Casi sin hacer ruido, en el día y la hora más silenciosos, se fue Ruth de la Torriente Brau. Y la madrugada del domingo, que ya es triste de por sí, amaneció más lenta, más amarga, más dura.
Más de ciento cincuenta años marcados por hechos y hombres con su carga de heroísmo, sacrificio y enseñanzas forjaron la nación cubana. Este país creció y se fortaleció en la lucha por la utopía universal del hombre.
¿Qué clase de democracia es esa en la que los funcionarios públicos, desoyendo los clamores de la ciudadanía, aprueban leyes que esta rechaza? ¿Qué tipo de funcionario es el que le vira las espaldas a los que lo eligieron y legisla en contra de los intereses de esa mayoría de ciudadanos? ¿Cómo se puede explicar que se invite al pueblo a que exprese sus opiniones y luego se toman decisiones contrarias a lo expresado?
Lo más difícil de cambiar será siempre nuestro pensamiento. Es ese un asunto para ser meditado sin cansancios, pues cualquier transformación, grande o pequeña, comenzará siempre detrás de la frente. Al tema vuelve quien haya podido ver por estos días el documental Otra Carmen, del realizador cubano Rolando Almirante, quien tomando como inspiración la coreografía de Tania Vergara, al frente del Ballet Contemporáneo Endedans, de Camagüey, se sumerge en un tema delicado y necesario: la diversidad sexual.
En política es preciso proyectar los acontecimientos hacia atrás, para precaver certeramente hacia adelante. Ello no debería ignorarlo la izquierda latinoamericana en el Gobierno, pues se está jugando su existencia.
Muy temprano el viajero va preguntándose qué podrá distinguir a esta ciudad. ¿Las cúpulas? Acaso las doce combas que se echan al aire sobre la techumbre, gracias a la equilibrada delicadeza de albañiles catalanes, maestros ya sin nombres, ni firmas, podrían convenir para sobrenombrar a Cienfuegos la ciudad de las cúpulas.
Como si no bastara la luz que ha traído a los olvidados del Ecuador, la que perturba a los embriagados de tanto mando, ayer Rafael Correa traspasó los umbrales de la inmortalidad solo con su pecho de guerrero. No claudicó, ni negoció su vida a costa del destino de la Patria y el pueblo.
Sea más explícito cuando se refiera a la burocracia y al daño que ella pueda causar, me impele un lector. Y le agradezco la perentoria sugerencia. Porque a veces el comentarista escribe teniendo en cuenta las referencias vigentes en determinado momento de la sociedad. Habla suponiendo que los lectores están al tanto. Hay, pues, excepciones. Y lo primero que he de aclarar es que no suelo referirme a la burocracia, sino a la mentalidad burocrática.
Implacable e inoportuna se nos ha vuelto la naturaleza este 2010. Desde el arribo de los primeros días de enero, el mundo se estremecía cuando en Haití la tierra temblaba y se llevaba consigo la vida de miles de seres humanos y dañaba fuertemente la estructura de esa ya empobrecida nación.
Un médico le dice a otro: A este señor hay que operarlo enseguida. Y le preguntan: ¿Qué tiene? —Plata, le responde el cirujano.