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La dicha como horizonte

El sector juvenil cubano ha experimentado en los últimos años el ritmo incesante del cambio. Invertir más en este e involucrarlo para que ejerza con más amplitud sus derechos los beneficia y también tiene un impacto en el desarrollo del país

Autor:

Yuniel Labacena Romero

Cuba clasifica como la nación con más alto desarrollo juvenil en América Latina y es la que más invierte en las generaciones jóvenes. Lo confirman estudios comparados recientes del Programa de Juventud del Commonwealth (Comunidad Británica de Naciones), de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y de la Organización Iberoamericana de Juventud (OIJ).

La Mayor de las Antillas lidera el ranking latinoamericano y se ubica en el puesto 11 en el mundo en desarrollo juvenil, detrás de países considerados altamente industrializados o desarrollados como Italia, Francia, Bélgica, España, Portugal, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, según las categorías educación, empleo, salud, bienestar y participación política y cívica, entre otras, utilizadas por los investigadores.

En cuanto a la inversión, el país destina más del 20 por ciento del gasto social en la juventud, tanto como Bolivia, Ecuador y Paraguay, y más que países como Brasil, Colombia, El Salvador, España y Portugal, donde se invierte menos del diez por ciento.

¿Qué ha hecho la nación para destacarse con esos indicadores sin tener un Ministerio de Juventud, como varios países, y en un contexto bien diverso? ¿Cuáles son los desafíos en ese camino? Con esas incógnitas abordamos a varios especialistas de los Centros de Estudios sobre Juventud (CESJ) y Demográficos (Cedem) de la Universidad de La Habana.

Vale apuntar que en la Cuba actual, como afirman los investigadores, no debemos hablar de «juventud», sino de «juventudes», en razón de la diversidad de grupos, tendencias y conflictos que habitan en el país. Así lo confirma Claudia Castilla, investigadora del Grupo de Estudios sobre Juventud del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas, en el artículo La juventud cubana: diversidad y complejidad actual.

La investigadora afirma que las características del período en el que ha crecido la actual juventud resaltan por la complejidad, tanto en el ámbito nacional como el internacional: derrumbe del campo socialista, período especial, doble moneda, apertura al turismo, de las nuevas tecnologías y la diversidad sexual, diversificación de las formas de empleo, Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución, actualización de la política migratoria, crisis mundial, y también de diversas oportunidades y accesos.

Reconocieron los especialistas que aunque Cuba no ha tenido una política explícita en temas de población, la mayoría de las acciones diseñadas desde 1959 hasta hoy han abordado de manera estratégica la atención a la juventud, incluso más allá de sus capacidades y posibilidades económicas.

Por eso la Isla posee algunos indicadores demográficos comparables con los de algunos países con mayor desarrollo, aun cuando sus niveles de progreso económico no sean similares, y siempre los jóvenes han tenido una elevada prioridad en el marco del proyecto social revolucionario.

Se trata, explicó Antonio Aja Díaz, director del Cedem, de políticas vinculadas a la educación, la atención a la familia, la seguridad social, la salud, el trabajo y la instrucción. También de significativos logros en los indicadores de la mortalidad y morbilidad infantil, donde desde la infancia se cuenta, por ejemplo, con un esquema de vacunación que la protege de múltiples enfermedades, además de la cobertura sanitaria gratuita y accesible.

En esa inversión —dijo— ha estado presente también la mujer, cuando el país eliminó las causas de la prostitución en la década de los 60 y dignificó, sobre todo, a la mujer joven, le dio oportunidades de estudio, capacidad de desarrollarse, empleo... Además tienen acceso a servicios de calidad en materia de salud sexual y reproductiva, incluyendo la planificación familiar.

El experto reconoció que esos altos indicadores tienen importancia hasta en la migración, una variable que impacta a los jóvenes de manera especial. «Cuba tiene una tasa vital que es una migración calificada; por eso cuando se estudia la migración de la nación en relación con la de otros países, sobre todo sus jóvenes, estos no están ubicados en las zonas más bajas y eso es resultado de la instrucción y de las posibilidades que han conquistado en las diferentes esferas», apuntó.

Sujetos de derechos

Para la doctora Grisell Rodríguez Gómez, subdirectora del Cedem, Cuba también pone a los jóvenes en el centro de las ramas de la ciencia y la técnica, pues una gran parte del desarrollo biotecnológico del país está en ellos, como sucede por ejemplo en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología. «Existe una plataforma de más de 50 años que le ha dado a los noveles el medio para acceder a determinados servicios y sentirse con derechos. Ello también se cuenta hasta en la fecundidad, en la que nuestras mujeres quieren tener hijos de “calidad”», detalló.

Con estas valoraciones coincidió también el Doctor Ernesto Rodríguez Ignacio, director del Centro Latinoamericano sobre Juventud. Según este experto, aunque en Cuba no existe una institucionalidad estatal específicamente dedicada a diseñar, implementar, articular, monitorear y evaluar —con una perspectiva integral e integrada— las políticas públicas de juventud, se destaca en la atención al desarrollo juvenil, al contar desde hace mucho tiempo con esos roles repartidos en las instancias institucionales sectoriales y el desempeño de la Unión de Jóvenes Comunistas.

Así lo ponderó en el Congreso Internacional de Investigadores sobre Juventud, celebrado en abril último en La Habana, donde aseguró que los jóvenes cubanos han sido protagonistas de las transformaciones revolucionarias, desde la Campaña Nacional de Alfabetización y de la defensa nacional hasta  los cambios de la economía y la cultura. «Del mismo modo, habría que recordar que las políticas públicas de juventud han considerado —casi desde siempre, pero muy especialmente desde la aplicación del Código de la Niñez y la Juventud aprobado en 1978—, a las generaciones jóvenes como “sujetos de derecho” y “actores estratégicos del desarrollo”, más que como un simple “grupo de riesgo”.

«Todo esto distancia muy claramente al caso cubano de las experiencias desplegadas en el resto de los países de América Latina, ya que estamos ante un modelo que ha perdurado en el tiempo, ha hecho siempre una apuesta clara por las nuevas generaciones, que ha trabajado siempre con enfoques universales y ha operado con el enfoque del denominado ciclo de vida (dando continuidad en el tiempo a acciones que no se interrumpen por los cambios en dicho ciclo), acumulando logros e impactos sumamente relevantes, aunque ello no quiere decir que el modelo no tenga limitaciones».

A juicio de Teresa Viera Hernández, directora del CESJ, ya tenemos en Cuba una buena juventud y los altos índices de instrucción y salud alcanzados en ese sector, junto a su mayoritaria participación consciente en los múltiples y diversos espacios de socialización y superación profesional, el alto nivel de ocupación laboral y de inserción en procesos educativos y las cifras de los que simultanean el estudio y el trabajo, así lo expresan.

«Entonces nos ocupamos, aunque pueda parecer más místico que científico, de hacer felices a nuestros jóvenes y para esto hasta diseñamos nuevas dimensiones, índices e indicadores, sin obviar el tratamiento a las minorías que representan las estadísticas bajas», significó.

Tal como apuntó Rafael Cuestas, coordinador internacional de programa de la Oficina del Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa) en Cuba, al participar de las celebraciones por el Día Mundial de la Población el pasado julio, en el país existen las posibilidades para seguir impulsando acciones con estos fines, pues se percibe una voluntad política y existe una plataforma en los diferentes programas implementados.

En nombre del futuro

Invertir en adolescentes y jóvenes y facultarlos para que ejerzan sus derechos, no solo beneficia a estos grupos de la población, sino que impacta claramente en el desarrollo del país. Por ello, los investigadores coincidieron en la necesidad de seguir colocándolos en el núcleo mismo de las estrategias que se diseñen, al estar en una etapa esencial de su ciclo de vida que determinará su futuro y, por lo tanto, el de sus familias, comunidades y sociedades.

Para el Director del Cedem existen varias esferas de urgencia en las que se debe trabajar con el fin de mantener los resultados y propiciar otros. En primer lugar destacó la de potenciar la identidad nacional y cultural en nuestros jóvenes, una categoría que está en constante renovación en la medida en que el ser humano va creciendo. Se trata, anotó, de cómo nuestra población en general, y las nuevas generaciones en particular, se apropian de lo mejor de nuestra cultura, la hacen suya, la potencian y la renuevan.

«Esta premisa se asocia con los hábitos, las costumbres, la forma de conducirse, de tratar al otro, de reconocer sus diferencias y no rechazarlo. Está relacionada, además, con el respeto a la individualidad, a cómo nos comportamos en determinados lugares, en cómo defendemos nuestros derechos y los de los demás, y cómo reaccionamos ante determinados hechos.

«La sociedad es un ser único y funciona como tal y todo está vinculado con la manera en que rescatamos los valores, los actualizamos, los potenciamos; y cómo además nos formamos y formamos a los jóvenes en la dicha de ser cubanos, de haber nacido en esta Isla. Eso tiene que ver más con sonrisas y alegrías y menos con agobios, aunque haya carencias», aseguró Aja Díaz.

Entre los asuntos pendientes, el investigador también identificó atender la manera en que los jóvenes encuentran y reconocen al escenario de la sociedad cubana como el de su futuro, y no solo como el de su presente, cómo lo hacen suyo y participan en la construcción de ese porvenir; pero no solo eso, sino también cómo definen su construcción, los objetivos de ese futuro al que aspiran, lo cual incluye entregarles la posibilidad de la toma de decisión de ellos y ellas sobre dicha construcción social.

«Se ha hablado en numerosas ocasiones de alcanzar un socialismo próspero y sostenible. La prosperidad es vital, pues el ser humano necesita saber que en algún momento de su vida va a estar mejor, y esta cuestión tiene que ver mucho con los jóvenes, a quienes no podemos pedirles que tengan un compromiso a ultranza; el compromiso hay que edificarlo a diario y permitirles que lo construyan a su forma, manera, de acuerdo con su futuro, manteniendo nuestra identidad; pero hay que entregarles esa posibilidad.

«También se trata de invertir en temas relacionados con la familia, la célula fundamental de la sociedad. Todo lo que hagamos para fortalecer las relaciones al interior de la familia, que hoy transita por varias generaciones, es poco. Esa máxima de nuestros abuelos y padres de que podemos ser pobres pero honrados es algo que hay que rescatar y cultivar entre los jóvenes. Sin familias es difícil lograr ese propósito. Cada vez que conocemos de un hecho disfuncional en un joven busquemos la familia y vamos a encontrar ahí muchas de las causas, motivaciones y los problemas que han generado eso», aludió el especialista.

Para Aja Díaz, otro tema que se debe atender con urgencia son conductas asociadas a la drogadicción, el alcoholismo y la prostitución, asuntos presentes en el país, con impacto particular en los jóvenes. En ello la escuela, la familia y los medios de comunicación tienen un rol determinante y pueden aportar muchísimo, con el noble propósito de que se comprenda cuan perjudiciales son esos fenómenos tanto en lo personal como para la sociedad.

«También tenemos que promover acciones que propicien un acercamiento intergeneracional, tomando en consideración el envejecimiento de nuestra población, es decir, cómo se relacionan abuelos, padres, hijos, nietos, bajo un mismo techo, un centro laboral, una parada, una misma calle. Como sabemos, Cuba es el país más envejecido de América Latina y el Caribe (un 19 por ciento de su población tiene 60 años y más), y en 2025 va a ser una de las naciones del orbe con más alto por ciento de ese grupo etario.

«Este es un proceso irreversible; por ello es importante mejorar la estructura etaria de la población, que se mejore al interior de la familia, que la mujer joven se solidifique y tenga los hijos que quiera tener pero, sobre todo, esa relación hay que cultivarla desde los jóvenes y los adultos mayores, para que aprendan a convivir juntos», manifestó.

Por espacios más amigables

La fecundidad adolescente continúa siendo un fenómeno por resolver. A juicio de Grisell Rodríguez Gómez este es un asunto multicausal y presenta indicadores altos, sobre todo en las cinco provincias de la región oriental del país. Los embarazos en estas edades generalmente constituyen eventos no deseados y se acude, entonces, en no pocas ocasiones a las interrupciones del mismo. Se observa cómo las tasas de aborto han crecido en los últimos años, pues se emplea este como si fuera un medio de regulación de la fecundidad. Por ello hay que insistir más en políticas, educación integral, programas sociales y campañas sobre el tema.

«A la vez, se hace necesario seguir atendiendo con énfasis la educación de nuestros adolescentes y jóvenes, aun cuando tenemos un sistema articulado. Hay que invertir más para que se alcancen los niveles de calidad que la sociedad del conocimiento demanda y sea lo más competitivo en un mundo globalizado. Para ello es preciso promover la formación tanto en el orden cognoscitivo, como afectivo y moral.

«El mundo en que se están insertando no es uno en que haya que seguir dándole acceso solamente, pues se trata de un orbe además de globalizado, tecnologizado, y tenemos que seguir abriéndoles las puertas a las tecnologías de producción, comunicación, manejo y procesamiento de información, cuyo conocimiento y uso son claves para el país», expresó.

Poder, saber y querer. Esos son los tres infinitivos que definen la participación a juicio de los especialistas del CESJ, un tema también de urgencia en el contexto actual, pues a pesar de que están los espacios para ello, en estos muchas veces no se habla el lenguaje de los jóvenes, ni coinciden con sus intereses, con sus ópticas diferenciadas o sus modos de pensamiento.

En ello coincide también Rodríguez Gómez, quien consideró que es un reto incentivar que los más nuevos se incorporen a los espacios de participación, lo que implica hacerlos más amigables y atractivos. «En la medida en que la juventud se sienta protagonista, primero desde los microespacios: un aula o el centro laboral, más aportará a nuestros propósitos, pues un joven es una persona de cambio, de ideas frescas, de creatividad.

«Todo el tiempo nos preocupamos por el envejecimiento de la población, algo que es necesario, pero no podemos dejar de pensar también en los jóvenes, ya que sobre ellos va estar, desde el punto de vista económico, el sostén de esa población envejecida que vamos teniendo, pero no solo eso, sino de convivir con ella y de aportar a la sociedad. Hay que mirar con mucho empeño a las nuevas generaciones, pues sobre sus hombros van a tener grandes responsabilidades; ellos tienen la capacidad para fortalecer el tejido social y crear un futuro sostenible», refirió.

Según el texto Realidad de la juventud cubana en el siglo XXI, del Centro de Estudios sobre la Juventud, otras cuestiones que se deben tener muy en cuenta son el estudio y atención a la juventud rural, para favorecer el impulso al sector agropecuario y contrarrestar la preferencia de muchachos y muchachas del campo por la migración hacia las ciudades, así como otorgar mayor prioridad a nivel local y municipal, sin lo cual no es posible responder a la diversidad juvenil y a sus necesidades.

A la vez destaca que se hace necesario lograr que los noveles satisfagan sus expectativas en cuanto a los estudios que realizan en términos de conocimientos, reconocimiento social, ingresos salariales y ejercicio profesional, así como la satisfacción de la ubicación laboral de los graduados en los distintos niveles y especialidades del sistema nacional de educación, en correspondencia con la profesión adquirida.

El texto subraya que también se deben potenciar espacios de autogestión comunitaria para resolver, o contribuir a solucionar, problemas de grupos en situaciones precarias o de riesgo, contando para ello con la intervención de los trabajadores sociales y las autoridades de las circunscripciones y municipios del sistema de Gobierno.

Los adolescentes y jóvenes cubanos han experimentado en los últimos años el ritmo incesante del cambio, lo que los hará capaces de enfrentar las transformaciones actuales y futuras con mayor flexibilidad y rapidez. En consonancia, los especialistas advirtieron que la solución de los retos enunciados depende, en gran medida, de la posibilidad de consolidar un desarrollo económico estable y dinámico.

Señalaron que en este período de nuevos ajustes en que se encuentra inmerso el país, si bien se deben preservar los avances en materia de política de juventud, se ha de exigir que las acciones sean sostenibles, persistentes y eficaces, ya que se debe tomar en consideración el problema de las debidas proporciones entre las dimensiones económica y social para hacer realidad un socialismo sostenible.

Por ello la Directora del CESJ agregó que se debe pensar mejor cómo trabajar por nuestros jóvenes en lo que será el Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta 2030: Propuesta de visión de la nación, ejes y sectores estratégicos, esa plataforma programática en la cual cuestiones que atañen a la adolescencia y a la juventud transversalizan todo el quehacer del país, para el tiempo futuro inmediato y a mediano plazo.

Aja Díaz advirtió que se debe tomar muy en cuenta que en los próximos años en la Mayor de las Antillas se reducirá la cantidad de jóvenes y aumenta la cantidad de personas de 60 años y más. «Por lo tanto, los jóvenes que tengamos tenemos que tenerlos bien educados, bien formados, bien calificados, plenamente comprometidos, con una buena salud, pues esa va a ser la población activa económicamente, la que va a producir.

«Es trascendental, incluso, que la actualización que se ha hecho desde el punto de vista migratorio, sea eficiente, que se logre una circularidad de la población cubana, a partir de que el cubano retorne a vivir en su país, aunque vuelva a salir; que la mujer joven quiera tener sus hijos aquí y que las familias también deseen estar aquí para construir el futuro de que hablamos».

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