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Vigilándose en el Egeo…

Autor:

Luis Luque Álvarez

Históricamente, estas dos vecinas fueron el aceite y el vinagre. Una, cristiana ortodoxa; otra, musulmana. Por cientos de años, desde el siglo XV, la segunda se enseñoreó de la primera; a principios del XX, aquella fue la que devolvió la invasión, intentando vanamente anexarse territorios de esta…

Son Grecia y Turquía, dos países europeos que han estado más tiempo velándose mutuamente con recelos militares que en santa paz. ¡No!, no hay sones de guerra en estos días, pero una información reciente trajo a la memoria que aún pesan las heridas de antaño: el jefe de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Anders Fogh Rasmussen, se ha quejado de que la falta de cooperación entre Atenas y Ankara en el seno del pacto bélico, afecta sus operaciones.

«En Afganistán, la OTAN no puede cerrar ningún acuerdo para dar cobertura a las fuerzas policiales europeas», lamentó Rasmussen, citado por DW. «En el Cuerno de África —añadió—, la OTAN y la UE llevan a cabo misiones navales (contra la piratería), pero no hemos logrado un acuerdo sobre quién hace qué o cómo tenemos que apoyarnos mutuamente».

¡Vaya cosa interesante! Como ambos Estados comparten asientos en la OTAN, donde las decisiones se toman por consenso, entonces la tirantez bilateral, a veces mayor, a veces menor, termina por fastidiarlos a todos.

Por cierto, una pregunta: en las dos o tres veces que, desde la Segunda Guerra Mundial, Atenas y Ankara estuvieron a punto de irse a los puños, ¿qué le habría tocado hacer a la OTAN, que en su artículo 5 estipula intervenir a favor del Estado miembro que se vea envuelto en una guerra? Es solo curiosidad, solo eso. Proseguimos…

La mayonesa de esta ensalada a cuatro manos es, en esencia, la isla de Chipre. La invasión turca al norte de ese país, en 1974; la fundación de la «República Turca del Norte de Chipre», solo reconocida por Ankara, y el desplazamiento hacia el sur de miles de grecochipriotas (quienes son mayoría frente a sus coterráneos de origen turco), es lo que más indigesta la relación.

Desde 2004, la República de Chipre (o sea, la parte griega) integra la Unión Europea. Previamente, los turcochipriotas votaron por un plan de la ONU para que la isla ingresara reunificada al bloque comunitario, pero los grecochipriotas lo rechazaron. En reacción, Turquía desconoce a dicho Estado, ¡aunque debe dejar de hacerlo si pretende entrar en la UE!, y Grecia, que en 1999 favoreció la aspiración turca, toma nota del agravio contra sus primos…

Otras piedras hincan en el zapato común. Atenas y Ankara pulsean por el Mar Egeo, lo que años atrás ha llevado a sus buques a desempolvar cohetes (Grecia propone extender de seis a 12 millas náuticas sus aguas territoriales, pero Turquía estima que con ello saldría en desventaja), además de acerca de la soberanía de algunos islotes, y de los límites del espacio aéreo de cada uno.

Sin embargo, en los últimos años, la cooperación, más deseable que la confrontación, las ha impulsado a ambas a darse la mano en materia de seguridad contra catástrofes, energía (un gasoducto desde el este une a ambas naciones), y los intercambios de alto nivel se vuelven más frecuentes.

Ojalá y, para objetivos más loables que los de la OTAN (que precisamente el viernes bombardeó un convoy de combustible y mató a un centenar de afganos), las viejas vecinas del Mediterráneo sigan así, de la mano. Habría mejores frutos…

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