Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El público me premió

Teresa Yanet Senra no solo es temperamento, canción, sino también fusión viva

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

«Cantante de cabaré». No se le ocurría una respuesta mejor a la niña Teresa Yanet Senra, cuando sus vecinos le preguntaban sobre su futuro, aunque no fue hasta los 14 años que esa profesión empezó a apoderarse de ella. «Supe que se estaban haciendo audiciones para ingresar en el Palacio del Teatro Lírico Nacional (2004), escuela adjunta al Conservatorio Amadeo Roldán, y me presenté. Entonces realmente comencé a conocer el mágico mundo de la música», cuenta a Juventud Rebelde esta joven habanera dueña de una poderosa voz que la llevó a estar entre los finalistas de la tercera entrega de Sonando en Cuba.

Por supuesto que esa convicción que la acompañaba desde pequeña nació del embrujo que ejercían sobre ella aquellos bolerones de María Teresa Vera, Miguel Matamoros, Manuel Corona, Benny Moré... que a su abuela le encantaba escuchar. «Cuando ya por fin aprendí a leer, memorizaba los temas de Silvio y Pablo reunidos en un cancionero que conservaba como un tesoro. Por ahí se inició todo.

«Te imaginarás entonces que ni siquiera era consciente de que poseía alguna aptitud para el canto lírico. Me atreví más por complacer a mi mamá que por otro motivo. Me preparé con el difunto Juan Espinosa, quien me montó Ogguere, de Gilberto Valdés. Me asombré con  la evaluación de un jurado integrado, entre otros, por los maestros Adolfo Casas y Ulises Aquino. Me llené de confianza. Cinco años después me estaba graduando como soprano lírica, en 2009, y a partir de ese momento formé parte de la cantera del Teatro Lírico Nacional (TLN)», recuerda esta asombrosa artista que ahora cursa el tercer año del ISA.

—Cinco años de mucho rigor y de entrega total de tu parte...

—Justo así fue. Recuerda que yo venía de la calle, de una secundaria básica del Cerro, y no sabía qué era ni una nota musical. En los inicios me parecía que no lo lograría. No, no fue un camino fácil. De hecho, te confieso que el amor por la ópera me sorprendió en el tercer año de la carrera.

«¿Por qué me mantuve? Porque tenía fe, a pesar de mi inmadurez, de mi inexperiencia; además, mis profesores no dejaban de asegurarme que tenía condiciones. También estar tan cerca de la compañía, me atraía como un imán. Nos estimulaba mucho interpretar partiquinos —personajes pequeños dentro de la ópera— mientras avanzábamos en nuestros estudios. No olvidaré jamás mi primer encuentro con la ópera, con El barbero de Sevilla, me quedé embelesada. Fue tan sorprendente, tan nuevo... Algo se fue despertando en mí, y alimentando en la medida que disfrutaba más y más La Traviata, María la O, Cecilia Valdés...

«Esta es una carrera de mucha resistencia, así que tuve que ponerme las pilas: estudiar constantemente, sacrificarme al máximo. Hoy te aseguro que es un mundo que amo».

—¿Qué ocurrió en tercer año que apareció el amor definitivo?

—Estaba dando una clase con mi profesora Conchita Franqui, con quien me graduaría después, y yo misma me quedé sorprendida con la vocalización que había hecho. ¡La mejor en esos tres años! La voz salió con total fluidez. Ese día llegué a la casa y le dije a mi mamá: «¡me voy a graduar!». Es tan importante sentirse bien con uno mismo.

«Te cuento que como no había logrado espantar el miedo escénico, trataba que la gente no me escuchara, pero vino el momento de la graduación en la sala Gonzalo Roig, y no me quedó más remedio que sobreponerme. Por primera vez mis profesores, mis compañeros de estudio, el público, me oyeron cantar un repertorio de 15 obras. De veras resultó muy emocionante cuando me otorgaron cien con felicitaciones».

—¿Qué ha representado para ti estar en las filas del Teatro Lírico Nacional?

—Empecé en la compañía dentro del coro hasta que debuté con la Chancletera de María la O, un rol que me encanta, y luego he interpretado en varias ocasiones; un personaje que consiguió que el público asiduo a nuestras presentaciones se identificara mucho conmigo. Después protagonicé esa misma zarzuela en el Teatro La Caridad, de Santa Clara; y he asumido otros papeles como la Flora de La Traviata; la Primera Dama de La flauta mágica... Cada una de esas puestas ha significado una experiencia muy enriquecedora para mí. Agradezco la oportunidad de haber trabajado con directores de ópera, de teatro, de cine, cubanos y extranjeros, porque cada uno de ellos me ha aportado sus conocimientos, sus maneras distintas de asumir un mismo hecho artístico.

«Ha sido una suerte enorme para mí ser parte del TLN; una ganancia total, compartir la escena con cantantes, actores, profesores de mucha experiencia, a quienes además admiro. El aprendizaje es constante, como si la escuela jamás se terminara».

—Has actuado en otros espacios...

—Amo la ópera, pero jamás he olvidado mis raíces. La música popular cubana me ha acompañado desde niña: siempre admiré a Elena, Omara... 

«También me atrae tremendamente el musical, que con otra música y otro texto, es como una aproximación actual a la ópera. Así que disfruté enormemente hacer el personaje de Grizabella en Cats, cuando Alfonso Menéndez  lo representó en el Anfiteatro de La Habana. Fueron 80 funciones que me dejaron feliz; algo que probé y que no quise dejar. Por eso, cuando en 2014 se realizaron las audiciones de Rent, acudí deseosa de estar en ese montaje que, por medio del grupo Nederlander Worldwide Entertainment, dirigió Andy Señor Jr., quien protagonizara ese mismo espectáculo en Broadway. Me sentí muy dichosa cuando me entregaron el rol de Joanne.

«Poder interpretarlo no fue solo un paso más en mi carrera, sino además tener la posibilidad de enfrentarme a otro modo diferente de hacer este género que en el caso de Rent fue defendido por un grupo de jóvenes cantantes y actores muy, muy talentosos. El público respondió de una manera extraordinaria, abarrotando cada función en la sala Tito Junco, del Centro Cultural Bertolt Brecht».

—En 2015 participaste en el 14to. Festival Internacional de Música Sacra, en Quito...

—Fue mi primera presentación internacional y resultó maravillosa, porque el público se mostró muy amable conmigo; tanto que decidí regresar una segunda vez para ofrecer un recital de música lírica afroamericana fusionada con el toque del batá durante el Simposio internacional Escucha mi voz y transmite mi sentir, sobre mujeres negras en América Latina y el Caribe.

«En los meses de julio y agosto pasados viajé hasta Alemania invitada a un curso de verano de canto lírico. ¿Te imaginas? Para una cubana de mi edad esa oportunidad representa un premio inmenso, porque estamos hablando de Europa, del continente donde nació la ópera, y de la tierra que ha sido cuna de músicos-genios. Mi orgullo se elevó hasta el infinito. Además de las clases de un altísimo nivel, lo mejor fue compartir con estudiantes de 20 países. Cuando ves a jóvenes de 18 años que cantan como ángeles, tú dices: ¡wao, yo quiero aprender de esto!».

—¿Por qué competir en Sonando en Cuba si ya tienes una carrera en pleno ascenso?

—Los amigos empezaron a embullarme y no le di mucha importancia. De hecho, durante un tiempo pensé que el concurso no estaba abierto para los profesionales. Pero un día me levanté con el ímpetu de probar suerte y verdad, de ver qué pasaría. Las audiciones se realizaron en Expocuba. Por mi cabeza no podía pasar que un concurso de canto pudiera convocar a tanta gente joven (no te miento si digo que había alrededor de 200 personas por día), que hubiera tanto, tanto talento.

«¿Por qué competir? Quería que el público cubano conociera una parte de Teresa que apenas yo había mostrado —la mayoría de la gente que sabe de mi carrera, me tiene como cantante de ópera. Eso por una parte, y por la otra, deseaba aprender más, adquirir nuevos conocimientos, algo que seguro iba a suceder estando en las manos de Mayito Rivera.

«Sonando en Cuba se convirtió en una experiencia inolvidable, por las alegrías que viví, por el rigor al que nos sometieron. Una bendición, porque estoy convencida de que entre todos los entrenadores, Mayito era el más exigente: él, excelente instrumentista y cantante, vive con y para la música. Es tan estricto y justo que cuando uno se para en el escenario necesita quedar bien más con él que con uno mismo. Creo que lo que me hizo llegar a la final fue la disciplina. Y seguir al pie de la letra todos los consejos de mi preparador.

«Realmente lo que más me ha sorprendido es el calor de la gente, que me detiene en las calles para saludarme. El público apostó mucho por mí, el público me premió. Por eso doy gracias a todos por la oportunidad».

—¿Qué sucederá con Teresa Yanet ahora?

—Estoy disfrutando de mi trabajo con un grupo de música fusión dirigido por Claudia Pando Cruz y nombrado La Manigua Experience, donde soy la voz líder —nos presentamos en una de las ediciones de Sonando... Ahora mismo nos hallamos en el proceso de montar el repertorio que interpreté dentro del certamen, pero también de experimentación y de creación. Me encuentro empeñada en que la gente me distinga en el rico universo de la música popular. Teresa no solo es temperamento, canción, es también fusión viva.

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