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El «vikingo» ya no hace dieta

A pesar de la gordura y otros prejuicios que conspiraron contra él, Alejo O’Reilly Morejón se ganó a «palo limpio» un puesto en el equipo Cuba de béisbol

Autor:

Juventud Rebelde

CIEGO DE ÁVILA.— Recuerdo que mi madre estaba loca por apagar el televisor, pues yo tenía un examen al otro día y abuela también andaba desvelada por culpa de la dichosa pelota. La lluvia había atrasado el partido y ya casi eran las dos de la madrugada.

Entonces, como si escuchara nuestra controversia familiar, Alejo O’Reilly conectó aquel jonrón enorme por el jardín derecho. Al fin, Cuba dejó al campo a Taipei de China en el último juego de la VIII Copa Intercontinental de béisbol celebrada en La Habana. Nacía el 25 de octubre de 1987.

«De madre fue aquello», dice Alejo ahora sentado en la salita de su casa, en el barrio Vista Alegre de la capital avileña.

—A usted siempre le costó trabajo ser regular en el equipo Cuba. ¿Por qué?

—Bueno, nunca caí en gracia, como se dice por ahí. Todo tuve que ganármelo a «palo limpio». Yo llegué a las series nacionales con Villa Clara en 1978 y fui el novato del año. Allí estuve hasta 1985. Después me fui, pues no podía jugar en la Selectiva porque estaba Muñoz. Entonces vine para Ciego de Ávila.

«Al equipo Cuba llegué en 1987 para los Juegos Panamericanos de Indianápolis. Fui la única primera base que llevaron, pero no me dieron chance de jugar. Pusieron a Medina, a Casanova y a Jorge García, el de Santiago.

«Debo agradecerle mucho al difunto Pineda. Él se fajó para que yo jugara porque era el único primera base que había. En el último partido contra Estados Unidos me sacaron de emergente y di hit por el right field. Después vine contra un zurdo y metí la bola contra la cerca, entre left y center. Entonces pensé: ya estoy sabroso en el equipo Cuba.

«Pero nada de eso. Regresamos de los Panamericanos y fuimos a jugar un torneo a República Dominicana. Ya me veía como titular, pero una noche, cuando íbamos a dormir en el Latino, llegó Muñoz. Le pregunté: guajiro, ¿qué tú haces aquí?, y me dijo que lo habían mandado a buscar.

«Por supuesto, en Dominicana jugó Muñoz y también abrió en la Copa Intercontinental aquí en La Habana. Le dio un dolor en el dedo y pusieron a Casanova, pero después me dieron un chance. Ahí fue cuando bateé como un mulo, incluyendo 11 hits seguidos, un récord.

«La historia del juego final contra los chinos ya tú la mencionaste. Eran las dos de la mañana y cuando vine a batear dije: recojan los bates, que voy a terminar esto aquí mismo.

«Me dijeron: oye, te están lanzando para afuera, y respondí: para donde sea, voy a meter jonrón.

«Al año siguiente vino el Mundial de Italia y di el jonrón que decidió la clasificación contra los americanos. Lourdes empató y yo decidí. Al otro día discutimos las medallas».

—¿O’Reilly tenía problemas a la defensa?

—Yo no era muy bueno a la defensa, pero tampoco era tan malo. Tenía mis dificultades, como casi todos. Kindelán y Muñoz eran parecidos a mí. En primera base hay que batear.

—¿Cómo le iba frente a los zurdos?

—Le daba bien a los zurdos. El secreto era no abrirme tan rápido. Yo siempre decía: voy a batear para arriba de él. Eso me lo enseñó Pedro Moreno, un entrenador que tuve en la academia de Villa Clara. Siempre fui cuarto bate, contra cualquier pitcher. Si te sientan frente a los zurdos, nunca aprenderás a conectarles.

—Algunos peloteros me han contado que los bajaron del equipo Cuba por estar gordos. ¿Alguna vez le insinuaron algo como eso?

—Una pila de veces. Hasta llegaron a decirme que iban a sacarme del equipo Cuba por «indisciplina dietética».

— ¿Lo mandaban a hacer dieta?

—Sí. Nosotros íbamos todos los años al entrenamiento de altura en México. Allí había una mesa que era de los gordos. Los demás comían de todo y a nosotros nos daban refresco de frutabomba sin azúcar y ensalada. Y para coger ensalada tenías que llegar primero.

«Comenzábamos a entrenar a las siete de la mañana y terminábamos a la una de la tarde. Después todo el mundo se montaba en la guagua y a mí me mandaban a ir corriendo. Cuando llegaba y me bañaba, ya no quedaba ensalada.

«En la mesa de los gordos estaban Kindelán, Linares, Casanova, Lourdes y yo. Un día de esos, cuando no alcancé ensalada, le cogí un poco del plato a Linares y él se puso de madre.

«Al otro día me trajeron un bistecito, que aquello era una telita de cebolla. Cuando lo iba a picar, Linares vino por atrás y me cogió el bistec. Aquel día no comí. Cada vez que nos vemos, Linares me dice: «vikingo», ¿te acuerdas de cuando te robé el bistec? Eso nunca se me va a olvidar.

—¿Se sentía cómodo cuando bajaba de peso?

— Sí. Cuando no estaba en el equipo Cuba mi peso era de 99 o cien kilos. Pero en el Cuba era de 95. Con tanto baja y sube se me chivaron las rodillas y tuve que operarme en el año 1991. Después la recuperación no fue buena.

—¿Es verdad que en primera base juega cualquiera?

—En realidad, es una posición que se juega fácil. No es como el short o la segunda. En primera lo fundamental es recibir. Por eso hay tanto invento. Aquí mismo, Yorelvis Charles era tercera base, pero lo pusieron en primera y le ha ido bastante bien.

—¿Aquella pelota de ustedes era diferente a la de ahora?

—Mira, a mí no me gusta hacer muchas comparaciones, pero es verdad que había más pitcheo. Los lanzadores eran más inteligentes. El bate de aluminio te favorecía un poquito, pero ahora también la pelota viva te beneficia.

«Otra diferencia notable es que nosotros jugábamos con amor. Ahora yo he visto muchachos que embarcan un juego y después son los primeros en el restaurante para comer. Esos no tienen vergüenza deportiva.

—¿Usted se retiró por decisión propia?

—Qué va. Me dijeron que debía retirarme. Hubo un año en que no hice el equipo de Ciego. Aquello me llegó al alma. Sin embargo, luego llamaron a dirigir a Darío Cid y él puso como condición que yo fuera el cuarto bate.

«No estuve bien, pero tampoco tan mal. Quedé pegado a los 300 en average y di más de diez jonrones. Después me retiraron y me mandaron a jugar tres meses a Colombia».

—Hábleme de su experiencia como entrenador.

—Estuve tres series con el equipo Ciego de Ávila como entrenador de bateo. Me fue bien, pero luego me sacaron sin razón ninguna, como si hubiera trabajado mal. El año pasado nosotros quedamos entre los primeros lugares de bateo.

—¿Ha sido manager alguna vez?

— Nunca me lo han propuesto, pero me gustaría.

— ¿Con cuál director se sintió mejor durante su carrera?

— El mejor fue Eduardo Martín. Con él salí a un campeonato mundial juvenil y después estuvimos seis años juntos en Villa Clara. Otro bueno fue Miguel Borroto.

—¿Qué le falta a Ciego de Ávila para ganar un campeonato?

—En Cuba hay tres equipos que saben jugar pelota de verdad: Industriales, Villa Clara y Santiago. Pinar del Río también tiene su historia, pero el resto somos de la media. A los grandes hasta la suerte los ayuda. El año pasado, en el primer juego del play off, Villa Clara hizo dos carreras con dos hits y nosotros dimos ocho y solo hicimos una.

—¿A usted le daban muchos pelotazos?

—Más o menos. Si metía jonrón, después tenía que tirarme para el piso porque me mataban. Ahora no puedes lanzar pegado. A Víctor Mesa le daban cantidad de pelotazos, pero él siempre decía: alguien lo paga. Después, si se iba al robo de segunda, el que entrara a tocarlo tenía que quitarse, porque se lo comía vivo. Eso es bonito, la rivalidad adorna el deporte.

—¿Qué cambiaría O’Reilly ahora mismo del béisbol cubano?

—La mentalidad de algunos directivos. Les daría mayor responsabilidad en la Comisión Nacional a los atletas que fueron glorias de Cuba.

—¿Cómo es su vida en la actualidad?

—Trabajo en la EIDE, con los muchachos de 15 y 16 años.

—Dicen que sus hijos jugaban buena pelota. ¿Es cierto?

—Sí. El más chiquito bateaba con tremenda fuerza, pero estaba muy gordo. El otro se lucía demasiado, es fanático a Víctor Mesa y vive esas cosas. Yo le dije que para eso tenía que darle muchos palos a la pelota.

La entrevista terminó casi al mediodía, después de un buen café. En la cocina sonaban varias cazuelas. A juzgar por su peso actual, el «vikingo» sigue siendo cuarto bate.

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