Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Las claves de Fidel

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

 

Si alguna predicción se le cumplió a Fidel, entre las tantas que hizo en su vida, fue aquella lanzada en la noche del 8 de enero de 1959, después de su entrada triunfal a La Habana, cuando advirtió que, a pesar de todos los obstáculos vencidos y de todas las ilusiones presentes, a partir de ese momento todo iba a ser más difícil para la Revolución Cubana.

La vida demostró con creces la certeza de aquellas palabras. Quizá, entre las dificultades más grandes, estuvo una: el desafío de lograr la unidad del pueblo cubano y, sobre todo, mantenerla. De acuerdo con distintos biógrafos y colaboradores cercanos, desde muy temprano el líder cubano detectó que la unión del bando progresista era un factor decisivo para asegurar el triunfo o la derrota de un cambio social.

Además del estudio de la Historia, ¿por qué vías el joven Fidel Castro Ruz adquirió la información suficiente para identificar el factor unidad como un elemento clave en los procesos de cambio en Cuba? Las respuestas quedan para los investigadores; pero no sería aventurado asegurar que el llamado a la cohesión siempre fue una especie de «zona en rojo» en la acción política del Comandante en Jefe y uno de los temas recurrentes en sus intervenciones, especialmente en los momentos críticos del país.

En determinadas circunstancias, esas apelaciones tuvieron trasfondos muy complejos. Desde hace mucho tiempo, la propia actualidad del país reclama una referencia más profunda que explique, con mesura y madurez, cómo se construyó, por ejemplo, la unidad en los primeros años de la Revolución.

¿Cómo lograron organizaciones como el Directorio Revolucionario 13 de Marzo, el Partido Socialista Popular y el Movimiento 26 de Julio —y personas con muchos puntos de contacto en sus ideas, pero con divergencias muy variadas— superar las zonas de
desencuentro para unirse en un frente común?

Esa cohesión no se logró por efecto divino y mucho menos fue un paseo  por el jardín. Tampoco Fidel se convirtió en el artífice de esa unión por los cargos que ostentaba. Detrás de ella estuvo un intenso proceso de diálogo, de contacto directo con el pueblo, de ejemplo personal —sobre todo al compartir el mismo esfuerzo que acometía la mayoría de la población— y de concretar las aspiraciones de la gran mayoría. Discursos y hechos se combinaron en el logro de esa unidad.

Una lectura de la prensa de la época arrojaría las particularidades de aquellos diálogos. Y, aun así, los eventos se dieron, como el ocurrido en 1964 a raíz del juicio al delator de los mártires del Humboldt 7, cuando emergieron conflictos dentro de sectores de las filas revolucionarias, cuyos orígenes se encontraban mucho antes de 1959.

El tema de la unidad en aquel episodio llegó a ser tan urgente que Fidel pidió superar las diferencias y olvidar la pertenencia a una organización determinada; porque entre todos, dijo, se había construido una Revolución «más grande que nosotros mismos».

Otras veces el llamado apareció en medio de reveses internos. Uno de ellos ocurrió en los días finales de la Zafra de los Diez Millones, cuando anunció que la meta de producción de azúcar no se lograría y puso su cargo a disposición del pueblo. Entonces dijo que bienvenida la vergüenza y la pena si se sabía convertirlas en espíritu de trabajo y de dignidad.

Lo que vino después fue una jornada de intensos intercambios en teatros llenos y en los lugares más disímiles. Porque, en el afán de salir del desconcierto del fracaso y remontar las carencias materiales generadas por el sobresfuerzo de aquellos días, Fidel se lanzó a visitar centros de trabajo o barriadas en cualquier horario del día o la noche.

Así le tomó el pulso al país y así supo cohesionar la voluntad del pueblo. No fue a través de visitas programadas o intercambios con discursos prestablecidos, donde pudieran primar las palabras dulces al oído de las jefaturas, sino mediante el contacto directo con la población. Y lo hizo convencido de que la unidad no se construye por decreto, sino que se construye, se cuida, se siembra y germina desde los sentimientos más genuinos de un ser humano. Esas eran las claves de Fidel.

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