivocación en que incurrió al asumir la violencia».

Rangel, para quien el tiempo transcurrido desde el 30 de julio hasta hoy es evidencia de «la calidad democrática» que marca al país, del alto grado de madurez de la ciudadanía, y del funcionamiento eficaz de las instituciones, preguntaba desde su programa qué garantía existe por parte de ese sector, el opositor, de que constituye una voluntad verdadera haberse sumado a las elecciones regionales de octubre. «¿Obedece a una sincera rectificación, enfatizaba, o por el contrario es un gesto oportunista ocasionado por la derrota de la MUD (la autodenominada Mesa de la Unidad Democrática)?».

«Todos ganaríamos mucho, Gobierno y oposición, pero sobre todo el país, si la decisión adoptada por este sector es genuinamente democrática», sugirió el periodista. Y es lógico que haya reservas, pues, como dijo Rangel, las declaraciones de la MUD sobre las sanciones económicas contra la tierra de Bolívar aprobadas por el Presidente de Estados Unidos, «son realmente deprimentes».

Es inédito el grado de genuflexión de un movimiento político a un Gobierno extranjero. «La manera —ha denunciado José Vicente— como la dirección opositora se coloca al lado del gobernante norteamericano y ataca al Jefe de Estado venezolano, provoca náuseas, explica por sí sola las características de esa relación, el porqué se ha negado sistemáticamente a dialogar la oposición, el porqué incurrió en el empleo de la violencia. Simplemente porque recibía órdenes del Norte».

Que la oposición se haya sumado con sus candidaturas a las elecciones de gobernadores puede lucir como un acto de sensatez política, pero definitivamente devela un cinismo ya mostrado otras veces ante la historia: sabotearon hasta donde les fue posible el proceso electoral de la Constituyente, pues soñaban con incendiar al país por las cuatro esquinas para que fuese intervenido. Se jugaron el todo por el todo para que la Revolución Bolivariana no encontrara salida política. Y ahora, cuando lo que está en juego es el poder desde cada estado, inscribieron a sus candidatos y llamaron a votar.

El mérito no es de ellos, sino del chavismo, que nunca ha renunciado al diálogo con su contraparte y que ahora aprecia con serenidad cómo la derecha quiere jugar las cartas de la democracia y ha tenido que encauzarse en caminos pacíficos. Hay que estar, sin embargo, alerta, porque como comentó el pasado 8 de octubre a Nicolás Maduro el vicepresidente ejecutivo de la República Bolivariana de Venezuela, Tareck El Aissami —en un diálogo transmitido por Venezolana de Televisión (VTV)— hay sectores de la oposición «que siguen acariciando los atajos del terrorismo».

¿Qué sucederá hoy durante la jornada electoral?: Hay un elemento clave que se llama memoria. Y la ciudadanía difícilmente olvidará las promesas incumplidas de la derecha —no hicieron nada por el bienestar de las grandes mayorías cuando ganaron las elecciones parlamentarias—; no olvidará la actitud antipatriótica, el silencio y complicidad ante la barbarie desatada por los sectores extremistas de la derecha en los meses anteriores al 30 de julio.

La oposición asiste desunida a este evento del domingo 15. Parte de ella apuesta a la abstención, mientras otra parte convoca a la militancia antichavista (no importa por quién se vote; más importante, dicen estos, es hacerlo contra la Revolución Bolivariana).

En cuanto a los partidarios de la Revolución, todos los problemas que la ciudadanía sufre en carne propia son desafíos y muchas veces puñales contra las fuerzas chavistas que batallan sin descanso enfrentando una guerra en todos los ámbitos —sobre todo en el económico— que no cesa, y por lograr en la base una comunicación con la gente que lleve a la comprensión y solución de los problemas más difíciles.

¿Qué pasará después de este domingo?, se han preguntado algunos: Los análisis predictivos señalan la posibilidad de que la derecha gane en varios estados. Ojalá que, como han expresado algunos pensadores, si esta fuerza política pierde terreno no se voltee a acciones desestabilizadoras, violentas, y ojalá no vuelva a acusar de fraude a las autoridades electorales si el chavismo gana espacios importantes (estamos hablando de comicios de gran precisión técnica y que habrán contado con numerosos expertos en calidad de observadores internacionales y nacionales). 

Para las fuerzas chavistas, siempre que se vive una jornada como la del pasado 30 de julio o la de este domingo, aflora con particular intensidad una urgencia que el constituyente y gran luchador Aristóbulo Istúriz ha definido en estos días de campaña electoral como el «drama político» que tiene la izquierda en Venezuela: la búsqueda de conciencia, cómo buscar la hegemonía política.

«Ahí está el debate —ha dicho—; con un imperialismo que amenaza, que acecha y que nos divide y nos atomiza como pueblo. Y esta es una Revolución que hace elecciones a cada ratico. (…) Cada vez que vamos a unas elecciones estamos en peligro».

«Ningún país con inestabilidad, analizó Aristóbulo, puede levantar su economía. Nosotros necesitamos la paz para enfrentar lo más grave que tenemos, que es la guerra económica. La paz es fundamental. Si nosotros no atornillamos la paz, le es muy difícil a este país nuestro despegar en la construcción de un nuevo modelo económico, que sabemos cómo hacerlo y lo tenemos diseñado».

A la mayoría del pueblo le anima la voluntad de apostar  por la paz, el bienestar y la justicia. Son muchos quienes están dispuestos a hacer lo humanamente posible para no regresar a las horas terribles de violencia. Ellos son los que salieron a votar el 30 de julio, día cuyas ondas expansivas llegan hasta hoy: son los jóvenes, los ancianos, los que presentan alguna discapacidad, los indios, las mujeres, los negros, los mestizos, los de piel más clara. Son los mismos que, a no dudarlo, saltarían de debajo de las piedras si alguna fuerza extraña osara tocar el suelo que los vio nacer.

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