Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Él me gusta pero nunca estoy dispuesta

Dieciséis años de relación y respeto, pero las relaciones sexuales son un desastre

Autor:

Mariela Rodríguez Méndez

Y.R: Hace 16 años estoy casada con el padre de mi hija. Nos respetamos y ayudamos mutuamente. Pero como nada es perfecto, las relaciones sexuales son un desastre. Nunca estoy dispuesta. Él me gusta y lo adoro pero no sé qué me pasa; antes no era así. Quisiera que me aconsejara qué hacer o qué usted cree de mi situación.

Todo resulta insuficiente cuando la espontaneidad es sustituida por el deber, la exigencia, la programación. En tales circunstancias, se clausura el espacio que debe quedar abierto para fantasear, jugar y disponerse al encuentro con ese modo de goce que nos hace únicos, cuya naturaleza es más bien traviesa, irreverente, incierta. 

La palabra seductora de amor, que sepa nombrar la singularidad de una mujer suele encenderle las llamas eróticas; tanto como para ellos resulta sugerente contemplar a aquella que es capaz de poner en acto sus fantasías. 

Por otra parte, cada quien requiere de ciertas circunstancias para abrirse al deseo: determinados gestos, palabras, imágenes, sabores... que varían de una persona a otra. Antes, seguramente estabas más cerca de esas condiciones que despiertan tu deseo. Habría que recordar esos tiempos y valorar qué de aquello se podría recuperar.

Muchas veces parece tan obvio el afecto y el compromiso que se descuida cultivar el erotismo que alguna vez alumbró la esperanza de estar juntos para siempre. No son pocas las parejas que se diluyen en el esfuerzo de vivir acorde a tiempos retadores de cualquier ilusión.

Se impone decidir cómo rencontrar esa conexión con el deseo más íntimo y el placer de vivir ajustados a esas «pequeñas cosas» cuyo único valor reside en darnos el gusto de un  disfrute instantáneo, para decir ¡Qué bueno!

Mariela Rodríguez Méndez, Máster en Sicología clínica

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