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VIH, la epidemia de la ignorancia

Sobre su origen se ha especulado mucho. Hoy la teoría con mayor evidencia científica a su favor es la que ubica a este microorganismo como mutante del virus de la inmunodeficiencia en simios

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

Piensa cuánto más dolorosas
son las consecuencias que las
acciones que las han originado.
Marco Aurelio

El 5 de junio de 1981 el mundo científico recibió los primeros reportes de lo que sería la epidemia más cara, controvertida y terrible de los tiempos modernos, puerta de entrada a varias enfermedades hasta entonces raras, como el sarcoma de Kaposi y la neumonía por Pneumocystis carinii.

Por esa fecha se describieron en Estados Unidos los primeros casos del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida o sida, como se le nombró más tarde, y dos años después se aislaban dos cepas del retrovirus asociado a esta epidemia, al que bautizaron en 1986 como VIH.

Sobre su origen se especuló mucho, recordaba esta semana el virólogo Amílcar Pérez, en el VI Taller Científico Nacional de Comunidades en la Prevención del VIH y la Tuberculosis, al que asistieron estudiantes y profesores de casi todas las provincias convocados por la Dirección de Extensión Universitaria del Ministerio de Educación Superior.

Hoy la teoría con mayor evidencia científica a su favor es la que ubica a este microorganismo como mutante del virus de la inmunodeficiencia en simios, SIV, que probablemente pasó a los humanos durante las extensas cacerías de esos animales en África en los años 30 del siglo XX. La traza más antigua de la infección es de 1959, y se halló en una bolsa de sangre extraída a un marinero en el Congo en ese año y conservada en un laboratorio clínico.

A inicios de los 90 el VIH/sida era una epidemia de la que ningún país escapaba, pero muchos diagnósticos se hacían cuando ya los pacientes desplegaban el cuadro clínico agudo de su etapa final, y a veces post mortem.

Paulatinamente se perfeccionaron los medios de detección hasta poder confirmar su presencia en el organismo pocas semanas después de su entrada, lo que, unido al tratamiento antirretroviral (que cuesta 10 000 dólares por paciente al año) extendió la sobrevida hasta 25 años o más, siempre que la persona evite la re-infección con la misma u otras cepas del VIH, se alimente adecuadamente, cambie sus hábitos y se cuide de otras enfermedades oportunistas.

Millones contra millones

Según reportes mundiales, hoy viven con el VIH unos 35 millones de personas, de los cuales 15 millones son mujeres y más de dos millones tienen menos de 15 años.

Quienes estudien nuestra civilización en un par de miles de años, se rascarán la cabeza sorprendidos ante este fenómeno: No tardamos ni un lustro en encontrar y describir sus causas, gastamos millones en divulgar sus consecuencias y sus modos de prevenirla, creamos medicamentos para retardar sus efectos… pero la epidemia crece a un ritmo de dos millones de nuevos casos por año y ya han muerto 25 millones hasta el año 2009.

Tal incongruencia tiene una sola explicación: los resabios culturales son más difíciles de eliminar que un foco de mosquitos, y machacar recetas sobre sexualidad sana y responsable suele verse como intromisión.

A juzgar por las cifras globales, y sin apasionamientos, en las últimas décadas ha resultado más fácil para los hombres incorporar experiencias de riesgo, incluso homoeróticas, que asimilar el uso cotidiano del condón porque «les quita placer». Sin embargo, esa simple barrera cortaría la transmisión drásticamente, pues entre el 70 y el 80 por ciento de los casos reportados obtuvieron el virus en una práctica sexual insegura.

En Cuba hay más de 7 600 personas seropositivas al VIH. Sin detectar puede haber otros cientos que jamás se han sometido a una prueba. Desde el año 1986 han muerto 1 700 pacientes. ¡Y todavía hay quien se cree con «ojo clínico» para esquivar a las personas infectadas! Por eso la OMS asegura que peor que el sida es, sin duda, la ignorancia que acompaña a esta enfermedad.

De león a mono… ¡pero brinca!

El genoma humano tiene 21 626 genes, y el del VIH solo nueve, aclara Amílcar Pérez. Esa aparente debilidad la compensa con una gran capacidad de mutar y escurrirse atacando justamente a los centinelas del sistema inmunológico, los linfocitos CD4.

Sin embargo, no puede considerarse un coloso entre los virus porque muere con facilidad si se expone al aire o la luz, y además no hay nada de «fatalismo» en su contagio, ya que no involucra la respiración o la alimentación, ni utiliza agentes vivos o inertes como intermediarios.

Para pasar de un hospedero a otro con éxito el VIH necesita condiciones ideales y directas… y somos nosotros quienes se las creamos al bajar la guardia en los momentos de placer.

Su transmisión es perfectamente controlable con pequeños cambios en la conducta de portadores y sanos, diferencia solo perceptible si chequeamos la sangre periódicamente, pues solo el diez por ciento de los casos muestra algunos síntomas durante la primoinfección, y estos pueden confundirse con los de un catarro común.

En esas primeras semanas, y luego, durante la fase sida, la capacidad de trasmitir el virus es mayor, pero cualquier portador asintomático puede infectar a otras personas en un solo contacto de riesgo. Si lo sabe y no lo advierte actúa mal, pero también puede no saberlo. En cualquier caso, ambos son responsables por la salud propia y la ajena.

No importa con quien tengas sexo: tú estarás siempre ahí y es de ti de quien debes cuidarte, de tus «arrebatos», de esas cegueras selectivas que a veces dan en asuntos del corazón. Chequea tu sangre, apertrecha tu cartera de condones y aprende a mirar lejos y a cuidarte mejor.

Encuentros

¡Me encantan los debates en la web! La página pasada levantó ronchas: no todo el mundo entendió los cálculos. Lo mejor es la defensa a la naturaleza misteriosa del amor. También creo en ella, pero no veo mal que la ciencia busque explicaciones a la vida. Si la química y la biología pueden, ¿por qué no las matemáticas?

Felicidades a Frank: él sabe por qué. Esperan mensajes Ariel (rielfe73@correodecuba.cu); Niurlin (niuman@polguayos.ssp.sld.cu); Raúl (if7-15460@suss.co.cu); Yulie (inassni@inass.mtss.cu); ismael.molina@reduc.edu.cu; daisnel@fame.suss.co.cu y yamirka@dmsc.ssp.sld.cu.

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