Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Una bomba-Bolton de tiempo cuchichea al oído de Trump

El ultrahalcón John Bolton remplazará a partir del 9 de abril —si el Congreso lo confirma— al general de tres estrellas H.R. McMaster, como consejero de Seguridad Nacional, y será el tercero en cubrir el cargo en apenas 14 meses de administración trumpiana

Autor:

Juana Carrasco Martín

La insania se apodera de la Casa Blanca. La remodelación que el presidente Donald Trump está haciendo a su gabinete endurece aún más las posiciones del Gobierno —especialmente en política exterior—, al ir situando en los puestos claves a elementos de extrema derecha que expresan los enfoques más guerreristas de la élite política estadounidense y de los grupos de poder económico que esta representa.

Al mismo tiempo, el mandatario desarrolla un autoritarismo evidente, con el cual echa a un lado a quienes no comparten sus criterios e intereses ideológicos, aunque la diferencia sea de apenas un ápice. No hay disenso que valga y el camino emprendido dirige a la exacerbación de los conflictos y amenaza al planeta con la posibilidad de una catástrofe impredecible.

Se puede hablar de un gabinete de guerra y la advertencia no es exagerada. El ultrahalcón John Bolton remplazará a partir del 9 de abril —si el Congreso lo confirma— al general de tres estrellas H.R. McMaster, como consejero de Seguridad Nacional, y será el tercero en cubrir el cargo en apenas 14 meses de administración trumpiana.

Bolton sirvió bajo otros tres republicanos, Ronald Reagan, George Bush y George W. Bush, el hijo. En la etapa en que este último ocupó la Casa Blanca, fue subsecretario de Estado para el control de armas y asuntos de seguridad nacional de 2001 a 2005, y le ayudó a orquestar la invasión a Irak. También le nombró Embajador ante las Naciones Unidas, pero el Senado nunca le dio la confirmación, aunque ocupó el cargo desde mediados de 2005 hasta el día final de diciembre de 2006.

Recordemos que Bolton fue quien incluyó a Cuba como parte del «Eje del Mal» en un discurso del 2002 y acusó a nuestro Gobierno de cooperar con otros «estados parias» —término con el que se refería a Libia e Irán— en la producción de armas biológicas de destrucción masiva. «Estamos preocupados que ese tipo de tecnología pueda apoyar programas de armas químicas en esos estados», agregaba el entonces Subsecretario en busca de hacer la guerra, también, con la Isla.

La respuesta de Fidel no se hizo esperar y afirmó que «lo único cierto de la mentira de Bolton es el dato geográfico de que Cuba se encuentra a 90 millas del territorio continental de Estados Unidos».

Pocos días después, el expresidente Jimmy Carter visitaba el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología en La Habana y aseguraba que no había evidencias de las acusaciones y retó a quien las tuviera que viniera a Cuba a confirmarlas.

El escogido por Trump ha mostrado más de una credencial a favor de sus posiciones depredadoras de la paz. Recién publicó un artículo en el que abogó por un ataque de Estados Unidos contra la República Popular Democrática de Corea (RPDC) y por darle totalmente las espaldas al acuerdo nuclear con Irán e iniciar también una confrontación con el país persa. Nada nuevo en su actuación, pues en otras ocasiones ha llamado a las acciones militares preventivas contra diversas naciones como manera de enfrentar tensiones o divergencias.

Botones de muestra sobran. En 2015, tres meses antes de que se firmara el acuerdo nuclear con Irán avalado por la comunidad internacional y la ONU por ser el tratado de no proliferación más significativo desde finales del pasado siglo, este superhalcón lo expresó así en una opinión editorial publicada en Times que títuló «Para detener la bomba de Irán, bombardear a Irán» (To Stop Iran’s Bomb, Bomb Iran):

«La verdad incómoda es que una acción militar como el ataque de 1981 de Israel sobre el reactor Osirak de Saddam Hussein en Irak, o la destrucción en 2007 de un reactor sirio, diseñado y construido por Corea del Norte, puede lograr lo que se requiere. El tiempo es muy corto, pero todavía puede tener éxito ese golpe».

Sabido es que Trump tiene el  propósito de suspender ese acuerdo, lo ha dicho una y otra vez, y la intención se avecina como hecho real para el inicio de este verano. Bolton ha sido un interlocutor asiduo del actual presidente, aun sin tener cargo oficial, y ahora son de temer las posibilidades que abre esta pareja.

En cuanto a la política a seguir ante la RPDC, las recomendaciones del señor Bolton no son menos belicistas cuando se ha anunciado por la Casa Blanca que en mayo se reunirían los presidentes Donald Trump y Kim Jong Un. «Hablar con Corea del Norte es peor que una simple pérdida de tiempo», dijo el Bomba/Bolton, quien en agosto pasado escribió en The Hill: «Las negociaciones legitiman la dictadura, dándole más tiempo para mejorar sus capacidades nucleares y de misiles balísticos».

Sin Rex Tillerson en el Departamento de Estado —remplazado en esta    restructuración del equipo trumpiano nada menos que por el jefe de la CIA, Mike Pompeo, otro reconocido halcón con ganas de engullirse a Irán y a Corea del Norte—, y sin H.R. McMaster como consejero de Seguridad Nacional, sí que no es una pérdida de tiempo rechazar y denunciar que pueden estar abriéndose las puertas del infierno.

Estremecen la coincidencia de las  visiones y aspiraciones sobre el mundo entre Trump y Bolton, al que tampoco le gustan los acuerdos, tratados y leyes internacionales que socavan la unipolaridad hegemónica —al contrario de lo que sucedía con Tillerson y McMaster, aunque tampoco estos fueran unas candorosas palomas de la paz. Por  cierto, McMaster no pretende regresar al escenario bélico de Afganistán,     que bien conoce, y pedirá su retiro al Pentágono.

Aunque un artículo en The Newyorker apuntaba este viernes que quizá el punto discrepante entre Bolton —quien también tiene fama de irascible— y Trump estaría en el criterio que el nominado tiene sobre Rusia, pues en julio de 2017 escribió que la supuesta intromisión en la política estadounidense «es mucho más que una operación encubierta cotidiana. De hecho es un casus belli, un verdadero acto de guerra, y uno que Washington no tolerará».

Archiconocida es la frase emblemática del actual administrador del imperio «América primero» y en 2008 Bomba/Bolton  publicó una especie de autobiografía bajo el título: «Rendirse no es una opción: la defensa de América en las Naciones Unidas».

En esa obra expuso sus éxitos y frustraciones en la defensa de una línea dura ante cada suceso acontecido durante sus 16 meses en la ONU, y también emergían como enemigos Pyongyang y Teherán, mientras exponía las supuestas deficiencias operativas que impiden la eficacia de las Naciones Unidas en la diplomacia internacional, porque a su entender estaba sesgada contra Israel y Estados Unidos. Por supuesto, criticaba la inercia burocrática en el Departamento de Estado norteamericano que, en su opinión, podía socavar la política presidencial.

Una reseña del libro de 540 páginas publicado por Simon and Schuster, considerado «una memoria reveladora», apuntaba que Bolton «también muestra cómo Estados Unidos puede liderar hacia un acuerdo de seguridad global más realista para el siglo XXI e identificar la próxima generación de amenazas a los Estados Unidos». Coincidente con Trump, Bolton afirmaba que eran «retos para el  próximo presidente» luchar para preservar la soberanía y la fuerza en casa y en el exterior.

Debemos recordar que John Bolton fue uno de los más mencionados para ocupar cargos claves —como la secretaría de Estado y este al que ahora se le asigna— desde que Trump componía su primer equipo de gobierno, y siempre emergían los temores hacia este hombre con picazón de guerra, que aunque nunca en su vida la haya sufrido en carne propia, sin embargo, la  propicia con malsana saña.

La figura de John Bolton y su quehacer político se vincula con más de una docena de instituciones o centros de análisis conservadores o ultraconservadores, la mayoría de ellos dedicados a fomentar políticas de línea dura y nacionalista, entre ellos el American Enterprise Institute, el Jewish Institute for National Security Affairs, el Proyecto para una Nueva Centuria Americana, la Asociación Nacional del Rifle (NRA), la Comisión estadounidense sobre libertad religiosa internacional, el Council on Foreign Relations, el Proyecto de Transición de las Democracias y la Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Internacional (Usaid).

Un comentario de este viernes en el diario The Guardian aseguraba que con la designación de Bolton, el secretario de Defensa James Mattis —de quien dijo «tiene puntos de vista acerca de la guerra relativamente moderados»— pudiera ser ahora «el único de pie entre América y el abismo». Podríamos preguntarnos si le darán también un empujoncito al general Mattis, para no dejar barrera en el camino peligroso por el que el Gobierno de Donald Trump conduce al mundo.

Quizá un comentario con total validez sobre este nombramiento lo dio Jon Soltz, un veterano de la guerra de Irak que encabeza el más grande grupo progresista de veteranos, el VoteVets, quien en una declaración afirmó: «Un hombre que fue clave en enviarme a mí y a miles y miles de mis compañeros soldados a Irak es ahora el asesor de Seguridad Nacional de Donald Trump. Que no haya error, cuando se trata de ir a la guerra para cambiar el régimen, en cualquier parte, John Bolton no para. Él ve las tropas no como seres humanos con familias, sino como recursos gastables, en el juego de riesgo de la vida real».

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.