Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¿Cómo contar la historia?

Autor:

Graziella Pogolotti

En la clausura del reciente congreso de la Unión de Periodistas de Cuba, el primer vicepresidente del país, Miguel Díaz-Canel expresó su preocupación por el rechazo de estudiantes de Periodismo a los cursos de Filosofía e Historia. A modo de hipótesis, se me ocurre que en el caso de esta última, la clave del problema se encuentra en la forma de contarla. En efecto, la gran aventura de la humanidad puede ser tan apasionante como una película de acción. Para hacerla potable, hay que tener en cuenta, como en todo acto de comunicación, el carácter y las necesidades del destinatario, ese interlocutor que puede ser un niño, un adolescente o un joven.

Los niños pueblan su imaginario de héroes. Las empresas publicitarias lo han sabido desde siempre y la radio comercial cubana construyó personajes invencibles, dispuestos a arriesgarlo todo por proteger a los desvalidos. En la memoria popular subsistió durante buena parte del siglo XX la leyenda de Manuel García, rey de los campos de Cuba. En esas edades habrá de sembrarse para siempre, de modo convincente, la imagen de los libertadores, aureolados por el arrojo, el desinterés, el espíritu de sacrificio y las duras condiciones de los campamentos mambises. Para lograrlo, disponemos de un abundante anecdotario.

Como ocurre en el entrenamiento de los saltadores de altura, el adolescente de Preuniversitario requiere una varilla situada a mayor altura. Su formación en esta etapa demanda un ejercicio intelectual más exigente, lo que no implica necesariamente la memorización de un recuento interminable de hechos. Es la hora de empezar a entender la complejidad de la vida, los conflictos entre fuerzas en pugna, la fuerza motriz de las contradicciones, la riqueza psicológica de los personajes, las zonas de luz y de sombra. Porque el adolescente también atraviesa incertidumbres y conflictos, encontrará por esa vía la manera de identificarse con un proceso mayor que involucra su existencia personal.

Con vistas a su práctica futura de analista de la información, el estudiante de Periodismo tendría que entender el proceso formador de la nación y sus relaciones de interdependencia con el resto del mundo. Herramienta útil en ese sentido será la aproximación a la historia económica con sus repercusiones en el desarrollo demográfico, en el crecimiento desigual de las regiones en los distintos conceptos de modernidad y en el trasfondo de los debates ideológicos fundamentales.

Por otra parte, la situación geográfica de la Isla le concedió, desde los primeros años de la colonización, un papel en la arena internacional desmesurado respecto a su limitada extensión. En el Caribe se dilucidaron las disputas de las potencias europeas hasta la irrupción de los Estados Unidos en el escenario mundial. Después de la ocupación de la ciudad, Inglaterra cambió La Habana por la Florida. En esa historia mayor se encuentra la clave de la célebre carta de José Martí a Manuel Mercado antes de su caída en combate. Medio siglo después, el Moncada y el triunfo de la Revolución Cubana colocaron a la Isla en un papel que sobrepasaba en mucho su dimensión tangible. Lo que antes se debió a una posición estratégica en el tráfico trasatlántico, respondía ahora a una confrontación en el plano de las ideas que comprometía a la América Latina toda.

El diseño de los planes de estudio para la formación de periodistas tiene que responder a las demandas de la prensa que necesitamos. Un espacio nuevo se ha abierto para los cibernautas. Hay que aprender a navegar en él y a discriminar lo más valioso en ese universo ilimitado que impone su ritmo rápido y su estilo de comunicación. Pero, por muchas razones, las vías tradicionales seguirán desempeñando un papel importante entre nosotros. No se trata tan solo del acceso limitado a Internet, sino también de la composición demográfica de un país donde las generaciones mayores, hechas a otros hábitos, tienen un peso considerable.

En lo informativo, en los trabajos analíticos y de opinión, en el reportaje, la crónica y la investigación de terreno, la prensa debe ofrecer al receptor las coordenadas, desasidas de didacticismo, pero eficientes para el entendimiento del mundo en que vive, algo indispensable para la construcción de una sociedad socialista participativa. El ejercicio del periodismo exige visión cultural integradora, rigor intelectual, capacidad comunicativa y olfato para descifrar las señales de la realidad.

Alguna vez, quise ser periodista. Un amigo de mi padre recorrió las instalaciones de un importante diario de la época llevando de la mano a una niña de apenas ocho años. Nunca he olvidado el taller donde las enormes rotativas vomitaban, a través de fauces de acero, los periódicos olorosos a tinta y papel. La fascinación por ese universo me estaba entrando por los poros. Los estudios en la escuela Manuel Márquez Sterling me dejaron insatisfecha. Aprendí mucho de la adicción contraída desde la infancia. Lo leía todo, incluidas las páginas de anuncios clasificados, muy aleccionadoras para entender las entrañas de la sociedad de la época, que también descubría siguiendo los vaivenes de la bolsa. La vida me llevó por otros caminos. Pero, hoy más que nunca, estoy convencida de que hacer periodismo es un acto de creación. Exige pasión y curiosidad insaciable, saber historia con la conciencia de estarla haciendo.

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