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Fiestas del maní… ¿carero?

La inquietud de Yunior Bauta Pentón (Calle 31, No. 6213A, e/ 62 y 64, La Salud, Quivicán) podría ser la de muchos mayabequenses. Máxime cuando escasean los espacios de recreación accesibles a las mayorías y que cumplan aquel dicho popular de las tres B: bueno, bonito y barato.

Procedente de Santo Domingo, Villa Clara, allá Yunior y los suyos habían disfrutado a lo largo de los años de fiestas populares «abiertas y gratis», con opciones como la cerveza de pipa al alcance del bolsillo más humilde; de tal manera que una familia promedio con unos 200 pesos cubanos podía «ir, disfrutar y pasar un fin de semana diferente», narra el lector. Pero para asombro de este remitente y su familia, en el poblado de La Salud, en Quivicán, se encontraron el año pasado una realidad distinta. Su incomodidad se originó a fines de noviembre, cuando desearon participar de los festejos populares del territorio, conocidos como Las Fiestas del Maní.

El área donde se efectuaron estas celebraciones, que se supone debían ser las más populares de La Salud, estuvo concentrada y cerrada en la zona frente al parque y cobraron 20 pesos por persona para el acceso. La justificación de tal proceder fue que vendría un grupo musical, refiere el lector. Pero, ¿qué pasaba con el «que no estuviese interesado en oír al grupo (…) o que solo fuera a montar a su hijo en los carritos»? Se veía obligado a pagar los 20 pesos de entrada per cápita, reflexiona el mayabequense.

«Otra de las cosas que me dejó sin palabras —afirma— es que había quioscos del Estado vendiendo el refresco de lata a 15 CUP y las botellas de (ron) Arecha, que normalmente son a 20 pesos, las estaban vendiendo a 25». ¿Cómo es posible que en estos festejos se comercialicen productos por encima de su precio habitual en instalaciones estatales? ¿No debía ser lo contrario? ¿Qué explicación tienen al respecto las autoridades del municipio?

¿Daños colaterales de la higiene?

Nadie duda de la necesidad de la higiene, y de lo peligroso que resultan las acumulaciones de desechos en plena ciudad. Pero si a la noble misión de la limpieza se la acompaña con la chapucería del destrozo, entonces estamos, como quien dice, rompiendo con los pies lo que hacemos con la cabeza.

De ello habla la misiva del capitalino Orlando Izquierdo Pujadas (San Bernandino No. 70, 1er. piso, apto. 4, entre Rabí y San Indalecio, Santos Suárez), que constituye un SOS ante la destrucción de «los sufridos contenes, parterres, aceras y alguna que otra fachada, que han soportado estoicamente, a través del tiempo, las terribles embestidas de esos “dinosaurios modernos”, llamados cargadores frontales, que se utilizan indiscriminadamente para recoger los desperdicios, basura y tarecos tirados en las otrora bellas esquinas de mi ciudad, y que con sus fauces metálicas destrozan cuanto se encuentran a su paso… Una semana tras otra, un mes tras otro, un año tras otro y centímetros de contenes, parterres y aceras desapareciendo para ¿en qué decenio ser reconstruidos?», se duele el remitente.

Gratitud infinita

«Pérdida notable de peso corporal, inflamación y dolor en la zona abdominal y una tos persistente, acompañada con falta de aire», fueron los síntomas con que arribó Juan Carlos Pérez Sánchez (Edificio Coco 1, Zona 7, Alamar, La Habana del Este) al capitalino hospital Hermanos Ameijeiras. Tras un examen físico directo, y pruebas con diferentes equipos médicos se le diagnosticó un cáncer de los denominados linfoma no Hodgkin. A partir de ahí, el paciente fue tratado con las técnicas y sustancias habituales en estos casos: quimioterapia, radioterapia, trasplante de médula ósea… Todo con suma profesionalidad y amabilidad. Por ello este cubano desea destacar «la labor tan esmerada, cariñosa y desinteresada de todo el personal de las salas 12A y 12B en la aplicación de los medicamentos tanto de día como de noche (…) y agradecer de forma especial a los doctores José Carnot Uria y Calixto Hernández Cruz, que fueron los que me realizaron el trasplante exitoso de la médula ósea. Deseo reconocer públicamente su sencillez, su modestia y su espíritu de consagración, que aún continúa después de casi tres años, en las consultas de seguimiento y diagnóstico favorable de mi recuperación».

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