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La suerte de Isaac

Un niño de la barriada guantanamera de San Justo goza de excelente salud gracias a una compleja intervención quirúrgica y a un proceso de recuperación de alto costo y humana significación

Autor:

Haydée León Moya

GUANTÁNAMO.— El Isaac que vemos es la inquietud hecha niño. Tiene el pequeño la piel morena y el abdomen completamente terso. Anda vivito y correteando en su nueva casa de la barriada guantanamera de San Justo, tras su regreso de Madrid, adonde el Gobierno cubano lo envió para salvarle la vida.

Nada tiene que ver esta criatura con aquella exánime que vino al mundo con el hígado desecho y que a los pocos días de nacido se veía débil, amarillento y barrigón, tal como lo muestra una fotografía de la época más gris y triste de su existencia y de la de su familia.

Cuando apenas tenía un año y cuatro meses de nacido, a sus padres les informaron que el bebé estaba grave, pues tenía obstruidas las vías biliares, por lo que necesitaba, de manera urgente, una intervención quirúrgica.

Como un huracán que se anuncia destructivo e implacable le pareció el panorama a los padres del bebé, Miguel Digurnay Romero y Yaima Bermellón Savón.

Ellos pensaron siempre en que el país donde vivían, no obstante al subdesarrollo y el bloqueo, se las ingeniaba siempre para salvar vidas, fueran o no meteorológicos los eventos.

Así comienza una batalla que pasó por diferentes fases y cuya esencia era proteger a un niño prácticamente condenado a muerte desde que estaba en el vientre de su madre.

Cada fase en el enfrentamiento a ese huracán de tristezas que embargaba a un niño y su familia, fue decisiva para que ese ser humano no perdiera la vida. Algunas llegaron casi juntas.

Informativa

A los tres meses de gestación de Yaima, en su área de Salud se enciende un bombillo rojo. A la mujer, que ya había traído al mundo a una niña, le detectan una alteración que ponía en riesgo su embarazo: hipertiroidismo.

Casi todo el tiempo transcurrido desde ese momento hasta las 36 semanas, se mantuvo bajo cuidados especiales, ingresada en el Hospital General Docente Doctor Agostinho Neto, de Guantánamo.

Aunque ya el huracán pasó, cuando Yaima nos cuenta sobre lo ocurrido en aquellos meses, parece estar todavía sobrecogida por toda la experiencia que ha vivido en los últimos tres años.

«Me indujeron el parto y todo fue bastante normal, pero solo tuvimos dos días de felicidad con el niño en casa. Al tercero comenzó con muchos cólicos. Le realizan los estudios aquí en guantánamo y en un abrir y cerrar de ojos estábamos el niño y yo montados en un avión, con todo pagado por Salud Pública, rumbo a La Habana».

Alerta

«Yo estaba alarmada —nos cuenta—, no solo porque era la primera vez que viajaba en avión, sino porque mi hijo se estaba poniendo como un “vegetalito”.

«Tenía solo un mes de nacido cuando lo operaron en La Habana, un médico buenísimo, el doctor Villamil», dice.

En efecto, solícito, el doctor Ramón Villamil Martínez, cirujano principal y jefe del Grupo Nacional de Trasplantes Hepáticos Pediátricos, que radica en el Hospital William Soler, de la capital, accedió a conversar telefónicamente sobre este caso que, nos confesó, le resulta entrañable por lo pequeñito que era el paciente y la humildad de sus padres.

Con la sencillez propia de los grandes hombres de la ciencia médica cubana, el joven cirujano, de solo 43 años de edad, y entrenado precisamente en el hospital La Paz, de Madrid, nos cuenta: «A Isaac lo operamos aquí, en el William Soler, al mes y 29 días de nacido. Un equipo multidisciplinario bien numeroso, del que formé parte, le realizó una atresia biliar para resolver la obstrucción de esa vía.

«Es una enfermedad progresiva y el 90 por ciento de los pacientes a quienes se le aplica este tipo de intervención quirúrgica requiere finalmente un trasplante del órgano.

«La operación fue muy satisfactoria y de no haberse hecho en ese momento era seguro el fallecimiento del bebé. Había entonces que esperar la evolución».

Mientras, los padres del pequeño y el Grupo del Ministerio de Salud Pública, cuya labor respondía en esos momentos a un programa de diagnóstico y tratamiento de este tipo de padecimiento, se mantenían alertas sobre Isaac.

«Viajamos en avión, gratuitamente, todos los meses a La Habana, a los turnos médicos, hasta que el niño cumplió un año y dos meses».

Alarma y tranquilidad

Había que trasplantar el hígado de Isaac, de manera urgente, porque no resistiría la espera de uno compatible de alguien fallecido, por lo que se necesitaba un donante vivo.

Hubo varias posibilidades, pero Cuba no era entonces la opción para el trasplante, pues a pesar de sus adelantos en la rama, y que desde 2006 se realizaban trasplantes de donantes cadáveres, el que requería el paciente solo se realizaba en algunos países desarrollados.

Las operaciones más complejas de este tipo tenían, en ese momento, un costo de entre 150 000 y 200 000 euros en Europa y Asia y hasta 600 000 dólares en Norteamérica.

«El hígado —explica el doctor Villamil Martínez— no tiene sustituto, ni ningún aparato le puede hacer su función o ayudarlo, como por ejemplo un marcapasos al corazón o una respiración artificial.

«Es un órgano con muchas conexiones estructurales y en edades tempranas es más complejo un trasplante, por el reducido diámetro de las arterias. En ese minuto, Cuba no tenía la costosa técnica que se necesitaba».

Adonde esté el recurso

Así, adonde estaba el recurso fue enviado Isaac, el niño enfermo de la barriada de San Justo, hijo de un constructor y una gastronómica.

El Ministerio de Salud Pública lo puso todo, incluyendo los 300 000 euros que entonces valía la operación.

Mientras el pequeño y la madre parten rumbo a Europa, en Cuba, al padre de la criatura se le realizan los exámenes de rigor, que resultaron positivos. Por ello era el posible donante y a Madrid también se fue.

El 14 de julio de 2009 se realiza la otra y definitiva intervención quirúrgica del menor, en un hospital y país considerados entre los líderes mundiales en este tipo de trasplantes. Allí permanecieron padres e hijo un mes. Luego fueron trasladados a un apartamento en las cercanías del centro hospitalario, siempre con la atención de representantes de la Embajada cubana en España y personal médico de la Isla. Allá se hospedaron durante un año y ocho meses, el tiempo necesario para la recuperación postoperatoria.

El valor de una vida

«Me dio mucha alegría cuando salí del salón de recuperación y me dijeron que ya mi pequeño estaba a salvo», expresa este hombre que, con algunas secuelas por la compleja operación que le practicaron en el mismo hospital La Paz, donde sería trasplantado Isaac, puso un pedazo más de sus entrañas dentro del hijo.

«Siento fatiga cuando realizo esfuerzos físicos y a veces ciertos malestares con algunos alimentos, pero en general todo está bien.

«Estoy mucho tiempo al lado de mi hijo, viéndolo así tan inquieto, alegre y me parece mentira. Él es mi mejor medicina», confiesa el padre.

«Parece que le pusieron a los dos un pedazo de imán dentro, porque están siempre muy juntos», agrega la mamá.

«Mediante la Embajada de Cuba allá —cuentan muy agradecidos Yaima y Miguel—, durante un año nos daban para mantenernos, todos los meses, aparte de la leche, los medicamentos y los cereales del niño, que el Ministerio de Salud nuestro nos  entregaba gratuitos.

El pequeño Isaac, que ahora tiene tres años de edad, vivió en la que siempre fue la morada de sus padres, abuelos paternos, tíos y primos, solo días de sus primeros momentos antes del trasplante y unos meses después de regresar de Madrid.

Según explicaron Yaima y su esposo, para que avanzara sin problemas en su recuperación y poder cumplir las indicaciones médicas de rigor, una vez que regresaron a la provincia, las principales autoridades políticas y gubernamentales del territorio les entregaron una vivienda amplia y confortable, en la misma barriada de San Justo, así como equipos y recursos, entre estos un refrigerador.

No quieren dejar de reconocer la puntualidad de las dietas de carne para Isaac y que el Ministerio de Salud Pública continúa facilitándoles, gratuitamente, los viajes a la capital de nuestro país, para el chequeo evolutivo que necesitan los pacientes trasplantados.

No es un caso aislado

Esta es la historia de Isaac, pero según el doctor Villamil Martínez, el de este niño guantanamero no es un caso aislado, sino resultado de un Programa del Sistema de Salud cubano que tenía ese alcance y gracias al cual muchos corrieron la suerte de Isaac.

Además, sostiene que desde el pasado año Cuba está entre los países que tienen la técnica, el personal y las instituciones que realizan también ese tipo de intervención a partir de donantes vivos.

De tal suerte, pueden contarse ya cuatro historias parecidas, con la diferencia de que el escenario ahora es ciento por ciento cubano.

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