Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El Big Five y la intolerancia miamera

Autor:

Lázaro Fariñas

Durante casi 20 años fui socio de un club social en Miami llamado el Big Five. Su nombre provenía de la unión de los cinco grandes clubes de La Habana, como el Havana Yacht Club, Casino Deportivo, Vedado Tennis Club, entre otros. La mayor parte de sus fundadores habían sido socios de algunos de esos clubes. A pesar de estar a grandes distancias de esos establecimientos sociales, me encontré como pez en el agua en aquel sitio, donde pasé muy buenos y agradables momentos y en donde mis dos hijas practicaban deportes y yo y mi esposa también.

Como Miami es una ciudad extensa en donde las distancias se hacen tan largas, y donde hay pocos lugares que propicien el encuentro con amigos y conocidos, el pertenecer a aquel club me abrió las puertas para la tertulia, los juegos y el deporte. La verdad que en aquel lugar se imponía el respeto y la buena convivencia entre los socios, y a la larga de tantas tertulias se creaban amistades que se relacionaban mucho más allá de las fronteras del local social. La mayoría de los asociados pertenecían a la clase media con una gran parte de profesionales, presidentes de bancos, empresarios, etc.

Hice muchas amistades en el Big Five, muchas de las cuales se empezaron a enfriar cuando a finales de la década de los 80 comencé poco a poco a acercarme a Cuba a través de programas de radio y televisión, de artículos en El Nuevo Herald y participación en organizaciones de carácter político que tenían una posición moderada o de acercamiento en relación con Cuba.

Realmente entre los socios el tema de Cuba no era el primordial, pero se daba por hecho que todos los que allí pertenecían tenían una posición muy definida en contra del Gobierno cubano, todos eran conservadores con algunas excepciones. Era lógico ya que muchos de los que allí participábamos habíamos dejado Cuba después del triunfo revolucionario del 59.

Pues bien, aquel ligero enfriamiento con mis contertulios se fue agrandando a medida que me acercaba más a Cuba en mis comentarios radiales y televisivos, hasta que llegó la Conferencia la Nación y la Emigración en abril de 1994 en la que estalló como una bomba el escándalo para desprestigiar a la abogada cubana Magda Montiel y además un artículo mío publicado en El Nuevo Herald que titulé Una conferencia asediada.

Creo que después de eso solo duré tres o cuatro meses más como socio del Big Five, el ambiente que se había formado alrededor de mi persona era muy tenso e insostenible. Mandé una carta a la Junta Directiva renunciando a mi membresía.  Ellos no tuvieron el valor de expulsarme, ya que sabían que los llevaría a los tribunales con una demanda por discriminación.

La historia que les acabo de contar es un pequeño ejemplo de la clase de intolerancia que por años se ha vivido en Miami.

Cuando se desmoronó la Unión Soviética los anticubanos ya estaban contando los días que le quedaban al Gobierno revolucionario, hasta algunos decían que estaban haciendo sus maletas para el regreso triunfal. Como en Miami siempre se afirmó que Cuba era un satélite del mundo soviético, lo lógico era pensar que si el astro desaparecía el satélite no podría sobrevivir. Como siempre, se volvieron a equivocar.

Se ha demostrado una y otra vez que estos personajes de la fauna anticubana miamera no tienen ni la menor idea de lo que sucede en Cuba, que inventan un cuento y se lo creen, tanto que les parece que es verdad, y de esa verdad parten sus descabelladas conclusiones contra Cuba. Son tantas las veces que han fallado en sus pronósticos.

Hay que recordar que la década de los 90 fue terrible para Cuba, que a la caída de la URSS la economía del país cayó en picada, el PIB se vio reducido en cantidades alarmantes y que, aprovechando aquella situación de soledad de los cubanos, desde Washington se legislaron la Ley Torricelli y la Helms-Burton, se dieron los sucesos del Malecón y la crisis de los balseros, pero nada de eso logró derrocar al Gobierno cubano, lo que  provocó que la morralla miamera cerrara las voces que en esta ciudad defendían a Cuba. La intolerancia se multiplicó y nunca más se pudo defender a Cuba y su derecho de ser libre e independiente en los medios en Miami. 

*Periodista cubano radicado en Miami

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