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La Cruzada literaria ha recorrido comunidades distantes, así como instituciones socioculturales, hospitales y fábricas del territorio agramontino Autor: Yahily Hernández Porto Publicado: 01/10/2019 | 08:53 am
CAMAGÜEY.— Ya comienza octubre, y aún resuena por estos predios, casi dos meses después entre jóvenes artistas amantes de la buena literatura, lo vivido aquí en el pasado mes de agosto, como parte de una tradición de 16 almanaques, en la que creadores de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), inquietos y entusiastas defensores de la aventura de compartir prosa y poesía, han desandado la extensa geografía agramontina y hasta han llegado en los últimos años a sitios históricos y de interés sociocultural de algunas provincias vecinas del oriente cubano.
La Cruzada literaria camagüeyana, vista en sus inicios como una «loca idea», ha devenido, por su naturaleza itinerante y extensionista, un megaproyecto sociocultural de la AHS, el más antiguo de su tipo en Cuba, que ha llegado no solo hasta comunidades distantes, sino también a parques, plazas, instituciones y escenarios fabriles de toda la provincia, a través de un gesto generoso entre libros, tertulias y canciones trovadorescas.
Aunque la esencia de la Cruzada sigue defendiendo hoy el interés fundacional de rememorar cada año el Día Internacional de la Juventud, el 12 de agosto, y el asesinato de los hermanos Sergio y Luis Saíz Montes de Oca, junto al natalicio de Fidel, el 13 de agosto, el alcance de la experiencia ha sido tan grande que la Cruzada se ha convertido en escuela abierta para la creación, en contacto directo con lo humilde y vivencial de nuestros campos más apartados.
Fue en 2003 cuando la poeta Yoandra Francisca Santana Perdomo, por entonces activa afiliada de la AHS y ahora miembro de la Uneac, compartió en una de las actividades del Centro Provincial del Libro y de la Editorial Ácana, la idea de recorrer zonas intricadas de Camagüey, de ir «pa’l monte con libros en la mochila y en camiones botelleros».
Santana Perdomo, premio de Poesía Manuel Navarro Luna 2019, rememoró a Juventud Rebelde que la primera de aquellas aventuras no tuvo un nombre definido. No fue hasta 2004 que el convite de artistas se consolidó como un proyecto cultural de la AHS.
En las páginas del semanario local Adelante, el 31 de agosto de 2004, la periodista y escritora María Antonia Borroto, también fundadora de la Cruzada, develaba la génesis del aglutinador acontecimiento socioartístico: «Será esta, sin lugar a dudas, la semilla de un proyecto que, airoso, hará que la literatura joven de esta ciudad sea conocida fuera de nuestros muros, forma de lograr también el necesario intercambio con los jóvenes de otras localidades cubanas».
El palpitar de sus protagonistas
De cómo fueron aquellos comienzos varios de los fundadores de la Cruzada —actualmente destacados intelectuales camagüeyanos— dialogaron con Juventud Rebelde para contar una historia que aún late en sus protagonistas.
La ensayista Mariela Pérez-Castro, miembro de honor de la AHS y fundadora del evento, —junto a los artistas Hortensia Espineta, Joel Victoria, Pavel Alling, Yoan Pico, el santiaguero Reynier Rodríguez y el trovador Reinaldo Rodríguez—, reconoce como el mayor valor de la Cruzada haber permitido saborear «la sabiduría del pueblo».
El poeta Alejandro González Bermúdez, miembro de la Uneac y Premio Especial de Poesía Aniversario 490 de la Fundación de Santiago de Cuba, se incorporó a la familia camagüeyana de la Cruzada desde 2005. Cuenta que lo que se vive es franca humildad y gratitud compartida entre artistas. «Siempre hay muchas cosas que sorprenden, todo es espontáneo, como los recitales de poesía y hasta las décimas escritas de momento hasta en papel de cartucho».
La periodista Yanetsy León González, premio Calendario 2013, y premio nacional de Periodismo Cultural Rubén Martínez Villena 2011, profiere siempre palabras de cariño cuando habla de la Cruzada, «porque la convivencia de artistas ha resultado efectiva en la propagación de los afectos para una generación que conoce de sí misma por sí misma.
«Esta experiencia destierra los términos que dividen a los seres humanos, porque no se trata de remarcar al aficionado y al profesional, al joven y al experimentado talento. La Cruzada se alza sola porque entraña abrazos», acotó.
Para la destacada intelectual agramontina María Antonia Borroto, la Cruzada literaria sigue siendo una forma muy novedosa y necesaria de promocionar la obra y el talento novel de la vanguardia artística cubana. «Este movimiento literario encaró con desenfado, soltura y decisión una “empresa” que en sus inicios tenía un aire de guerrilla». Y eso, justamente, es lo que hay que seguir defendiendo hoy.
La escritora holguinera Zulema Gutiérrez, quien desde hace ocho años asiste a esta aventura, insiste en que «la Cruzada siempre tiene algo nuevo que ofrecer, por eso es un proyecto del cual hay que aprender».
Por un momento el repentista pinareño Yosvani Díaz ambicionó el pasado agosto un pecho bien grande, para llevarse «más cariño, amistades, cultura, deseos de hacer, caminos para andar». La camagüeyana Martha Acosta dijo que en la Cruzada hay que ver a los públicos como parte del proceso de crecimiento profesional de una. «Disfruto de la gente, veo sus reacciones y de eso me alimento».
Algo muy similar le ocurrió a Lourdes Mazorra López, premio Celestino 2019, en cuento, al sumarse este año a la experiencia y compartir luego en el periódico Adelante: «Este convite no ha perdido la capacidad de sorprender, como debiera ser siempre la literatura. Son casi dos décadas en las que cada vez se suman nuevos “cruzados” y resulta mayor el polvo del camino recorrido, porque es la Cruzada una fiera mansa que se nutre de versos y música, crece en la comunidad, crece de asombro, regocijo y arte».
La Cruzada literaria ha recorrido comunidades distantes, así como instituciones socioculturales, hospitales y fábricas del territorio agramontino.
