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Reclama lo que le pertenece

Muy desalentado se siente Alberto Ramón Fernández Gómez, un innovador que lleva diez años reclamándole a la Empresa Pecuaria Jesús Menéndez, del municipio homónimo, en la provincia de Las Tunas, algo que le corresponde por la Ley 38: el pago por los aportes que hizo con su ingenio a esa entidad y con los cuales esta se benefició, para que lo haya obviado y desconocido tanto tiempo.

Alberto Ramón, quien reside en calle 34 número 5, en Velasco, municipio holguinero de Gibara, relata que, como técnico laboraba en el Instituto de Medicina Veterinaria, una dependencia de dicha empresa. Y elaboró 12 trabajos que estaban en el banco de problemas de la entidad, la cual se comprometió a tramitar, evaluar y pagarle, cuando formaran la cuenta de ciencia y técnica.

Pero subraya el innovador que comenzó la fluctuación de directores, delegados, económicos, jurídicos y especialistas de ciencia y técnica en la Pecuaria, «para al final solo recibir negativas, curvas, desconocimiento, peloteo y una frase que me martilla la cabeza día a día: antes de fin de año pagamos. Se me olvidó preguntar de qué año».

El remitente califica todo como una odisea: «Todo comenzó a olvidarse. Toda la documentación que se había hecho comenzó a desaparecer a tal punto, que se ha tenido que recurrir a personas serias y de buena voluntad, para ver si no sigue la pérdida de documentación. Lo que un día se convirtió en un fructífero trabajo se derrumbó como castillo de naipes... Trabajos, innovaciones y proyectos de desarrollo en ejecución, con magníficos resultados, se dejaron por falta de apoyo y negativas; porque hicieron compromisos sin tener conocimientos ni facilidades, creando falsas expectativas, provocando malestar entre los trabajadores».

Precisa Alberto Ramón que gracias a esos aportes, la empresa ocupó por varios años los primeros lugares en la provincia, y los campesinos pudieron aumentar sus producciones. Todos los trabajos se presentaron en los eventos de ciencia y técnica, y obtuvieron premios relevantes, incluso el de la Expo nacional Forjadores del Futuro en el 2002.

El remitente considera que ha habido injusticia e ingratitud. Él tiene toda la documentación legal para su reclamación. Desea que se generalicen esos aportes. De todo ello tienen conocimiento alrededor de 56 personas de organismos a todos los niveles: MINAGRI, CTC, ANIR, sindicato y las autoridades locales.

Tan frustrado y decepcionado se sintió Alberto Ramón, que abandonó ese trabajo y lo que había estudiado con gusto. Ahora labora en Comercio y Gastronomía en Velasco, y confiesa que no le mueve el rencor ni el revanchismo, sino evitar que otro trabajador sufra lo que a él tanto le ha lacerado.

Y entre tanta decepción, aún conserva las esperanzas de que la revelación de su caso concite una respuesta responsable: «solo quiero lo que me corresponde y, ¿por qué no?, echar a andar tan buenos trabajos y proyectos olvidados, engavetados y extraviados en dicha empresa».

Y de la resaca de todo lo sufrido, el innovador que hay en Alberto Ramón se resiste a claudicar. Bravo por ese espíritu que no se pliega, ni cree en derrotas ni abandonos.

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