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Cometa Lulin paseó por Cuba

La reciente visualización en varias partes del planeta, incluida Cuba, de un cometa descubierto recientemente ha vuelto a despertar el interés en este tema precisamente al comienzo del 2009, proclamado el Año de la Astronomía La red al día

Autor:

Amaury E. del Valle
Por estos días el mundo se ha mantenido expectante a una pequeña luminosidad de tono verdoso, que según reportes de prensa delata la presencia cercana a la Tierra del cometa Lulin, un cuerpo celeste descubierto el 11 de julio de 2007 por el estudiante de meteorología chino Quanzhi Ye y el astrónomo Chi Sheng Lin, del Lulin Sky Survey (LUSS) de la Universidad Nacional Central de Sun Yat-sen.

Lulin, cuya máxima luminosidad la alcanzó en la madrugada de lunes a martes pasado, también ha sido seguido de cerca por astrónomos y aficionados cubanos, quienes pudieron observarlo con ayuda de telescopios y binoculares, pues solo es visible en parajes muy oscuros.

En el Departamento de Astronomía del Instituto de Geofísica y Astronomía (IGA) se han recibido reportes desde Sancti Spíritus o La Habana de personas que lograron ver el fenómeno, así como lo pudo observar un grupo de especialistas y aficionados encabezados por el astrónomo Ernesto Rodríguez.

Como parte de las actividades que desarrolla el Departamento de Astronomía del IGA en el Año Internacional de la Astronomía, se programó una visita dirigida al Observatorio de Boyeros, donde está el telescopio más grande del país.

Esta observación divulgativa se efectuó en la noche del 20 de febrero pasado, con integrantes del grupo de espeleología Pedro Borrás, donde además de otros objetos se observó el mencionado cometa. La observación de este astro se realizó con un prismático 10X80 que permitió, dado su gran campo y poco aumento, apreciar el cometa en su conjunto. La observación de la coma interior del Lulin fue realizada con el telescopio reflector de 0,60 metros de diámetro.

El cometa, que todavía se mantendrá visible durante unos días más, aunque pierde cada vez más en intensidad, si bien fue descubierto recientemente no es de nueva formación, ni tampoco el único de su tipo que visita con cierta frecuencia nuestro planeta.

Desde la antigüedad estos fenómenos han atraído al hombre, e incluso existen teorías que afirman que fue a bordo de un cometa o asteroide que llegó la vida al planeta, y otras que significan que buena parte de esta, en épocas prehistóricas, desapareció por causa de un impacto descomunal contra la Tierra.

Luz en la cola

Lulin cruzó cerca del Sol el pasado 10 de enero, por fuera de la órbita de la Tierra, a 1,3 unidades astronómicas (UA), la cual equivale al espacio que separa a nuestro planeta del astro rey, o sea, más o menos unos 150 millones de kilómetros.

Esto significa, explicó a JR el doctor Jorge Pérez Doval, jefe del Departamento de Astronomía del Instituto de Geofísica y Astronomía, que este cometa se acercó por fuera de la órbita de la Tierra al Sol a unos 0,78 UA, o sea, 60 millones de kilómetros de distancia, lo cual es algo cercano si se habla en magnitudes astronómicas, si bien no representa ningún peligro para nosotros.

Este acercamiento al Sol, además, ya le costó lo suyo a Lulin, pues reportes internacionales de los observatorios consignan que el 4 de febrero de 2009 perdió parte de la cola debido probablemente a disturbios magnéticos o perturbaciones en el viento solar.

Si bien los expertos indican que posee un color verdoso, probablemente por contener cianógeno y carbono diatómico, esto solo puede apreciarse en un lugar sumamente oscuro, alejado de ciudades o pueblos que emitan luminosidad, ya que Lulin apenas tiene una magnitud entre 5 y 6 en escala astronómica.

Esta magnitud, explica el doctor Pérez Doval, se utiliza para calificar el brillo de los astros, y aumenta en cada número dos veces y media hacia abajo, según menor sea, adoptando incluso valores negativos.

Esto significa que si un cometa como Lulin tiene una magnitud de cinco, otro que tuviera una de cuatro sería dos veces y media más brillante, e incluso hay cuerpos celestes sumamente resplandecientes, como la Luna, que tiene una magnitud de -12, o el Sol con -26.

Por eso para visualizar cuerpos celestes como los cometas es necesario hacerlo desde lugares muy apartados, con una oscuridad casi total, o equipos especializados, ya que en una ciudad, por ejemplo, para que pudiera verse un cometa tendría que estar al menos en magnitud 3.

Pero Lulin no está destinado a durar mucho ante nuestros ojos e incluso en los telescopios terrestres. Aunque no se excluye la posibilidad remota de un súbito incremento de brillo como resultado del calentamiento que recibe al pasar cerca del Sol, lo cual podría propiciar que lanzara un haz de polvo hacia su exterior y se hiciera más brillante, quizá haya que esperar algunos miles de años más para volver a verlo, e incluso, cuando así suceda, es posible que, si no se conservan registros de su paso, se crea que se trata de un nuevo cometa.

No sería nada raro este «alumbramiento», pues ya ha sucedido en ocasiones anteriores, como con el cometa Holmes, que volvió a resplandecer en la década de 1880 y a principios de 2007.

Despeinados

Quizá los últimos en ver a Lulin antes de quienes ahora pudieron disfrutar de su paso fueron los hombres prehistóricos, e incluso a lo mejor ni ellos alcanzaron a ver su cola verdosa brillándole al Sol.

Esto sucede porque los cometas se clasifican en dos grandes grupos, los de ciclo corto, como el Halley, que pasa cada 76 años, o los de largo período, que pueden llegar a demorar miles de años en su curva elíptica alrededor del Sol antes de ser visibles nuevamente en nuestro planeta.

Y es que los cometas, cuyo nombre proviene del griego kometes, que significa cabellera, son cuerpos celestes constituidos por hielo y rocas que orbitan el Sol siguiendo órbitas muy elípticas, y solo son visibles por cortos períodos de tiempo cuando pasan por su cercanía, y el viento solar «azota» su cola, formada por polvo y gas ionizado.

Se cree que la mayoría provienen de la Nube de Oort, situada entre 50 000 y 100 000 UA del Sol, o del Cinturón de Kuiper, localizado más allá de la órbita de Neptuno.

Aunque siguen una órbita elíptica alrededor del astro Rey, que puede ser inmensa y demorar miles de años en volver a pasar por su cercanía, esta puede cambiar por su rozamiento con planetas mayores, los cuales los pueden acercar peligrosamente al Sol y este destruirlos, o por el contrario provocar que sean enviados fuera del sistema solar para siempre.

Muchos, además, ya se han ido «gastando» en su órbita por el sistema solar debido a su composición. Se cree que en realidad son una especie de masa de agua, hielo seco, amoníaco, metano, hierro, magnesio y silicatos, fundamentalmente, sustancias que debido a las bajas temperaturas de los lugares donde están, se encuentran congeladas.

Sin embargo, mientras más se acercan al Sol más fácil es distinguirlos, pues estas sustancias se subliman, pasando directamente de hielo a gas, o «descongelándose», formando la «cola del cometa», en dirección opuesta al Sol, que puede extenderse a lo largo de millones de kilómetros.

Cuando son muy «viejos» comienzan a dejar de ser visibles, y si bien hay cometas como el Encke, de órbita corta, que se acerca cada tres años y tres meses y únicamente puede verse con un buen telescopio, otros como el Halley, que nos visita cada 76 años, y el Rigollet, que lo hace cada 156, resultan aún brillantes a simple vista.

Curioso resulta el paso cerca de la Tierra en 1996 de los cometas Yakutaki y Hale-Bopp, fundamentalmente este último, que pudo ser visto durante varios meses debido a su gran tamaño y magnitud de brillo, menor que cero, durante varias semanas, aunque pasó más lejos de nosotros que la distancia a que nos hallamos del Sol.

El Hale-Bopp tiene el récord de visibilidad ininterrumpida en el tiempo para un cometa, y su paso ocasionó tal angustia en algunos, que hasta hubo sectas que se quitaron la vida asegurando que su cola presagiaba la llegada de una nave extraterrestre que se los llevaría a un nuevo planeta.

A lo mejor algo similar sucedió ya por culpa de él, en el antiguo Egipto o en algún lugar remoto del planeta por aquella época, pues los cálculos de los astrónomos sitúan la fecha anterior del paso del Hale-Bopp por la época en la cual se levantaban las pirámides.

Tremenda pedrada

Existen investigaciones, refiere el doctor Jorge Pérez Doval, que sugieren que, atendiendo a los materiales de que están compuestos los cometas, los cuales son determinantes para la vida, estos pudieron dar origen a los seres vivos en nuestro planeta.

Más allá de esta hipótesis, todavía no confirmada, lo que sí pudiera ser un peligro potencial es un posible impacto contra nuestro planeta. De hecho, si bien esta posibilidad es remota, lo más peligroso en todo caso sería que nos chocara algún asteroide, de los cuales hay miles a nuestro alrededor, tan pequeños como una naranja o del tamaño de satélites e incluso de diminutos planetas.

Para eso existen proyectos internacionales de seguimiento de los cometas y de los asteroides, aunque es muy improbable el choque de los primeros contra nuestro suelo, pero tampoco es del todo imposible.

Así parecen sugerirlo, explica el doctor Pérez Noval, las investigaciones alrededor del famoso meteorito de Tunguska, el cual cayó en la región de Siberia, Rusia, en 1908, provocando devastación total en 200 kilómetros a la redonda y que su impacto se sintiera a miles de kilómetros de distancia.

Las últimas tesis al respecto, explica el especialista cubano, sugieren que se trató de un diminuto asteroide o de un pequeño cometa que se desintegró a varios kilómetros de altura ocasionando una onda expansiva descomunal.

Esto fue así no obstante a que se calcula el diámetro de Tunguska en unos 80 o cien metros. Nada comparado con el tamaño de Apophis, un asteroide de 250 a 300 metros de diámetro que el 13 abril de 2029 pasará a unos 36 000 o 40 000 kilómetros de la Tierra, o sea, a la distancia a la que orbitan los satélites geoestacionarios.

Si algún pequeño evento lo llegara a desviar y chocara contra nosotros, el impacto de esta «piedra» estelar tendría el efecto de unas 40 000 bombas atómicas, por lo cual es seguido con mucho cuidado y hasta se aventura la posibilidad de que sistemas balísticos lo aparten de nosotros.

Por el momento estas son apenas teorías. Hasta entonces, es mejor escudriñar el cielo desde la oscuridad absoluta buscando el halo verdoso de Lulin, y quién sabe si descubramos algún nuevo peñasco intruso que nos quiera visitar.

La red al día

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