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Alertan sobre el incremento del calentamiento global

Autor:

Juventud Rebelde

El aumento de la presencia de gases de efecto invernadero ha ocasionado un sobrecalentamiento global que origina trastornos a escala planetaria. Cuba no contribuye sustancialmente a ese fenómeno, aunque sí es vulnerable a sus efectos

Cuando en un día soleado dejamos un automóvil parqueado con sus cristales levantados en un lugar sin sombra, este se ve sometido a la acción de los rayos solares. Al abrirlo después de cierto tiempo, notamos que la temperatura en su interior es más alta que afuera y los asientos están calientes.

Este fenómeno es aprovechado desde hace tiempo por los agricultores de países con clima frío para lograr cosechas de vegetales, flores y otros productos en casas de cultivo conocidas como invernaderos. Estos son espacios cerrados cuyas paredes y techos son de vidrio o plástico. En los invernaderos la radiación infrarroja que emiten los objetos y las plantas es «atrapada» en su interior, lo que conduce a un aumento de la temperatura. En el caso del auto, el aumento de la temperatura no conduce a un efecto útil, sino que provoca molestias. En el interior de los invernaderos, el incremento de la temperatura facilita la germinación y el crecimiento de las plantas, aun cuando las temperaturas exteriores sean relativamente bajas.

En la atmósfera terrestre

La atmósfera es el abrigo protector de nuestro planeta. Actúa como un escudo que nos ampara de las radiaciones que llegan desde el espacio exterior y amortigua sus impactos sobre los seres humanos, animales y plantas. En su función de resguardo planetario, la atmósfera no permite que parte de la radiación ultravioleta procedente del Sol llegue a la superficie de la Tierra y desempeña también un rol esencial en la estabilidad del clima y de la temperatura media a escala global.

En la atmósfera ocurre un fenómeno semejante al de los invernaderos, al existir en ella pequeñas cantidades de gases que retienen las radiaciones infrarrojas. Dichos gases absorben la radiación infrarroja emitida por la superficie del planeta cuando esta se calienta por la acción de la radiación solar, y reemiten la energía absorbida, acentuando la cantidad de energía térmica presente en la atmósfera cerca de la superficie terrestre. A los gases que «atrapan» la radiación infrarroja en las capas más bajas de la atmósfera terrestre se les llama Gases de Efecto Invernadero (GEI), pues provocan un efecto similar al que se produce en las casas de cultivo de los países fríos. Gracias a estos gases, la temperatura media de nuestro planeta es de unos 33 grados Celsius mayor de lo que sería sin su existencia. La ausencia de los GEI haría de la Tierra un lugar inhóspito, frío y quizá sin vida, con drásticos cambios de temperatura entre el día y la noche, como ocurre en la Luna.

Algunos de los GEI se forman de manera natural y se han acumulado en la atmósfera a lo largo de millones de años. Entre estos gases están el vapor de agua, el dióxido de carbono (CO2), el metano (CH4) y el óxido nitroso (N2O). Otros han surgido con el desarrollo científico-técnico e industrial como los clorofluorocarbonos (CFC), que son conocidos por provocar el debilitamiento de la capa de ozono, y los hidrofluorocarbonos (HFC), gases creados para sustituir a los CFC.

Actividad humana y efecto invernadero

Las investigaciones demuestran que la cantidad de GEI presente en la atmósfera casi no varió durante siglos. Sin embargo, en los últimos 200 años ha habido un incremento en la concentración de estos gases en la atmósfera. Esto coincide con dos hechos de gran impacto sobre el medio ambiente global: la Revolución Industrial y el vertiginoso crecimiento de la población humana. Los resultados han llevado a la comunidad científica internacional a concluir que el aumento en la concentración de GEI en la atmósfera es atribuible a la actividad humana.

El uso de los combustibles fósiles en la industria, la generación de electricidad y el transporte automotor han provocado el desprendimiento de grandes cantidades de GEI. Los combustibles fósiles se componen de hidrógeno y carbono. Al quemarse, el carbono se combina con el oxígeno y se forma el dióxido de carbono. La cantidad de CO2 producida depende principalmente del contenido de carbono del combustible. El aumento de la presencia de estos gases en la atmósfera ha reforzado el efecto invernadero natural y ocasionado un sobrecalentamiento global que origina trastornos a escala planetaria, incluyendo el cambio climático asociado a este, criterio con el que algunos científicos discrepan.

La creación de asentamientos humanos y el desarrollo agrícola e industrial causaron la deforestación de extensas zonas boscosas en todo el mundo. La mayor incidencia ha estado en los bosques tropicales lluviosos, pulmones del planeta que albergan una rica biodiversidad y son un factor esencial en la estabilidad del clima global, junto a los océanos y la atmósfera. Los embalses de las grandes centrales hidroeléctricas contribuyen notablemente a la emisión de GEI. Por otro lado, la expansión de la producción de arroz y la cría de ganado a gran escala son fuentes importantes de emisiones de metano, un GEI que tiene un potencial de calentamiento global 21 veces mayor que el CO2. La emisión de óxido nitroso se favorece con el empleo de fertilizantes nitrogenados y con la quema de la biomasa y de los combustibles fósiles.

Los principales emisores de GEI son los países de mayor desarrollo económico, debido a su mayor consumo de electricidad, mayor número de industrias y al empleo masivo del transporte automotor, todo ello sustentado en una espiral de derroche y consumismo. Con el 4,5 por ciento de la población mundial, Estados Unidos de América es responsable del 22 por ciento de la factura global de emisiones de GEI. Como promedio cada estadounidense es responsable de la emisión anual de 20,4 toneladas de CO2. Cuba ocupa el puesto 109 entre 207 países, con emisiones anuales por habitante estimadas en 2,3 toneladas, según el Centro de Análisis de la Información del Dióxido de Carbono del Departamento de Energía de Estados Unidos.

Cuba ahorra y protege el clima

La Oficina Nacional de Estadísticas de la República de Cuba (ONE) reporta que las emisiones de GEI en 2002 ascendieron a 25,8 millones de toneladas, cifra que representa el 0,1 por ciento de las emisiones globales. Ello nos ubica en el puesto 74 en el mundo. Nuestra nación no contribuye sustancialmente al sobrecalentamiento global, aunque sí es vulnerable a sus efectos. La intensidad y frecuencia de los huracanes y la magnitud de sus impactos, pudieran ser evidencias de esta aseveración.

Aunque el Protocolo de Kyoto no obliga a Cuba a reducir sus emisiones, las medidas de ahorro y eficiencia aplicadas, así como la paulatina penetración de tecnologías energéticas renovables implementadas con la Revolución Energética, han evitado emitir casi cinco millones de toneladas de GEI en dos años. De acuerdo con cálculos realizados a partir de datos de la ONE, entre 1990 y 2002 Cuba disminuyó sus emisiones de GEI en 25 por ciento. El aumento de la superficie boscosa hasta un 25 por ciento del territorio nacional es un factor positivo en la reducción de las emisiones netas de GEI, ya que la vegetación actúa como sumidero, al absorber parte del CO2 emitido.

Debemos comprender que el sobrecalentamiento global y el cambio climático tienen que ver con cada uno de nosotros, pues todos utilizamos energía. Por eso, utilizarla racionalmente es una muestra de solidaridad, educación energética y vocación ambiental que impacta favorablemente en el entorno, pues reducir las emisiones de gases que calientan el planeta ayuda a combatir el cambio climático.

Si dejáramos de hacerlo, la humanidad estaría sometiéndose a una especie de suicidio colectivo. Como plantean los científicos, el cambio climático afectará los elementos básicos de la vida. Cientos de millones de personas podrían sufrir hambre, escasez de agua e inundaciones costeras a medida que el mundo se calienta. Si no se toman acciones para reducir las emisiones, la concentración de gases de efecto invernadero podría llegar al doble de sus niveles preindustriales para el 2035, comprometiéndonos virtualmente a una elevación de la temperatura por encima de 2 grados Celsius.

*El autor es especialista del Grupo de Divulgación y Educación Energética de CUBAENERGÍA y miembro de CUBASOLAR.

conexión mundial

Por: Ohílda Cabrera

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RECIENTES AVANCES EN CONDENSADORES ELECTROQUÍMICOS ABREN NUEVAS OPORTUNIDADES para conseguir dispositivos de desalar el agua con elevada eficiencia energética: la desionización capacitiva. Esta técnica sustituye a las existentes hasta el momento para la desalación de aguas duras, salobres y marinas que requerían de elevados consumos de energía eléctrica por cada metro cúbico de este líquido. Utiliza la baja presión y no necesita membranas, que son probablemente las dos mayores limitaciones de este proceso de difusión. El nuevo procedimiento consiste en aplicar una carga eléctrica externa sobre un par de electrodos sumergidos en agua dura, produciendo el mismo efecto que la descarga de un condensador eléctrico. Según el sitio de Internet sobre temas económicos Ayudasenergía.com, las fundaciones IMDEA Energía e IMDEA Agua abordan el diseño de este novedoso dispositivo de desionización capacitiva de bajo costo.

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