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Con el jazz encontré mi voz interna

Cuando Michel Herrera se graduó en 2006, confirmó que no había marcha atrás con su amor hacia el jazz

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

No es un azar del destino que Cuba haya sido escogida como la principal plaza del orbe para que se celebre, este domingo 30, el Día Internacional del Jazz. De ello está totalmente convencido el saxofonista Michel Herrera.

«Esta celebración es un acto de respeto, un reconocimiento bien merecido. Esta pequeña isla ha entregado no pocos genios al mundo, entre ellos ilustres que revolucionaron el lenguaje del jazz», insiste a JR Herrera, uno de los más destacados representantes del género en el país.

«Estrellas absolutas del jazz han llegado a Cuba para actuar para nosotros. Junto a Chucho Valdés, Bobby Carcassés, Pancho Amat, César López, Gonzalo Rubalcaba..., están Herbie Hancock, Esperanza Spalding, Marcus Miller, Richard Bona, Kenny Garrett...», afirma Michel, quien siendo un niño matriculó en la escuela Manuel Saumell por saxofón, con lo cual el piano pasó a un segundo plano.

«La verdad es que estaba un poco pasado de edad para el piano, que es una carrera bastante larga», explica quien con los años se convirtiera en el primer artista de su familia. «Sin embargo, en mi futuro jugó un papel esencial el hecho de que mi mamá siempre escuchara muy buena música y que su instrumento preferido fuera el saxofón», dice este joven, al tiempo que admite que él no fue de esos niños que andaban tocando «tumbadora» en cuanta superficie se encontrara, ni moviendo los dedos como si tuviera delante muchas teclas imaginarias. «En el principio, lo mío era el deporte: atletismo, taekwondo, que incluso practiqué».

Pero para dicha de la cultura cubana, cuando lo sometieron a las pruebas de aptitudes, Michel Herrera poseía todos los requisitos para hacer suyo el saxofón. «Ya mi oído estaba un poco adiestrado, por el piano, y aunque no era capaz de leer partituras a la perfección, tenía nociones de las notas musicales, de solfeo... También la sonoridad del instrumento había captado mi curiosidad, a pesar de que no lo conocía físicamente. Desde el primer momento hubo una conexión muy fuerte y ello me permitió desarrollarme».

En esa etapa de la Saumell lo marcó encontrarse con las composiciones de Adolfo Guzmán, a pesar de que no tenía, aclara, la conciencia cabal de lo que su obra representaba. «Fue un hecho muy importante, porque de alguna manera despertó el interés por otro tipo de música. Mi primera conexión espiritual, hablando musicalmente, no fue ni siquiera con un saxofonista, sino con Guzmán. Supe de él gracias a las clases de Apreciación musical, y de repente apareció un tema, No es tan fácil mentir, que años después grabaría».

Llegar al Conservatorio Amadeo Roldán constituyó otro momento importante en su carrera, no solo porque significaba que se hallaba en un nivel superior. Tuvo contacto con una serie de instrumentistas que no solo tenían inclinación por la música clásica. Comenzó a codearse con contemporáneos suyos que traían experiencias musicales diferentes. Lo más normal del mundo, comentó, era que ellos hablaran de Chalie Parker, César López, Germán Velazco, Chucho Valdés... «Para mí fue un gran descubrimiento, porque de algún modo me señaló el camino que tomaría con el saxofón. A la vez que entré en Amadeo me quedó claro que lo mío sería lo popular, y especialmente el jazz, que fue como encontrar mi voz interna».

Como si no le bastara con el saxo, Michel se impuso dominar la técnica del fagot, un instrumento netamente clásico. «Quería entender cabalmente la música que venía interpretando desde niño. El estudio del fagot durante cuatro años me posibilitó abrir mucho más el espectro y me dio otras herramientas para enfrentar más tarde la composición. Sí, necesitaba que la música clásica pasara por mis venas.

«Desde el nivel elemental nos entrenan para tocar más de un instrumento. Estábamos habituados al rigor del estudio. Solo fue organizarme. La mayor parte de mi energía se la dedicaba al saxofón, pero el resto del tiempo lo dividía entre el fagot y el piano, mi otra pasión».

Allí, en el prestigioso conservatorio también el jazz acabó por conquistarlo. En ello desempeñó un rol esencial el Jojazz, el concurso para jóvenes talentos. «En mis años de estudiante resultaba difícil llegar a ese certamen, por su elevada exigencia. Yo lo conseguí en mi segundo año, en el 2005, en la categoría de Interpretación, y resultó genial verme premiado, como igual sucedió en el 2006, pero en Composición, gracias a una obra llamada Freedom.

«El Jojazz, cuyo jurado he integrado en diversas ediciones me abrió las puertas en grande. Con él hallé mi faceta de compositor y también me dio el privilegio de estar cerca del maestro Bobby Carcassés, quien me invitó a tocar en su proyecto Afrojazz, en el cual compartí con extraordinarios músicos como Yasek Manzano, Jorge Luis Pacheco, David Faya, Oliver Valdés, Robertico Carcassés...

«Como si fuera poco, el maestro tuvo además la gentileza de llevarnos a Pacheco y a mí a una universidad de Canadá, donde impartía sus clases, para que nos convirtiéramos en sus ejemplos de cómo se cultiva el jazz en Cuba».

Cuando Michel Herrera se graduó en 2006, confirmó que no había marcha atrás con su amor hacia el jazz. Un año después, estaba ofreciendo su primer concierto en la sala teatro del Museo Nacional de Bellas Artes, acompañado por los músicos con los cuales se había presentado en el concurso Jojazz. Un team que denominó Joven Jazz.

«De esa presentación nació mi primer CD titulado En la espera, que llegó como parte de los premios del Jojazz». Producido por el maestro Joaquín Betancourt, en este CD, conformado por composiciones en su mayoría de Michel, es donde aparece No es tan fácil mentir, de Adolfo Guzmán, «una versión instrumental que interpretamos Yasek Manzano en fiscorno, y yo en el saxofón alto, seguidos por una banda integrada por Jorge Luis Pacheco, Edgar Martínez Ochoa, David Faya, Reinier Mendoza, Yipsy García, Julio Rigal, Julio César González Ochoa, Héctor Quintana. El tema, que se promocionó por toda Cuba, consiguió un éxito inesperado para mí.

«En la espera (sello Colibrí), obtuvo el segundo premio en el top ten de Latin Beat Magazine (2011), lo que me permitió llevar adelante una gira por Estados Unidos. De la mano de Colibrí vino después Madre tierra, que fue el CD-DVD más nominado de Cubadisco y obtuvo premio en Concierto audiovisual. A partir de esta producción mi trabajo tomó otra dimensión y el proyecto pasó a nombrarse justo de ese modo», afirma quien gusta de unirse con sólidas agrupaciones de música popular bailable.

Si bien se estrenó como productor con los fonogramas de Delvis Ponce y Eduardo Sandoval, fue en 2016 que decidió llevar esa responsabilidad en su más reciente CD-DVD titulado Nueva era (Egrem). «En la producción he aprendido de grandes. El maestro Joaquín Betancourt, que me ha recibido una y otra vez en su Jazz Band, ha sido mi principal fuente, pero me han enseñado Juan Manuel Ceruto, Emilio Vega, Jorge Luis Chicoy… Me siento feliz porque ellos son pilares a seguir. Sin dudas estamos hablando de una obra más madura que espero que el público haga definitivamente suya».

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