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Mi abuelo el desconocido

Merece ser leído por los jóvenes lo que dice la Doctora Josefina Meza Paz, nieta de Ramón Meza, el autor de la novela Mi tío el empleado

Autor:

Luis Hernández Serrano

Cuando Josefina Meza Paz, Doctora en Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana —y profesora de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona— escribe un libro sobre su abuelo paterno, es porque admira sus valores y su obra, quiere que la juventud lo conozca y desea saldar una vieja deuda con él.

Su abuelo fue Ramón Meza y Suárez Inclán, el autor de Mi tío el empleado, novela (casi desconocida) que figura en la lista de honor de la literatura cubana.

Nació en La Habana el 28 de enero de 1861 y combinó sus inquietudes periodísticas, jurídicas, literarias y urbanísticas, con las pedagógicas (urbanísticas, porque escribió sobre las cosas de La Habana o los «croquis habaneros», y también sobre Matanzas y Santa Clara). Su nombre y apellidos completos fueron Ramón Julián Francisco de Paula Meza y Suárez Inclán, aunque en sus escritos empleó los seudónimos de Ramoncito, Ramón de las Yaguas, R.E.Maz y Un Redactor.

Sus padres fueron don Luis Francisco de Meza y doña María Dolores Suárez Inclán y González del Valle. Y fue descendiente por línea materna de Manuel y José Zacarías González del Valle, personas notables de la vida cultural cubana del siglo XIX.

Estudió en el Real Colegio de Belén y en 1876 ingresó con 15 años en la Universidad de La Habana. En 1877 obtuvo el título de Bachiller en Artes y en 1882 se graduó de Licenciado en Derecho Civil y Canónico.

«No lo conocí personalmente, pero sí su obra, y mi padre me contó que fue un trabajador incansable, un modelo de intelectual, un escritor culto y laborioso, empeñado en mejorar la sociedad en que vivía», confiesa Josefina.

«El Ramón Meza del que escribo en mi libro, debe servir para que nuestros jóvenes —de las presentes y futuras generaciones—, y en particular los maestros de las universidades de Ciencias Pedagógicas del país y de otros centros formadores de hombres y mujeres, puedan investigar y estudiar su obra como parte de la historia de la educación y de la cultura cubanas. Él encarnó a un patriota y a un maestro de tan alta conducta, que puede ser imitado», declara convencida la Doctora.

«Hoy, a más de un siglo de la primera edición de su célebre novela y luego de muchos años de olvido… confirmo a mi abuelo como un adelantado febril y me vuelvo al énfasis poético que animó su prosa narrativa, ingredientes que explican sus apasionadas transiciones, sus ambientes grotescos, sus parajes de doloroso guiñol, como dibujados por Goya, con cincel más que con pluma. La novela cubana decimonónica tuvo en él a un exponente recio, distinto y solitario. Su notable obra tuvo valor doble: como novela y como néctar infalible contra el insomnio».

Ese hombre al que recuerda Josefina, murió 31 años antes de que ella naciera. «Como era asmático, estamos seguros de que murió de forma repentina, con 50 años, el 5 de diciembre de 1911, porque inhaló alguna sustancia nociva en el respiradero o especie de chimenea de la azotea de la casa, al tratar de que funcionara», nos aclara.

Fue Luis Fernando Meza y Suárez Inclán (1908-1964), el menor de sus dos hijos, quien legó a toda la familia su memoria: a Elí, la hija mayor; a Consuelo, la que le sigue y a la misma Josefina.

Ramón Meza y Suárez Inclán escribió, además de Mi tío el empleado, las novelas Carmela; El duelo de mi vecino; Flores y calabazas; Últimas páginas; Don Aniceto el tendero y otros textos y títulos interesantes.

«Fue amigo de Cirilo Villaverde, el autor de la inefable novela Cecilia Valdés, de quien rescató sus obras El penitente, La peineta calada y Dos amores».

De él nos habla Josefina, quien ha escrito el libro Ramón Meza Maestro, en el que ella vibra como una nieta agradecida y deslumbrada por las enseñanzas del padre de su padre.

«Tuvo el gran mérito de ser (como aseguró mi padre en el centenario de su nacimiento, en entrevista televisiva en la que yo estuve presente), en las décadas finales del dominio colonial español en Cuba «¡un hombre honrado en una época de corrupción!”.

«Al inicio de la guerra de 1895 decidió pasar del autonomismo al independentismo y escribió para el periódico Patria, donde reportó la marcha del conflicto en Cuba, la exitosa invasión a occidente de Gómez y Maceo; la tendencia de los cubanos a engrosar las huestes revolucionarias y  los discapacitados para la guerra que emigraron hacia países cercanos.

«Denunció los horrores cometidos por los voluntarios y la ferocidad del general Valeriano Weyler, a quien llamó “hiena inmunda”. Describió cómo sus sicarios asesinaron a hombres indefensos en el campo y en los pequeños poblados, reportándolos como bajas en combate.

«Donde mi abuelo actuó, se distinguió por la intachable corrección, su amor al trabajo y su honradez y honestidad por todos reconocida. Lo mismo en el Consejo Escolar de La Habana —del que fue vocal— que en los cargos de Gobierno, Subsecretario de Justicia y Secretario interino en 1900; Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, en 1909; Secretario de la directiva de la Sociedad Económica de Amigos del País, en la que redactó las Memorias de la institución, de 1898 a 1910, y en otros cargos.

«Se apartó de la literatura para dedicarse a la enseñanza, pero nunca abandonó la vocación suya de escritor. Y en ambas vertientes aportó valores. Tenía relevantes cualidades para el magisterio y fue en verdad un profesor eminente».

Opinión de Martí

Cuando en 1961 se cumplieron cien años del nacimiento de Ramón Meza, la revolución triunfante lo rescató del olvido como novelista de costumbres, ignorado y olvidado por varias generaciones de cubanos, no obstante haber creado una obra literaria que es patrimonio cultural nacional.

«Martí dijo en su momento que la de mi abuelo fue “una obra realista, cuya esencia y método es la observación… una mueca hecha con los labios ensangrentados». Y añadió: «Hallando caricatura la verdad, la dejó como era». (José Martí, Obras Completas, Editora Nacional de Cuba, 1963, tomo cinco, página 126).

«El mismo Apóstol, al reconocer la autenticidad de los personajes de su más prominente novela, reflexionó: «Conforme se va leyendo el libro no pueden negarse los ojos a ver, ni la memoria a recordar… Este libro deja una impresión semejante a la que ha de dejar una bofetada… y con la palabra propia, necesaria y gráfica».

El maestro

Como Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, tuvo iniciativas para mejorar la enseñanza primaria y media, y aprobó leyes escolares importantes  en pro de la escuela elemental del país, en sustitución de las órdenes militares de la primera ocupación estadounidense.

Nuestra entrevistada admira muchos estudios, artículos y escritos de su abuelo, pero en particular el discurso de elogio del mayor general Máximo Gómez, al morir este en 1905.

Meza admiró al pedagogo Eusebio Guiteras. Y Josefina cita en su libro lo que de aquel profesor habló también Martí en Patria, el 28 de diciembre de 1893: «Ha muerto lejos de su casa el matancero amado… En sus libros hemos aprendido los cubanos a leer (…) y sus versos fueron para muchos hijos de Cuba, la primera literatura y fantasía».

Hizo Meza un estudio biográfico de dicho educador, nacido el 5 de marzo de 1823 en Matanzas, quien se educó en un colegio dirigido por José de la Luz y Caballero, quien lo distinguió por dedicarse al estudio de los clásicos, con énfasis en que creó cuatro libros de lectura para tres generaciones de cubanos que en ellos aprendieron a leer.

Ecologista temprano

«Mi abuelo era un apasionado partidario de dotar a las ciudades de pulmones, de parques que saneen el ambiente y aprovechar así las posibilidades que la naturaleza ofrece al hombre en su beneficio. Defendió la idea de producir la mayor parte de lo que consumimos y criticó la importación de productos extranjeros que podríamos cultivar o elaborar».

No puede olvidarse que, por ejemplo, José Lezama Lima, Cintio Vitier y Antón Arrufat (del Grupo Orígenes), se percataron pronto de que estaban ante un novelista moderno, que había roto con el romanticismo del siglo XIX y expresó en su novela principal el duro panorama colonial de la sociedad cubana de entonces.

Mucho años después, en marzo de 2005, Reynaldo González presentó el ensayo Ramón Meza: la ironía incomprendida, discurso de ingreso a la Academia Cubana de la Lengua, una lúcida interpretación sobre la obra cumbre de este novelista y que le hace justicia. Dijo que su mejor título provocó un pugilato y una tremolina en el contexto habanero aquel.

Desde Bogotá, un cubano independentista, Rafael María Mechán, la censuró «por no tomar de la sociedad sino los tipos más imperfectos, exhibirlos a toda luz y convertir la novela en un museo de fealdad». Sin embargo, Enrique José Varona la calificó como «hermana menor de Cecilia Valdés».  

Fuente: La entrevista con Josefina Meza, nieta del abogado, el escritor y el pedagogo y el libro de esta Doctora Ramón Meza Maestro, publicado por Ediciones de la Sociedad Económica de Amigos del País, La Habana, 2013.

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