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La prueba de fuego de los comicios de medio tiempo

Las elecciones del 8 de noviembre en Estados Unidos pondrán a prueba a dos insistentes aspirantes a las presidenciales en 2024: Joe Biden y Donald Trump

Autor:

Juana Carrasco Martín

Los demócratas posiblemente no estén muy a gusto, y Donald Trump quizá se frote las manos de satisfacción: el presidente Joe Biden está dispuesto a buscar su renuevo en la Casa Blanca para los comicios generales de 2024, cuando cuente ya con 82 años. Si el republicano obtiene la candidatura no se le queda muy atrás, pues tendrá 78 veranos sobre sus espaldas.

La secretaria de prensa de la Presidencia estadounidense, Karine Jean-Pierre, confirmó días atrás, en su conferencia de prensa habitual, los planes de Biden en busca de la reelección, a pesar de que su Partido ve con escepticismo sus posibilidades de triunfo y está enfriando el apoyo que tradicionalmente se le da a un incumbente.

«Solo reiteraré lo que el presidente ha dicho muchas veces, lo que he dicho muchas veces, es que el presidente tiene la intención de postularse».

La realidad es que los sondeos de opinión  sobre la administración Biden no son precisamente los más halagüeños, aunque hayan mejorado en los últimos días.

La situación económica está en la mente de los ciudadanos de EE. UU. cuando juzgan a su presidente y dos palabras se entremezclan para mirarlo con recelo: inflación y recesión.

Biden no ha podido controlar los costos en necesidades básicas de la población, a pesar de un descenso en el precio del petróleo, y al mismo tiempo entidades de la economía global, como El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, así como multimillonarios de las finanzas, entre ellos los presidentes del JPMorgan Chase y del Tudor Investment Corporation, han sonado fuerte las alarmas de una bien próxima recesión para EE. UU. y el mundo.

Esto hace pensar que las elecciones del próximo 8 de noviembre darían sonrisas para los republicanos, dispuestos a recuperar la mayoría, tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado, aspiración no muy alejada de los pronósticos de especialistas que, de convertirse en realidad, le harán más difícil el camino para la gobernabilidad a un presidente que cuando inició su tiempo al frente de la Casa Blanca se había presentado como de transición.

Hay quienes se preguntan si un resultado en las urnas adverso para los demócratas, le harán tirar la toalla antes de «subirse» al ring en 2024.

No está de más recordar que en julio pasado, en una encuesta del New York Times/Siena College, la incertidumbre de sus correligionarios demócratas en cuanto a su repostulación se traducía en 64 por ciento de los votantes diciendo que preferían una cara nueva que los representara para el 2024.

Esa misma encuesta situaba a tres cuartas partes de los votantes registrados —en cualquiera de los dos partidos mayores en este juego a la democracia—, afirmando que Estados Unidos iba por una dirección equivocada.

Sin embargo, Biden parece estarlo haciendo mejor ahora y ha ido remontando esa mala racha que lo situó en mayo entre los presidentes más impopulares en toda la historia de su país —Donald Trump también está en esa lista de «privilegio».

Pero los problemas están al acecho. No vamos a hablar del racismo, la xenofobia y la violencia inherentes al sistema, pero que también lo lastran, porque de hecho se han recrudecido durante estos casi dos años de su mandato.

Por su parte, Donald Trump —quien parece caballo desbocado sin brida ni freno en estos prolegómenos de medio tiempo en  la carrera presidencial—, juega igual suerte entre no pocos aspirantes a la candidatura del Partido Republicano, pero se las bandea a pesar de los litigios y acusaciones en su contra, incluidos los dos más sonados: su papel instigador en el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, que intentaba desconocer el triunfo de Biden en las elecciones de 2020 y ha sido etiquetado por no pocos como intento de golpe de Estado; y el escándalo de los documentos secretos requisados por el FBI en su mansión floridana de Mar-a-Lago.

Sin embargo, Trump no pierde tiempo y su presencia ha sido prácticamente diaria en los mítines de candidatos republicanos a los cargos en juego este 8 de noviembre y no parece irles muy mal a los apadrinados, según resultados de primarias, los análisis de los especialistas y las encuestas.

Si la presencia de estos «eternos» rivales se concretaría o no en 2024 está entre las interrogantes realizadas a una bola de cristal.

La carrera de ahora es decisiva

La realidad más cercana y tangible es el escenario electoral de ahora, las contiendas de medio tiempo, en las que los estadounidenses elegirán a los 435 representantes y a 35 de los 100 senadores que componen ese importante segmento del Congreso, más 36 de los 50 gobernadores de estados.

La publicación politico.com al dar su pronóstico sobre como quedarían las gubernaturas da 17 para los republicanos y 14 a los demócratas, pero deja cinco en un limbo que determinarán los votantes: Arizona, Oregon, Nevada, Kansas y Wisconsin.

En la Cámara de Representantes, el llamado Grand Old Party (GOP) tiene actualmente 212 asientos y solo necesitaría seis para retomar el control y se afirma que hay dos asientos vacantes que favorecen a los candidatos republicanos, así que apenas deben luchar por otros cuatro curules para lograr la mayoría.

Según las encuestas los demócratas pueden conservar 197 bancas y los republicanos 210, mientras 28 asientos están en veremos.

Los vientos de un país extremadamente polarizado parecen favorecer a los más conservadores, según las encuestas y hay dos temas que se presentan como decisores en el voto ciudadano: el aborto, un derecho conquistado hace 40 años por las mujeres estadounidenses tras larga lucha y suprimido por una Corte Suprema en la que Trump imprimió un sello profundamente conservador cuando pudo designar tres de los nueve jueces, inclinando la balanza de ese segmento hasta seis de los votos y el de la economía (que nunca favorece a quien está al mando, a menos que esta sea boyante de verdad, y no es el caso).

Por el control del ala norte del Capitolio, es decir, el Senado, la harina es de otro costal. La lucha parece tan pareja como la composición actual de 48 demócratas y 2 independientes que votan con los azules, y 50 republicanos —en caso de empate decide el voto de la vicepresidenta del país, Kamala Harris, (demócrata). Es que de los puestos en juego, 21 están ocupados por republicanos obligados a defenderlos a capa y espada y los otros 14 son actualmente demócratas, con la ventaja de que corresponden a estados que en las generales de 2020 le dieron sus votos a Joe Biden.

Así van las cosas en un país que, de unidos, solo le queda el apellido de un ambiguo y hasta posesivo nombre que le describe ante el mundo, Estados Unidos de América.

Una acotación a este proceso de la «democracia» al estilo EE.UU. Hay una avalancha de ataques contra el derecho al voto en esa nación, sobre todo en los estados sureños y del medio oeste, donde la tendencia política conservadora es realmente fuerte y favorece a los republicanos.

Son varios los medios para cercenarlo, sobre todo, a las minorías étnicas y a las personas de bajos ingresos. Con medidas como la obligación de registrarse un día designado o la redistribución de los distritos congresionales para limitar el poder del voto de las comunidades negras o latinas, por ejemplo.

Con esas impedimentas en curso, la promesa de la democracia se vuelve humo…

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