Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El último «rebushno»

Autor:

Daniel Chavarría
De Bush ya el mundo sabe que es un pobre diablo, ignorante, cobarde y fraudulento.

Como pobre diablo (en inglés poor devil) lo es en el sentido literal de «personaje maligno de poca monta». De su malignidad da cuenta su fervorosa y sincera adhesión al exterminio de 600 000 iraquíes y su disposición a acabar con todos, en aras de robarles su petróleo para asegurar la continuidad de los despilfarros energéticos del American Way of Life; y de la poca monta habla a las claras su empaque vulgar, sus ojitos de roedor, la falta de seguridad en sí mismo que le sobraba a Hitler, Mussolini, Franco, Pinochet y otros malignos de mucha monta.

Y también es un pobre diablo en el estricto significado de la frase hecha, que tanto en español como en inglés, alude a un «cualquiera», un «don nadie», un simple pelele, presidenciable por su apellido y millones, al servicio incondicional del complejo militar industrial, y que además se adorna con el IQ (cociente de inteligencia, por sus siglas en Inglés) más bajo de los conocidos entre presidentes norteamericanos.

De su ignorancia testimonian muchas burradas antológicas, recogidas en varias publicaciones e idiomas.

De su cobardía, baste con recordar que se rajó cuando la guerra de Vietnam, e hijo de papá al fin, evadió el servicio activo.

De sus fraudes ni hablar; y no solo sobre las supuestas armas ocultas de Saddam Hussein y la ya demostrada farsa de vincularlo con Osama, Al Qaeda y las Torres Gemelas; sino sobre todo, por ser el beneficiario de la estafa usurpadora que privó a Gore de la Presidencia.

Sin embargo, me inquietan dos aspectos, para mí enigmáticos, de la conducta de Bush. El primero es su mesianismo. ¿Miente o de verdad cree recibir mensajes de Dios? Y el segundo se relaciona con su odio transparente a Cuba y Fidel. ¿Es personal y sincero, o una simulación para quedar bien con la mafia de Miami? ¿O representa ambas cosas?

Sobre el mesianismo, me inclino a pensar que miente. Pero sería terrible que de verdad se creyera un iluminado, digno del diálogo con Dios. En ese caso, un psicópata burro, pobre diablo, envenenado contra Cuba y acomplejado por un rechazo del 80 por ciento entre sus compatriotas, como sucederá muy pronto; ¿no cogerá impulso un día, en medio de una curda solitaria, para apretar el botón del holocausto atómico?

Y en el segundo punto, cuando se esmera por capitanear la transición de Cuba hacia el capitalismo, creo que él lo desea tanto como los mafiosos de la Fundación.

En mi caso, yo tampoco le tengo miedo a Bush. Pero le tendría mucho menos todavía, si Cheney, o como se llamen los que lo «manichean» tras las bambalinas de la Casa Blanca, se dieran cuenta de que el loco mesiánico, por quitarse del buche el hueso atravesado de Cuba, puede iniciar un siglo de guerras en este continente. Ojalá se den cuenta a tiempo y decidan, preventivamente, alejarlo del peligroso teléfono.

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