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Yanes: otra leyenda del béisbol cubano

Este sábado se despidió del montículo Carlos Yanes Artiles, el único pelotero cubano que ha llegado a 28 series nacionales

 

Autor:

Roberto Díaz Martorell

NUEVA GERONA, Isla de la Juventud.— Carlos Yanes Artiles, el pitcher pinero que ha jugado más del 50 por ciento de las series nacionales, dice adiós al montículo con un palmarés de leyenda.

Entre sus mayores logros figuran haber participado en 28 series, con 235 victorias, segundo ganador de por vida en el país, el único lanzador local que ha propinado no hit no run a un conjunto de primer nivel como Villa Clara, en el año 2000, y siempre con la camiseta de Isla de la Juventud, hecho que resalta más su mérito.

Tras su retiro oficial del deporte activo, celebrado este sábado en el estadio Cristóbal Labra, donde sus más fieles seguidores le rindieron tributo, el también conocido por «El Yanero», «El caballo de batalla» y «El brazo de hierro», dialogó con JR.

—¿Por qué el béisbol y cuándo decidiste ser lanzador?

—Jugaba en la calle como todos los muchachos y pedí entrar a la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE), que cuando aquello era un concentrado deportivo; e imagino que por la furia de los cubanos por la pelota, que además me gustaba muchísimo.

«Entonces no existía aquí la llamada pirámide deportiva; no había Escuela Superior de Preparación de Atletas (ESPA) y cuando salí de la EIDE ingresé al preuniversitario normal, pero sin desvincularme de la pelota, jugaba en topes de barrio y en el campeonato provincial.

«No quería ser pitcher; me gustaba jugar en el cuadro; de hecho lo hice en el campo corto y en segunda durante la provincial juvenil, aunque no era bueno al bate; y en uno de esos juegos empecé a lanzar por accidente; los que tenían que hacerlo frente al conjunto de la comunidad de Argelia no vinieron y le dije al director: “Dame la bola que voy”, y ponché a 21. Ahí mismo empezó mi historia en el box».

—¿Cómo fue el debut en series nacionales?

—Entré a la lomita por primera vez en la Serie Nacional el 9 de noviembre de 1983, frente a la antigua provincia de La Habana y lancé dos entradas, pero no sentí nada especial; el partido estaba perdido y no había motivaciones; sin embargo, unos días después gané mi primer juego frente a Las Tunas en su patio, y sentí una sensación extraña, una contentura que no sé hoy y no sabía entonces explicar; hasta llamé por teléfono a los viejos e imagínate lo alegres que se pusieron.

«Aquello me dio fuerzas; vi que podía hacerlo y ese año gané seis y perdí dos, desde entonces entrenaba más duro; un poco más adelante le gané a Industriales y eso me inspiró más».

—¿Tenías entonces algún paradigma como lanzador?

—Siempre he admirado a Braudilio Vinent, quien fue mi inspiración.

—Yanes es una persona ecuánime. ¿Cuánto ayudó ello en el montículo en los momentos difíciles?

—La ecuanimidad, como usted dice, fue una de las cosas que más me ayudó; nunca me desesperé, ni en los momentos más tensos; analizaba la situación, la jugada; trataba de estar emocionalmente por encima de los bateadores, porque eso siempre los desestabiliza.

«Pero no funciona con todo el mundo; para mí Javier Méndez era un “asesino”. Él le daba a lo que le tirara; nunca lo pude ponchar, ni tan siquiera logré que le diera mal a la bola; él y Gabriel Pierre fueron los únicos bateadores difíciles a los que me enfrenté; con los demás era parejo, unas veces para ellos y otras para mí.

«Donde más usé esa capacidad fue en el Latinoamericano contra Industriales; si le ganabas en cualquier estadio pasaba normal, pero si los derrotabas en el Latino era otra cosa; ahí siempre se juega bajo presión y yo lo disfrutaba».

—¿Cómo se preparaba Yanes para lanzar y cuáles eran sus principales armas?

—Mi principal entrenamiento era correr y calentar el brazo todos los días, sin llegar a los extremos; corría muchos kilómetros buscando desarrollar la capacidad de la resistencia, luego hacía el entrenamiento normal del equipo, en eso siempre fui muy disciplinado, porque de ahí depende estar o no en forma.

«Además conversé mucho con lanzadores de experiencia, como Jorge Luis Valdés, Rogelio García, Lázaro de la Torre y Vinent, todos coincidían en que correr era muy bueno y si a ellos les daba resultado a mí también, y así fue; por otra parte, mi principal arma fue el control; tiraba slider y recta fundamentalmente.

«Aconsejo todos los días a los jóvenes que deben especializarse en un lanzamiento, ese que se domina a la perfección y te salva en los momentos duros, pero también les digo que deben tirar los demás para que el contrario los vea; así creas incertidumbre y no se paran a esperar la recta y la slider solamente».

—¿Lanzabas por inspiración o del banco indicaban los lanzamientos?

—En algún momento del juego se necesita de la orientación y el consejo oportuno de la dirección, pero soy de los que están en contra de dirigir el pitcheo desde el banco; el pitcher es quien mejor sabe cómo se siente y con cuál lanzamiento puede dominar al bateador; pienso que dirigir al lanzador limita el desarrollo técnico-táctico del atleta y no lo ayuda a pensar.

—Durante estas 28 series, ¿has notado evolución o involución en el sistema de pitcheo de la pelota cubana?

—Existen técnicas novedosas de pitcheo, que incluyen perfeccionamiento de la mecánica, agarre de la bola, ejercicios para desarrollar determinado aspecto físico en aras de mejores resultados, o sea, se aplica la ciencia en función del desarrollo de esta actividad y antes se entrenaba a pulso y voluntad; era más coraje que ciencia y ya conocemos los resultados. No estoy en desacuerdo con los avances tecnológicos y científicos, pero parece que algo no se hace bien, porque las lesiones llueven. Espero que esa realidad cambie para el bien del béisbol cubano en el futuro.

—¿Cuál fue tu secreto para haber logrado 235 victoria en series nacionales sin dolores en el brazo?

—No hay secreto, solo entrenar mucho y hacerlo con disciplina, dedicación y responsabilidad. En todo este tiempo jamás me ha dolido el brazo, porque me lo cuidaba; no hacía cosas que pudieran alterar los músculos y todos los días calentaba el brazo, sin excesos, pero con la sistematicidad que requiere esta posición.

—¿Qué significó la serie 38 para Carlos Yanes?

—Ese fue un despertar para mí. Gané 20 juegos y fue también la oportunidad de que todo el pueblo de Cuba conociera a los atletas de la Isla de la Juventud, quienes entramos al listado de los grandes del béisbol cubano. Fue un buen año y bujía inspiradora.

«Quedamos terceros, pero pudimos discutir la final contra Santiago de Cuba; en aquel juego decisivo en el Latino frente a Industriales el azar no quiso inclinar la victoria hacia nosotros; recuerdo que ponché a Juan Padilla en el primer inning, pero el árbitro cantó bola las dos veces que tiré recta al medio.

«Después, en el octavo, Tabares me dio tubey y el torpedero no entró rápido a un rolling noble de Javier y quedaron hombres en primera y tercera; entonces Scull elevó un fly de sacrificio y entró la carrera que nos dejó fuera de la final, fue un buen play off, pero pudo ser mejor».

—¿Crees que te quedaron cosas por hacer en la pelota?

—Deudas me quedaron bastantes; uno nunca debe estar satisfecho con todo lo que hace. Quizá un poco más de esfuerzo hubiera aportado más al equipo, pero la mayor herida que llevo conmigo es no haber sido elegible para integrar el equipo Cuba.

«Por más vueltas que le doy al tema pienso que fue porque no le caía bien a los seleccionadores; fíjate, en 1995 participé como refuerzo con el equipo japonés Mitsubishi y gané 13 y perdí dos; en 1999 integré la nómina, que no estaban todos los que son, a la Copa Intercontinental de Sydney, y hasta ahí llegó mi incursión en esas lides.

«Otro ejemplo fue cuando los Orioles de Baltimore toparon con Cuba. En esa fecha yo era el que más juegos ganados tenía (20); sin embargo llevaron a 14 lanzadores para un solo partido y yo no estaba en la lista; cuando convocaron al primer Clásico Mundial tenía diez victorias y una derrota y nada, ni tan siquiera a los entrenamientos; todavía no tengo respuestas».

—¿Proyecciones para después del retiro?

—Pienso aportar toda mi experiencia al béisbol pinero, no como entrenador del equipo, tal vez más adelante, porque tengo la intención de fundar una academia de pitcheo.

—¿Cómo te gustaría que te recordaran?

—Como lo que soy, un atleta que siempre defendió el deporte revolucionario, disciplinado y dedicado a su preparación, amante de la camiseta pinera y fiel a su terruño.

Tras el apretón de manos que marcó el fin de la entrevista, Yanes comentó que todo este tiempo y sus logros en el béisbol se los dedicaba a su familia y a los amigos. «Ellos han sido parte importante en mi carrera deportiva y sin su aporte no hubiera tenido la inspiración, el aplomo y la tranquilidad para transitar las 28 series nacionales.

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