Mi madre encendió también su vela al riesgo de que el mosquitero cogiera candela y la madera de las paredes de mi casa le llenara la barriga al lenguaraz fuego. Frente a su Virgencita de la Caridad estaba una pequeña foto del «Capitán tranquilo, paloma y león, cabellera lisa y un sombrero alón...» de Mirta Aguirre, y también mío. Camilo se había perdido y el pueblo lloraba. Camilo extraviado y el pueblo rogándole a Dios, a todos los santos y a sus arcángeles, porque solo fuera un juego a las escondidas.
En los últimos años del pasado siglo y en los primeros de este, la televisión ha sido algo así como la novia del deporte. Y tanto se han compenetrado, que la «pequeña pantalla» ha logrado cambiarle la cara al mundo del músculo.
Pinochet fue encausado por algunos de los crímenes en Villa Grimaldi, visitada de nuevo por la presidenta Michelle Bachelet y su madre. Foto: AFP y REUTERS
A cualquiera que no lo obnubile la jactancia, desde que comienza a pertrecharse de conocimientos le retumba en los oídos la advertencia clásica helénica: «Solo sé que no sé nada».
El miércoles estalló el tonel. El diario germano Bild publicó cinco fotos en las que un grupo de efectivos de su país hacían burla de cadáveres profanados. La expulsión del ejército y la aplicación de sanciones planean sobre las cabezas de los infractores. Tal aberración «demuestra unos valores (sic) que son exactamente lo contrario de lo que inculcamos a nuestros soldados», aseguró el titular de Defensa, Franz Josef Jung.
El domingo 22 leí en JR dos páginas muy alentadoras. Tan alentadoras que me impulsan a comentar algo de lo leído en el reportaje encuesta titulado Contra la subversión silenciosa del mercado, parte final de una serie. Me interesó, en particular, cuanto los especialistas dijeron sobre la calidad, que es una palabra repetida, deseada, programada, y que siempre se nos escurre sin alcanzar la categoría de concepto actuante en nuestra vida social y económica.
Pero, ¡sorpresa!: no estamos hablando del malévolo führer, sino de un personaje que ha entrado al gobierno de un país cuyos ciudadanos —en su gran mayoría— perdieron a varios de sus antepasados en los mataderos del III Reich: Israel.
El acto de viajar ejerce una suerte de fascinación sobre el ser humano. Su natural instinto por conocer, relacionarse, comparar, echan a volar su imaginación y lo ponen a soñar contextos insospechados, a tenor con su ideal de la felicidad o el éxito.
«Jeppesen lo hace todo», así reza la propaganda sobre una subsidiaria de la Boeing, la mayor empresa aeroespacial del mundo y probablemente la mayor contratista del Pentágono estadounidense, por tanto, una de las grandes ganadoras de la particular guerra contra el terrorismo del señor George W. Bush.
La esperanza —recuerda la sabiduría popular— es lo último que se pierde. Otros, más hilarantes, dicen que «era verde, y un chivo se la comió». No obstante, siempre es bueno advertir atisbos de mejores tiempos, y estos también asoman en el horizonte de Irlanda del Norte.