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Cuando un árbol se convirtió en abrazo

Autor:

Reinaldo Cedeño Pineda

Todo comenzó con un árbol. Los árboles son el llamado de la tierra. El artista Cecilio Sánchez Ferro tomó el barro en sus dedos, mezcló, modeló, imaginó una historia y regaló a la Casa del Caribe un Árbol de la vida. Llegó desde Metepec hasta Santiago de Cuba y lo plantó allí como quien deja un abrazo.

Metepec es un municipio del Estado de México, enclavado en el valle de Toluca, ligado para siempre a la vida del poeta José María Heredia. Es considerado «pueblo mágico». La eufonía de su nombre proviene del náhuatl, de la fusión de los vocablos metl que significa maguey y de tepetl, cerro. Metepec es pues «el cerro de los magueyes». El maguey o agave es el nombre de una planta suculenta muy abundante en estas geografías, de la cual se conocen más de 300 especies. Una de ellas es la base para elaborar el mundialmente conocido tequila.

La tradición alfarera y ceramista se cuenta en Metepec por siglos. Se atesoran muestras de antes de nuestra era. La maravilla se puede tocar. Este sitio se ha convertido en el emporio creativo del Árbol de la vida, escultura en barro cuya génesis se vinculó a la historia de Adán y Eva, y que ha devenido en una eclosión imaginativa sin límites, en símbolo del lugar.

Hasta el Museo del Barro nos vamos, para tocar la tradición. Nos acompaña gentilmente Rodrigo Flores Santín, director de Cultura de Metepec. Nos vamos a la casa de Cecilio, a su taller, para ver sus manos, sus mezclas inusitadas, su horno, sus flores diminutas, sus pigmentos. Su familia toda hace crecer estos singulares árboles. No nos caben tantas preguntas.

Cuba está aquí de muchas maneras. Doy fe. He asistido a la firma del acuerdo de cooperación entre ese territorio mexicano y la Casa del Caribe de Santiago de Cuba. He escuchado, apretadas contra el pecho, las palabras de David López Cárdenas, presidente del municipio de Metepec.

Una palabra no es solo una suma de letras, es un ardor. Tiene toda la razón del mundo cuando afirma que hacer valer la cultura y la historia de nuestros pueblos nos hace grandes. Todas las autoridades de este hermoso pedazo de suelo mexicano están reunidas, incluido el regidor Miguel Alonso Terrón Villicaña junto a sus similares del Gobierno local. Nadie olvida el apoyo de Elisa Quijada Badillo. Hay brillo en las miradas.

Martí y Juárez, la ola de recuerdos y de nombres me asalta, mientras el presidente metepequense se refiere al honor de recibir a los artistas que llegan de la isla grande del Caribe. Remarca su alegría. «Espléndida» es la palabra que usa para calificar la cultura cubana. Es un honor estrechar la mano de quien abre puertas a lo mejor de la creación de Cuba.

La acogida de los representantes de México, y especialmente de Metepec, en el Festival del Caribe ha devenido una gran experiencia.  Mucho de este puente tendido se debe a la incansable Victoria James Pérez, directora de la productora cultural Caminos y representante de la Casa del Caribe en suelo azteca. Juntar pasiones y aunar espíritus es como bordar con hilos de oro. Ella lo sabe hacer.

Hay trabajo ya realizado, hay mucho por hacer. Vendrán publicaciones conjuntas, un concierto de la emblemática orquesta Son 14, la participación de un estand cubano en importantes citas artísticas como la Feria de San Isidro y el Festival Internacional Quimera, a desarrollarse en abril y octubre, respectivamente. Eso y más. Y, por supuesto, el Festival del Caribe, del 3 al 9 de julio venidero, contará en su 38va. edición con una delegación de lo mejor de las tradiciones de esta región mexicana.

La Casa del Caribe, prohijada por el Festival del Caribe es la cita habitual para los cultores de la cultura popular y tradicional, poetas, investigadores y académicos de todo el mundo. Al fin, el Caribe no es mera cuestión de geografía.  El Caribe emerge dondequiera que respire un caribeño.

Orlando Vergés, actual director de la prestigiosa institución cubana, continúa defendiendo la fragua de la identidad caribeña, la luz que forjara Joel James Figarola, en su apuesta por la cultura popular y tradicional como garantía de la independencia de la nación.

Metepec está a poco más de 60 kilómetros de Ciudad de México, uno de los núcleos urbanos más populosos del planeta. Allí los olores, los sabores, los saberes de México se acentúan. Pero tal vez urge una ampliación: Metepec también queda cerca de Cuba. No por casualidad, en Santiago de Cuba, en la heroica y sonora Santiago, un artista de Metepec plantó un Árbol de la vida, como una celebración, como un abrazo.

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