Entre los bloques de la barrera sectaria pasa un niño iraquí. Foto: Antiwar
MIAMI.— Este es un mes prodigioso en la historia de la nación cubana. Se celebran fechas determinantes en la historia patria. El 16 de abril de 1961: proclamación del carácter socialista de la Revolución. El 17 de abril de 1961: invasión norteamericana por Playa Girón, protagonizada, como todos sabemos, por un contingente de contrarrevolucionarios cubanos asalariados del gobierno de Estados Unidos. Y, entonces, el 19 de abril siguiente, día que se conmemora la victoria popular de Girón.
Un terrorista anda suelto. Tiene domicilio y está al alcance de las cámaras de televisión para saber qué más trama. Su prontuario criminal no es un secreto para nadie. Se puede leer en periódicos, revistas o libros, e incluso consultar imágenes de programas de la tele norteamericana.
Después de los ataques del 11 de Septiembre, el presidente Bush enérgicamente argumentó que era el deber de todo país luchar en contra del terrorismo internacional. Bush alegó que patrocinar el terrorismo o ignorarlo cuando sucediese era lo mismo, y que Estados Unidos no permitiría ninguno de los dos casos. Sin embargo, han aparecido nuevas contradicciones a ese principio, gracias a un terrorista venezolano, dejado en libertad bajo fianza esta semana de una prisión en Nuevo México.
Sí, ya sé que la expresión del titular se parece un tanto a la que pronunciaba cierto personaje legendario. Cada vez que se aproximaba a la cueva, un ¡ábrete, sésamo! le bastaba para que una enorme piedra se apartara y él entrara a contemplar los fabulosos tesoros que una divertida banda de 40 pillos había acumulado durante años de tropelías.
Vivimos en un mundo de celulitis. Pero no hablo solo de esas adiposidades que desvelan a las señoras. Hay otras más peligrosas. Son las que se convierten en gordura fatua para el alma.
Exactamente seis décadas después del debut de Jackie Robinson, el primer jugador negro en las Grandes Ligas del Béisbol de Estados Unidos, numerosos peloteros jugaron allí, el pasado fin de semana, vistiendo el número 42 de aquel legendario atleta.
De todas las frases célebres dichas en cualquier época por las grandes personalidades de la historia, pocas, muy pocas han conseguido aglutinar en sí mismas tanta sabiduría como esta que se le atribuye al prócer mexicano Benito Juárez: «Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz». Sintética y didáctica, apenas necesita el complemento de las explicaciones. ¡Hasta un niño de primaria captaría su mensaje!
Entre los pormenores que surgen a la luz pública destaca el hecho de que en el año 2005, el estudiante de lengua inglesa transformado en asesino estuvo recluido por problemas psiquiátricos, y resulta esto incongruente con el hecho de que pocas semanas antes de cometer la masacre, tranquilamente compró por 571 dólares la pistola semiautomática que utilizó. Plácida y abiertamente fue al mercado, porque hacía uso de lo dispuesto por la legislación estadounidense.
VIENDO la vida pasar —metido yo dentro de ella— a veces me pregunto si no estamos acometiendo la solución de nuestros problemas como si intentáramos, en una fiesta de cumpleaños, ponerle el rabo al burro: con los ojos vendados. Una vez, quizá tres o cuatro años atrás, usé la misma imagen, bien me acuerdo. Cuando eso ocurre, es decir, cuando me doy cuenta de que me voy a repetir, rectifico. Ahora, sin embargo, la dejo permanecer. Las circunstancias de aquel día siguen vigentes...