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Adiós a Windows 10: se abre la caja de Pandora

Desde esta semana el sistema operativo lanzado por Microsoft en 2015 no recibirá soporte oficial. Este hecho marca el fin de una era y abre puertas para los ciberdelincuentes, que ya deben estar afilándose los colmillos

Autor:

Yurisander Guevara Zaila

 

El pasado martes 14 de octubre marcó el fin de una era para millones de usuarios de ordenadores. Ese día, Microsoft cesó el soporte oficial de Windows 10, luego de una década en uso. El problema, o uno de ellos, es que cuatro de cada diez ordenadores en el planeta hoy funcionan con este sistema operativo.

A la vez, el cese de soporte va mucho más allá del simple adiós a un software; significa el fin de la era «local» y el inicio de una nueva etapa marcada por la nube, la inteligencia artificial y la interconexión obligatoria.

Así, el pasado martes la compañía lanzó el último parche de seguridad mensual, y desde noviembre, Windows 10 será como un cachorro abandonado a su suerte, excepto para quienes se enrolen en el programa de soporte extendido (ESU, por sus siglas en inglés).

En términos estadísticos más precisos, según Statcounter, el panorama es el siguiente: el 40.5 por ciento de los ordenadores funcionan con Windows 10. Windows 11 domina solo ligeramente con el 48.9 por ciento. El impacto de esta medida es masivo: afecta a unos 650 millones de computadoras en todo el mundo. Y de acuerdo con estimados de expertos, unos 121 millones de computadoras seguirán utilizando Windows 10 sin soporte oficial. Una obsolescencia que, por demás, es caldo de cultivo para los ciberdelincuentes.

Una promesa rota 

Windows 10 se despide con una huella profunda en la historia de la informática. Desde su lanzamiento, el sistema operativo ganó la confianza del público con facilidad, pues destacó por su estabilidad, facilidad de uso y compatibilidad con un rango de especificaciones de hardware extremadamente variado. 

De esta forma, se consolidó como la versión más popular de Microsoft en hogares, oficinas y escuelas. La plataforma gozó de gran popularidad y durante varios años fue la opción predilecta, incluso por encima de Windows 11. Además, Microsoft había prometido
que este sería el último Windows, pues adoptaría un modelo como servicio. Ello implicaba una evolución continua mediante actualizaciones periódicas. 

Sin embargo, mientras el mundo trataba de asimilar los impactos de la pandemia de la COVID-19, en 2021 la compañía con sede en Redmond, Estados Unidos, lanzó Windows 11 y echó por tierra lo que había asegurado años antes. 

De Windows 10 quedan hitos como el estreno de Windows Defender, el asistente Cortana y las actualizaciones automáticas. Y aunque tuvo una década de vida, curiosamente, este período resulta corto al compararlo con los 16 años de soporte que disfrutó Windows 1.0, un dato que ilustra un cambio de paradigma: el software pasa de ser una inversión a largo plazo a un servicio que exige constantes novedades.

Fin de la era local 

Para muchos, Windows 10 representó la era de la libertad y el control personal. El entorno se sentía más personal, un «hogar» donde los usuarios tenían todo lo necesario sin tantas interrupciones o interconexio­nes entre aplicaciones. Windows 10 ofrecía una mirada a lo tradicional, desde su fondo de pantalla hasta sus opciones particulares, estilo y funciones que no se sentían saturadas. Tenía pocas características invasivas y menor integración de servicios como un «todo». El PC era realmente propio gracias a las aplicaciones locales.

En contraste, la nueva generación, Windows 11, se muestra minimalista en diseño, pero está sobrecargada de bloatware (software innecesario) y telemetría (espionaje corporativo, en otras palabras). Microsoft ha defendido este enfoque con el argumento de que busca un ecosistema donde casi todo apunta a la sincronización con la nube y la inteligencia artificial. 

Ejemplos de esta transición incluyen la integración de Copilot y el próximo cambio en Word que guardará todo de forma automática en OneDrive. Empero, lo que muchos usuarios perciben es falta de libertades, la necesidad de estar conectados para tener un sistema funcional al ciento por ciento que, por demás, es inyectado de «cosas» que sobrecargan el PC. Aunque es posible emplear Windows 11 fuera de línea, no se logra aprovechar todo su potencial, pues depende de internet y todo lo que se conecta a la red de redes.

 

Lo que viene por delante 

Frente al cese de soporte en Windows 10, Microsoft ofrece tres caminos principales para mantener la protección o migrar a una nueva plataforma.

El primero es actualizar a Windows 11. Pero ello solo será posible si se cumplen ciertos requisitos de hardware, algo de lo que hoy carecen millones de ordenadores.

Windows 11 exige requisitos de hardware estrictos, como el chip TPM 2.0 y procesadores modernos. Estas demandas dejan fuera a la mayoría de los equipos comprados antes de 2017. En consecuencia, muchos usuarios se ven obligados a adquirir un nuevo dispositivo, una opción inasumible para pequeñas empresas o usuarios domésticos con recursos limitados. 

A quienes prefieren extender su permanencia en Windows 10 o necesitan más tiempo para la transición, Microsoft les ofrece el programa ESU, el cual permite continuar recibiendo parches de seguridad por un año adicional. Los usuarios de Windows 10 Home o Pro pueden recibir las ESU hasta el 13 de octubre de 2026. Las ediciones Enterprise o Education recibirán protección por al menos tres años, hasta octubre de 2028.

El precio base de las ESU es un factor importante: 30 dólares anuales por dispositivo. Los consumidores pueden pagar 30 dólares para recibir el año adicional de soporte, cubriendo hasta diez ordenadores vinculados con una misma cuenta de Microsoft. Como alternativa al pago, los usuarios pueden canjear mil puntos de Microsoft Rewards para obtener el mismo beneficio. Todas estas opciones, huelga decirlo, están bloqueadas para Cuba.

Para equipos más viejos que no soportan Windows 11, los usuarios pueden instalar sistemas operativos más ligeros como Linux Mint o Zorin OS. Estas alternativas gratuitas y de código abierto resultan ideales para tareas básicas como navegar por internet o editar documentos. No obstante, esa opción requiere mayores conocimientos técnicos para su instalación y uso. Los expertos también aconsejan mantener los equipos obsoletos solo para tareas sencillas, sin conexión permanente a internet.

Aunque el sistema operativo pierda soporte, las aplicaciones comunes como Word, Excel o PowerPoint seguirán funcionando. Microsoft ha confirmado que continuará enviando actualizaciones de seguridad para estos programas hasta 2028.

El principal problema que acarrea el fin de soporte de Windows 10 es la pérdida total de protección frente a amenazas informáticas. Un sistema operativo sin actualizaciones regulares queda irremediablemente expuesto a ataques de malware, ransomware o phishing. Si se descubre una vulnerabilidad crítica, no existe posibilidad de parcheo, dejando a los usuarios a merced de actores maliciosos.

Los especialistas en seguridad coinciden en que los ciberdelincuentes dirigirán su atención hacia estos equipos, aprovechando las vulnerabilidades sin resolver. Y ahora el riesgo se agrava por el creciente uso de la inteligencia artificial generativa para desarrollar y distribuir virus y malware. Además de la interrupción de parches de seguridad, Microsoft también dejará de brindar soporte a Windows Defender en esta versión del sistema operativo. Los hackers ya se afilan los colmillos.

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