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El Ajax holandés dejó en el camino a los imponentes bianconeri de Cristiano Ronaldo

La Liga de Campeones del fútbol europeo cerró este miércoles la ronda de los ocho mejores

Autor:

Enio Echezábal Acosta

En los cuentos de hadas siempre se repite el mismo patrón: el protagonista, casi siempre con cierta desventaja, suele vencer obstáculos aparentemente imposibles, y termina su faena con una sonrisa de felicidad que se extiende por todo lo ancho de su cara.

Aquel final de felicidad y perdices resultó repetirse más de la cuenta en las historias que nos contaban de pequeños, y aunque a estas alturas podríamos pensar que todo eso suena bastante tonto, lo cierto es que la vida nos demuestra muchas veces que cuando se trata de analogías, a veces lo que no tiene mucho sentido empieza a tenerlo de pronto.

Con las semifinales ya arregladas, como si se tratara de un matrimonio medieval, la Liga de Campeones del fútbol europeo cerró este miércoles la ronda de los ocho mejores, con varios duelos y desenlaces que, vaya usted a saber por qué, a este redactor le resultan demasiado parecidos a los relatos que le contaban antes de dormir.

En la majestuosa urbe piamontesa de Turín, unos chicos holandeses —más un par de «colados»—, rompieron por segunda vez el pronóstico que les daba como perdedores. Lo que antes pareció sorpresa ante el Real Madrid, fue confirmación de peligro frente a la todopoderosa y «cristiana» Juventus, a la cual se le enredaron los cordones de sus botas de siete leguas y terminó siendo vencida por una tropa de Jacks, que en vez de habichuelas mágicas llevaban botas de fútbol.

Otro «ogro» de enorme billetera que quedó en el camino, no sin dar bastante batalla, fue el Monstruo Celeste de Manchester. Ni siquiera el toque del mago Pep Guardiola logró desentrañar las artimañas de unas insistente s «Espue las», que este año sí demostraron la dureza del material con el que están hechas.

Sin embargo, en otras aventuras no hubo un final tan idealista, y los priori desfavorecidos terminaron marchándose a casa con lápida, llanto y obituario incluido. 
En Portugal, e igual que en la ida, los Dragones no tuvieron mucho fuego, y aguantaron estoicamente cuatro raciones extra de unos «liverbirds» que cada vez meten más miedo a toda Europa.

Algo parecido ocurrió en Barcelona, adonde los Diablos Rojos llegaban con la esperanza de un milagro frente a los locales. Al final pasó lo que todos pensaban, y el «demoníaco» once de Ole Gunnar–Solksjaer fue exorcizado por la divina gracia de un inquieto muchachito rosarino.

Como si alguien lo hubiera planificado a exprofeso, durante la antesala del gran cierre chocarán por un lado los «cocos» y por el otro las «cenicientas». Tal vez una mano divina haya querido que al menos una de las sorpresas llegue viva e l próxim o mayo a la capital española. Será que es más bonito el fútbol cuando se parece a un cuento de hadas.    

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