Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Eusebio, más allá de los muros del tiempo

Autor:

Raciel Guanche Ledesma

LOS adoquines de La Habana todavía añoran sus pasos tenues recorriendo la calle Obispo o cualquier rincón de la vieja ciudad. El motivo es simple: nadie ha sido tan Leal a desandar La Habana con ojos de enamorado como Eusebio.

Decía Fina García Marruz que cuando lo olviden los hombres, aún las piedras lo recordarán. Han pasado cinco años desde su salto a otra dimensión, desde la despedida definitiva al historiador de vocación empírica que rescribió su tiempo, su entorno, su ciudad.

Han pasado cinco años y, sin embargo, ni los hombres y mujeres ni la divinidad acorazada de esta urbe lo han sacado de los recuerdos.

Eusebio tenía el don de dibujar la historia desde la oralidad y la palabra. Anduvo La Habana una y mil veces para contárnosla luego con absoluta vivacidad, con pasión. A él lo vimos recorrer con su atuendo gris cada rincón, mientras, en lo alto, los balcones reverenciaban su estampa como testigos de sus pasos.

Alguna vez contó que sus encuentros con la lectura, siendo aún niño, fueron casi un descubrimiento arqueológico. A partir de los primeros acercamientos a los libros, dijo, comenzó el mundo. Leal, en realidad, fue toda su vida un niño o, al menos, con esos ojos de infante apasionado, leyó siempre la historia sublime que cuentan los muros y adoquines de la ciudad.

Sobre la urbe comentó: «Siempre fue maravillosa para mí: La Habana que conocí, La Habana que cambió, La Habana actual. La Habana en su esplendor, en sus pequeñeces. La Habana en sus zonas oscuras, redimidas; La Habana en sus partes oscuras, no redimidas. La Habana en sus zonas deterioradas y que se reconstruye como un acto de amor».

Desde la Oficina del Historiador de la Ciudad apostó por devolverle esplendor a esa joya contrastante, heterogénea e impetuosa, marcada por las grietas coloniales, el eclecticismo criollo y los sincretismos.

«Mi Patria es donde luche y no solamente donde nazca», confesó alguna vez. Y sí, su Patria no se circunscribía solamente a la Villa de San Cristóbal de La Habana, su Patria nacía en todos los próceres de la nación, pasaba por las luchas independentistas de Céspedes y Martí, por la rebeldía hermosa que fue edificando la Revolución bajo el carácter de Mella, Villena, Guiteras y Fidel.

En su altar la luz fidelista era una guía. Todas las batallas de Leal encontraban en el líder cubano a un aliado. Tanto fue que, en una de esas noches de intercambios, Eusebio encerró en una frase toda su admiración: «le doy mi Lealtad a cambio de su Fidelidad».

Leal fue un ser correspondido, no tengo duda, así como de la añoranza que guarda esta ciudad tan suya por sentirlo desandar las calles. Una cosa es cierta, nadie olvidará su estampa de hijo ilustre, ni siquiera el viento que cruza con la cotidianidad los muros del tiempo.

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