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Excursión «alienígena»

«Como si en un solo día hubiera viajado a otro planeta». Así describió el cineasta James Cameron su visita a uno de los lugares más enigmáticos de la Tierra

 

Autor:

Patricia Cáceres

El afamado director de cine James Cameron vuelve a ser noticia por estos días. Y no debido al estreno de otra taquillera película, como Titanic o Avatar. Esta vez la razón de la popularidad es su histórico viaje a lo que él mismo ha definido como «la última frontera del siglo XXI».

El afamado director no ha visitado otra galaxia ni ha tenido el privilegio de pisar la Luna o algún exoplaneta. En realidad, su travesía fue a un punto de la Fosa de las Marianas conocido como abismo Challenger, a 11 000 metros bajo el mar, considerado el lugar más profundo del océano.

Según el diario ABC, la inmersión comenzó este 26 de marzo a las cinco de la madrugada, hora local, frente a la costa de Guam. Cameron tardó dos horas y media en bajar al abismo, en el Pacífico noroccidental, al sureste de las islas Marianas, y una hora y diez minutos en ascender. Ello, sin sumar las tres horas que pasó recorriendo el fondo marino.

Tan arriesgada empresa solo fue posible gracias al Deepsea Challenger, un sumergible de siete metros de largo y 12 toneladas de peso con forma de torpedo que, a diferencia de otros batiscafos (pequeños vehículos de inmersión profunda), tiene gran movilidad bajo el agua.

El artefacto está equipado con cámaras de alta resolución en tercera dimensión y un panel de focos LED de dos metros y medio de largo, que permiten iluminar los oscuros fondos y observar el inhóspito terreno.

El reconocido realizador viajó dentro del Deepsea Challenger enclaustrado en una esfera de acero blindada, con apenas 109 centímetros de diámetro, por lo que prácticamente no pudo mover sus brazos y piernas.

Por si fuera poco, en la Fosa de las Marianas la presión es 1 100 veces mayor que en la superficie. Cameron explicó en un video difundido por National Geographic, que la presión es tan extrema que el submarino «se comprime unas tres pulgadas de longitud (unos 8 centímetros) cuando llega al fondo del océano, y la esfera en la que viajo yo también encoge. De hecho, la ventana por la que miro se viene hacia mí».

En la filmación, el cineasta-explorador también puntualizó que la inmersión transcurrió según lo previsto y sin grandes contratiempos técnicos. Solo funcionó un poco peor de lo esperado el brazo robótico, diseñado para tomar muestras del fondo, debido a las variaciones en la presión.

Además, la puerta de la cámara de muestras no se cerró correctamente y, por tanto, —dijo— buena parte del sedimento del fondo recogido para analizar se perdió durante el regreso a la superficie.

Como es de suponer, Cameron no es un explorador improvisado. El hecho de que el cineasta fuese un veterano de las inmersiones a gran profundidad también ayudó a emprender la difícil aventura. Ha bajado más de 70 veces en otros batiscafos para reconocer los restos del Titanic y otras embarcaciones, y es buceador desde su adolescencia en Canadá.

Es el primer hombre que se sumerge en solitario al punto más profundo del océano y el tercero en lograrlo. Lo precedieron el suizo Jacques Piccard y el estadounidense Don Walsh, que lo hicieron en 1960 a bordo del batiscafo Trieste. Piccard ya falleció, pero el octogenario Don Walsh sigue vivo y colaboró con Cameron en la expedición.

Tocando fondo

Este 26 de marzo James Cameron confirmó mediante su cuenta de Twitter que había logrado su misión. «Acabo de llegar a lo más profundo del océano. Tocar fondo nunca fue tan bueno. No puedo esperar para contar lo que estoy viendo», escribió entonces.

Como un «mundo totalmente alienígena» describió el cineasta al inhóspito terreno. Incluso aseguró sentir algo similar a lo que debió experimentar Neil Armstrong al pisar la Luna hace más de cuatro décadas en la misión Apolo XI.

«Es todo muy lunar, un lugar desierto y muy aislado. Mi sensación fue de total soledad y aislamiento del resto de la humanidad, me sentí como si en un solo día hubiera viajado a otro planeta y regresado», dijo a la prensa tras emerger.

Cameron ha estado inmerso en los preparativos de la expedición durante siete años con un equipo de ingenieros de National Geographic. Su intención es estudiar los aspectos biológicos y geológicos de esos extraños fondos marinos, donde se cree que hay 750 000 especies que no han sido formalmente catalogadas por la ciencia.

«No he encontrado grandes organismos como medusas o peces del tipo que he visto en otras inmersiones profundas. Pero es que el punto al que he llegado es extremadamente lejano y aislado. Tampoco se veían en el fondo los habituales rastros y huellas de gusanos y pepinos de mar que hay en otros lugares. De hecho, lo más grande que he visto eran anfípodos o crustáceos que no pasaban de una pulgada (menos de tres centímetros)».

Sin embargo —puntualizó—, no se trata de buscar «calamares gigantes y cosas de ese tipo», sino de estudiar los pequeños seres y los microbios de esos lugares, cuyas adaptaciones a ese entorno extremo pueden aportar interesantes revelaciones a la ciencia.

«Muchos de los animales que viven allí están adaptados a la presión extrema que existe en esas profundidades y a la oscuridad total. Generalmente son criaturas blancas, sin pigmentación en la piel. Algunos tienen ojos para percibir la bioluminiscencia; otros sencillamente no tienen ojos», dijo.

Según el cineasta, este viaje es apenas una primera experiencia para probar la nave y demostrar su fiabilidad. «Vendrán muchas más inmersiones y encontraremos regalos de la naturaleza. Los buceadores sabemos que hay que tener paciencia y que una inmersión es solo una inmersión», aseguró.

«Lo que se abre es el camino para una nueva frontera de la exploración en el siglo XXI. Un lugar remoto y menos conocido que la Luna», agregó.

Pero no solo los ecosistemas de ese enigmático lugar suscitan interés. La expedición de Cameron también servirá para analizar la formación de terremotos y el cambio climático. Y es que un estudio publicado el año pasado develó que la materia orgánica de la flora y fauna muerta se aloja en las paredes de las fosas y que, como consecuencia, más carbono se acumula en el fondo de ellas que en otras partes del océano.

Esto podría indicar que las profundidades del mar desempeñan un papel más importante en el ciclo del carbono de lo que se pensaba, y con ello en la regulación del clima del planeta.

La Fosa de las Marianas fue descubierta en 1870, cuando un navío intentó medir la profundidad del Pacífico mediante el sondeo con lastre atado a una cuerda. Allí se descubrió el calamar gigante Architeuthis, una especie de lenguado desconocida hasta ese momento por la ciencia. A partir de su descubrimiento esta fosa se convirtió en uno de los lugares más enigmáticos de la Tierra.

 

 

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